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Bucay, Jorge El Camino Del Encuentro - codajic.org

EL Camino DEL Encuentro Jorge BUCAY a H ctor Iosch a Chrystian Julia y Miguel por haberme ense ado el amor que conlleva la amistad NDICE INTRODUCCI N Hojas de Ruta 11 La par bola del carruaje II 15 PARTE I / HISTORIA Importancia del Encuentro en el mundo actual 19 El hombre: naturaleza solitaria o vida social 25 PARTE II / ENCUENTROS VERTICALES Acerca del amor 53 Intimidad, el gran desaf o 81 El amor a los hijos 92 El amor a uno mismo 127 PARTE III / ENCUENTROS HORIZONTALES El sexo, un Encuentro especial 141 El amor en la pareja 200 PASAJE (Ep logo) 245 INTRODUCCI N HOJAS DE RUTA Seguramente hay un rumbo posiblemente y de muchas maneras personal y nico. Posiblemente haya un rumbo seguramente y de muchas maneras el mismo para todos.

EL CAMINO DEL ENCUENTRO JORGE BUCAY www.capitalemocional.com a Héctor Ioschúa Chrystian Julia y Miguel por haberme enseñado el amor que conlleva

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1 EL Camino DEL Encuentro Jorge BUCAY a H ctor Iosch a Chrystian Julia y Miguel por haberme ense ado el amor que conlleva la amistad NDICE INTRODUCCI N Hojas de Ruta 11 La par bola del carruaje II 15 PARTE I / HISTORIA Importancia del Encuentro en el mundo actual 19 El hombre: naturaleza solitaria o vida social 25 PARTE II / ENCUENTROS VERTICALES Acerca del amor 53 Intimidad, el gran desaf o 81 El amor a los hijos 92 El amor a uno mismo 127 PARTE III / ENCUENTROS HORIZONTALES El sexo, un Encuentro especial 141 El amor en la pareja 200 PASAJE (Ep logo) 245 INTRODUCCI N HOJAS DE RUTA Seguramente hay un rumbo posiblemente y de muchas maneras personal y nico. Posiblemente haya un rumbo seguramente y de muchas maneras el mismo para todos.

2 Hay un rumbo seguro y de alguna manera posible. De manera que habr que encontrar ese rumbo y empezar a recorrerlo. Y posiblemente habr que arrancar solo y sorprenderse al encontrar, m s adelante en el Camino , a todos los que segura-mente van en la misma direcci n. Este rumbo ltimo, solitario, personal y definitivo, ser a bueno no olvidarlo, es nuestro puente hacia los dem s, el nico punto de conexi n que nos une irremediablemente al mundo de lo que es. Llamemos al destino final como cada uno quiera: felicidad, autorrealizaci n, elevaci n, iluminaci n, darse cuenta, paz, xito, cima o simplemente lo mismo da. Todos sabemos que arribar con bien all es nuestro desaf o. Habr quienes se pierdan en el trayecto y se condenen a llegar un poco tarde, y habr tambi n quienes encuentren un atajo y se transformen en expertos gu as para los dem s.

3 Algunos de estos gu as me han ense ado que hay muchas formas de llegar, infinitos accesos, miles de maneras, decenas de rutas que nos llevan por el rumbo correcto. Caminos que transitaremos uno por uno. Sin embargo, hay algunos caminos que forman parte de todas las rutas trazadas. Caminos que no se pueden esquivar. Caminos que habr que recorrer si uno pretende seguir. Caminos donde aprenderemos lo que es imprescindible saber para acceder al ltimo tramo. Para m , estos caminos inevitables son cuatro: El primero, el Camino de la aceptaci n definitiva de la responsabilidad sobre la propia vida, que yo llamo El Camino de la Autodependencia 1 El segundo, el Camino del descubrimiento del otro, del amor y del sexo, que llamo El Camino del Encuentro 2 El tercero, el Camino de las p rdidas y de los duelos, que llamo El Camino de las L grimas El cuarto y ltimo, el Camino de la completud y de la b squeda del sentido, que llamo El Camino de la Felicidad.

4 A lo largo de mi propio viaje he vivido consultando los apuntes que otros dejaron de sus viajes y he usado parte de mi tiempo en trazar mis propios mapas del recorrido. Mis mapas de estos cuatro caminos se constituyeron en estos a os en hojas de ruta que me ayu-daron a retomar el rumbo cada vez que me perd a. Quiz s estas Hojas de Ruta puedan servir a algunos de los que, como yo, suelen perder el rumbo, y quiz s, tambi n, a aquellos que sean capaces de encontrar atajos. De todas maneras, el mapa nun-ca es el territorio y habr que ir corrigiendo el recorrido cada vez que nuestra propia experiencia en-cuentre un error del cart grafo. S lo as llegaremos a la cima. Ojal nos encontremos all . Querr decir que ustedes han llegado. Querr decir que lo consegu tambi n Jorge BUCAY LA PAR BOLA DEL CARRUAJE II Integrados como un todo, mi carruaje, los caballos, el cochero y yo (como me ense aron a llamarle al pasajero), recorrimos con cierto trabajo el primer tramo del Camino .

