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EDITORIAL EL ROSTRO DE JESÚS - …

EDITORIALEL ROSTRO DE JES SVarones de Galilea, qu hac is mirando al cielo?[1]. Los ojos de los Ap stoles hab an quedadofijos en el lugar por donde Jes s se hab a Un ngel tuvo que advertirles de que lavida continuaba. El mensajero de Dios no pretend a disminuir el inter s de aquellos hombres por su Maestro, peroquiz s hacerles pensar que a partir de entonces tendr an que aprender a verle de otra manera, aencontrarse con l, con su mirada, en los dem s y en las cosas ordinarias de la vida. San Pablo entendi aquellos deseos de los Ap stoles, porque tambi n l anhelaba estar con Cristoy verle cara a cara[2].

EL ROSTRO DE JESÚS En el camino de la Cruz tres personas tienen una particular relación con el rostro de Cristo: sólo dos lo buscan, pero tres lo encuentran.

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1 EDITORIALEL ROSTRO DE JES SVarones de Galilea, qu hac is mirando al cielo?[1]. Los ojos de los Ap stoles hab an quedadofijos en el lugar por donde Jes s se hab a Un ngel tuvo que advertirles de que lavida continuaba. El mensajero de Dios no pretend a disminuir el inter s de aquellos hombres por su Maestro, peroquiz s hacerles pensar que a partir de entonces tendr an que aprender a verle de otra manera, aencontrarse con l, con su mirada, en los dem s y en las cosas ordinarias de la vida. San Pablo entendi aquellos deseos de los Ap stoles, porque tambi n l anhelaba estar con Cristoy verle cara a cara[2].

2 Pero, puestos a escoger, prefer a seguir el tiempo que Dios quisiera contem-pl ndole como en un espejo y borrosamente[3], si as pod a ayudar a otros a vivir en esa Luz[4]. A los destinatarios de su misi n apost lica, les aconsejaba con la fuerza de su ejemplo y de supalabra que, mientras estaban en este mundo, mantuviesen la mirada fija en el Cielo, donde est cristo : si hab is resucitado con cristo , buscad las cosas de arriba, donde cristo est sentadoa la derecha de Dios[5].Qu sursum sunt qu rite![6]. Buscad las cosas de arriba!Queremos hacer nuestro ese grito,pero necesitamos aprender.

3 En tantas ocasiones nos descubrimos con la mirada baja, excesiva-mente centrada en cosas pasajeras. Echamos de menos una mayor agudeza para dar con el papel que cristo desempe a en cada sucesode la existencia: amamos este mundo, que es el nuestro, el lugar donde nos encontramos con Dios[7],y desear amos adquirir una mayor facilidad para percibir la mirada de Jesucristo mientras nos ocu-pamos de nuestras tareas habituales. Querr amos tambi n que otros pudieran ver en nosotros aCristo; nos ilusiona la maravillosa posibilidad de hacer presente a nuestros amigos el ROSTRO de Jes tuum, Domine, requiram!

4 [8]. Buscar , Se or, tu ROSTRO !Se or le diremos , que busquetu ROSTRO , que aprenda a encontrarlo y a mostrarlo, que sepa descubrirte en las cosas corrientesde mi vida, que advierta realmente que eres T . Tal vez oiremos aquel aviso de San Josemar a: Ese cristo , que t ves,no es Jes s. Ser , en todo caso, la triste imagen que pueden for-mar tus ojos Purif cate. Clarifica tu mirada con lahumildad y la penitencia. no te faltar n las limpiasluces del Amor. Y tendr s una visi n perfecta. Tu imagen ser realmente la suya: l![9]Los Evangelios aluden en diversas ocasiones a la mirada deJesucristo.

5 Una mirada ben vola y afectuosa, conmovedora yconmovida, una mirada profundamente conocedora, quepenetra la intimidad, una mirada que ense a y corrige,que mueve al arrepentimiento, y llega a provocar unarranque de generosidad[10]. Quiz s muchas veces hemos tratado de represent r-nosla en nuestra oraci n, con la intenci n de descu-brir c mo podemos encontrarla y hacerla presenteen nuestra vida ordinaria. Algunos personajes que secruzan con Jes s en las horas de la Pasi n nos pue-den ayudar a avanzar en la realizaci n de este deseo. EL ROSTRO DE JES SEn el camino de la Cruz tres personas tienen una particular relaci n con el ROSTRO de cristo : s lodos lo buscan, pero tres lo encuentran.