5 A medida que avanzaba cam-biaba el entorno: por momentos rido y desolador, por momentos florido y confortante; cambiaban las condiciones clim ticas y el grado de dificultad del sendero: a veces suave y llano, otras spero y empinado, otras resbaladizo y en pendiente; cambiaban, por fin, mis condiciones an micas: aqu sere-no y optimista, antes triste y cansado, ms all fastidioso y enojado. Ahora, al final de este tramo, siento que en realidad los nicos cambios importantes eran estos ltimos, los internos, co-mo si los de afuera dependieran de stos o simplemente no existieran. Detenido por un momento a contemplar las huellas dejadas atr s, me siento satisfecho y orgulloso; para bien y para mal, mis triunfos y mis frustraciones me pertenecen. S que una nueva etapa me espera, pero no ignoro que podr a dejar que me esperara para siempre sin siquiera sentirme un poco culpable.

6 Nada me obliga a seguir adelante, nada que no sea mi propio deseo de hacerlo. Miro hacia adelante. El sendero me resulta atractivamente invitante. Desde el comienzo veo que el trayecto est lleno de colores infinitos y formas nuevas que despiertan mi curiosidad. Mi intuici n me dice que tambi n debe estar lleno de peligros y dificultades pero eso no me frena, ya s que cuento con todos mis recursos y que con ellos ser suficiente para enfrentar cada peligro y traspasar cada dificultad. Por otra parte, he aprendido definitivamente que soy vulnerable pero no fr gil. Sumido en el di logo interno, casi ni me doy cuenta de que he empezado a recorrerlo. Disfruto mansamente del y l, se dir a, disfruta de mi paso, a juzgar por su decisi n de volverse a cada instante m s hermoso.

7 De pronto, a mi izquierda, por un sendero paralelo al que recorro, percibo una sombra que se mueve por detr s de unos matorrales. Presto atenci n. M s adelante, en un claro, veo que es otro carruaje que por su Camino avanza en mi misma direcci n. Me sobresalta su belleza: la madera oscura, los bronces brillantes, las ruedas majestuosas, la suavi-dad de sus formas torneadas y arm Me doy cuenta de que estoy deslumbrado. Le pido al cochero que acelere la marcha para ponernos a la par. Los caballos corcovean y desa-tan el trote. Sin que nadie lo indique, ellos solos van acercando el carruaje al borde izquierdo como para acortar distancias. El carruaje vecino tambi n es tirado por dos caballos y tambi n tiene un cochero llevando las rien-das. Sus caballos y los m os acompasan su trote espont neamente, como si fueran una sola cuadrilla.

8 Los cocheros parecen haber encontrado un buen momento para descansar porque ambos acaban de acomodarse en el pescante y con la mirada perdida sostienen relajadamente las riendas dejando que el Camino nos lleve. Estoy tan encantado con la situaci n que solamente un largo rato despu s descubro que el otro ca-rruaje tambi n lleva un pasajero. No es que pensara que no lo llevaba, s lo que no lo hab a visto. Ahora lo descubro y lo miro. Veo que l tambi n me est mirando. Como manera de hacer-le saber mi alegr a le sonr o y l, desde su ventana, me saluda animadamente con la mano. Devuelvo el saludo y me animo a susurrarle un t mido Hola . Misteriosamente, o quiz s no tanto, l escucha y contesta: Hola. Vas hacia all ? S contesto con una sorprendente (para m mismo) alegr a.

9 Vamos juntos? Claro me dice , vamos. Yo respiro profundo y me siento satisfecho. En todo el Camino recorrido no hab a encontrado nunca a un compa ero de ruta. Me siento feliz sin saber por qu y, lo m s interesante, sin ning n inter s especial en saberlo. PARTE I HISTORIA IMPORTANCIA DEL Encuentro EN EL MUNDO ACTUAL Padecemos una especie de subdesarrollo emocional que nos impulsa a ciertas conductas autodestructivas, tanto en nuestra vida p blica como en la privada. Nos urge encontrar un Camino que nos permita hallar una manera de ser m s sanos, y ese Camino est ntimamente relacionado con el amor y la espiritualidad. El amor es el mejor s mbolo de la salud del hombre, es todo lo opuesto de la agresi n, del miedo y de la paranoia, que a su vez representan la patolog a que nos desune.

10 Claudio Naranjo (Clan, 1984) Cuando pienso en la palabra Encuentro en el sentido en que la cito en todo este libro, la asocio a la idea del descubrimiento, la construcci n y la repetitiva revelaci n de un nosotros que trasciende la estructura del yo. Esta creaci n del nosotros adiciona un sorprendente valor a la simple suma arit-m tica del T y Yo. Sin Encuentro no hay salud. Sin la existencia de un Nosotros, nuestra vida est vac a aunque nues-tra casa, nuestra baulera y nuestra caja de seguridad est n llenas de costos simas posesiones. Y sin embargo, el bombardeo medi tico nos incentiva a llenar nuestras casas, nuestras bauleras y nuestras cajas de seguridad de estas cosas y nos sugiere que las otras son sentimentales y anticua-das. Los esc pticos intelectuales, ocupantes del lugar del supuesto saber, est n siempre dispuestos a ri-diculizar y menospreciar a los que seguimos hablando desde el coraz n, desde la panza o desde el al-ma, a aquellos que hablamos m s de emociones que de pensamientos, m s de espiritualidad que de gloria y m s de felicidad que de xito.


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