6 De las tres podemos aprender; cada una de ellas sugiereuna ense anza distinta sobre el modo de dar forma al af n de ver el ROSTRO de Jes s. CON SANTA MAR A, UN S LO CORAZ N Apenas se ha levantado Jes s de su primera ca da, cuando encuentra a su Madre Sant sima,junto al camino por donde l pasa[11]. Nada nos dice el Evangelio de ese encuentro, pero elsilencio de la Escritura no ha hecho m s que estimular la imaginaci n de los cristianos a lo largode los siglos. Nuestro Padre se lo representa as : Con inmenso amor mira Mar a a Jes s, y Jes smira a su Madre; sus ojos se encuentran, y cada coraz n vierte en el otro su propio dolor[12].

7 El amor es tan intenso que basta el encuentro de los ojos para que cada uno sepa que cuenta conel otro, que puede verter en Ella, en l, su inmenso dolor, porque aquel coraz n es capaz deaceptarlo. En medio de ese sufrimiento, tienen el profundo consuelo de saberse acompa ados,comprendidos. El alma de Mar a queda anegada en amargura, en la amargura de Jesucristo[13]. La amarguraque llena el alma de Mar a es la de su Hijo, como de Mar a es la amargura que llena el alma deJes s. Es tan fuerte la uni n de sus corazones que el dolor de uno est hecho del sufrimiento delotro; as se apoyan y mutuamente se sostienen.

8 Qui n nos diera a nosotros una identificaci n as con los sentimientos de cristo ! Nos queda escierto muy lejos, pero la deseamos ardientemente. Sabemos que si avanzamos por ese caminono nos ahorraremos dolores en esta vida, porque toda existencia humana los conlleva, pero ten-dremos siempre una luz para afrontarlos, nunca nos faltar una base firme para no sucumbir,para encararlos con n hab a profetizado a la Virgen que una espada atravesar a su alma[14]. Desde el anuncio dela Pasi n, la herida de espada no abandonar nunca a la Madre de Jes s. Ella tendr siempre pre-sente que s lo pueden ofenderla a trav s de las afrentas hechas a su Hijo; es consciente de quetodo sufrimiento, y tambi n toda alegr a, s lo puede tener su causa en relaci n con l.

9 La Virgen ense a que en las amarguras y en los peque os disgustos profesionales, familiares, podemos buscar y descubrir el ROSTRO de cristo ; y, como consecuencia, estaremos lle-nos de paz incluso en medio del dolor. VER NICA, UN CORAZ N BUENOC uenta una tradici n de la Iglesia que, un poco m s adelante, una mujer sale al paso del Se orcon la intenci n de limpiarle el ROSTRO . Es el nico hecho que sabemos de Ver nica, pues con estenombre es conocida. Quiz s no se hab a planteado nunca conscientemente ese anhelo ver la faz de Jesucristo e inclusosi lo hab a hecho, pensar a que el motivo por el que ahora buscaba ese ROSTRO era m s sencillo: ellas lo pretend a tener una atenci n con aquel Hombre que sufr a.

10 Sin embargo, esta mujer, que nisiquiera aparece en los Evangelios, ha dado un nombre propio al deseo de contemplar la faz de Dios. Bienaventurados, vuestros ojos porque ven (..). Porque en verdad os digo que muchos profe-tas y justos ansiaron ver lo que est is viendo y no lo vieron[15]. Si a la Ver nica se pueden apli-car especialmente estas palabras, si ella realiz esa aspiraci n que ha llenado el alma de tantossantos a lo largo de la historia, fue por su bondad sencilla, porque su coraz n de mujer buena nose deja contagiar por la brutalidad de los soldados, ni inmovilizar por el miedo de los disc pu-2EL ROSTRO DE JES Slos [16], no se frena ante la oportunidad de prestar un peque o servicio.


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