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EN LA COLONIA PENITENCIARIA - biblioteca.org.ar

FRANZ KAFKA EN LA COLONIA PENITENCIARIA 2003 - Reservados todos los derechos Permitido el uso sin fines comerciales FRANZ KAFKA EN LA COLONIA PENITENCIARIA -Es un aparato singular dijo el oficial al explorador, y contempl con cierta admiraci n el aparato que le era tan conocido. El explorador parec a haber aceptado s lo por cortes a la invitaci n del comandante para presenciar la ejecuci n de un soldado condenado por desobediencia e insulto hacia sus superiores. En la COLONIA PENITENCIARIA no era tampoco muy grande el inter s suscitado por esta ejecuci n. Por lo menos, en ese peque o valle, profundo y arenoso, rodeado totalmente por ricos desnudos, s lo se encontraban, adem s del oficial y el explorador, el condenado, un hombre de boca grande y aspecto est pido, de cabello y rostro descuidados, y un soldado, que sosten a la pesada cadena donde converg an las cadenitas que reten an al condenado por los tobillos y las mu ecas, as como por el cuello, y que estaban unidas entre s mediante cadenas secundarias.

FRANZ KAFKA EN LA COLONIA PENITENCIARIA -Es un aparato singular – dijo el oficial al explorador, y contempló con cierta admiración el aparato que le era tan conocido.

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1 FRANZ KAFKA EN LA COLONIA PENITENCIARIA 2003 - Reservados todos los derechos Permitido el uso sin fines comerciales FRANZ KAFKA EN LA COLONIA PENITENCIARIA -Es un aparato singular dijo el oficial al explorador, y contempl con cierta admiraci n el aparato que le era tan conocido. El explorador parec a haber aceptado s lo por cortes a la invitaci n del comandante para presenciar la ejecuci n de un soldado condenado por desobediencia e insulto hacia sus superiores. En la COLONIA PENITENCIARIA no era tampoco muy grande el inter s suscitado por esta ejecuci n. Por lo menos, en ese peque o valle, profundo y arenoso, rodeado totalmente por ricos desnudos, s lo se encontraban, adem s del oficial y el explorador, el condenado, un hombre de boca grande y aspecto est pido, de cabello y rostro descuidados, y un soldado, que sosten a la pesada cadena donde converg an las cadenitas que reten an al condenado por los tobillos y las mu ecas, as como por el cuello, y que estaban unidas entre s mediante cadenas secundarias.

2 De todos modos, el condenado ten a un aspecto tan caninamente sumiso que al parecer hubieran podido permitirle correr en libertad por los riscos circundantes, para llamarlo con un simple silbido cuando llegara el momento de la ejecuci n. El explorador no se interesaba mucho por el aparato y se paseaba detr s del condenado con visible indiferencia, mientras el oficial daba fin a los ltimos preparativos, arrastr ndose de pronto bajo el aparato, profundamente hundido en la tierra, o trepando de pronto por una escalera para examinar las partes superiores. F cilmente hubiera podido ocuparse de estas labores un mec nico, pero el oficial las desempe aba con gran celo, tal vez porque admiraba el aparato, o tal vez porque por diversos motivos no se pod a confiar ese trabajo a otra persona. - Ya est todo listo! exclam finalmente, y descendi de la escalera. Parec a extraordinariamente fatigado, respiraba por la boca muy abierta, y se hab a metido dos finos pa uelos de mujer bajo el cuello del uniforme.

3 -Estos uniformes son demasiado pesados para el tr pico coment el explorador, en vez de hacer alguna pregunta sobre el aparato, como hubiese deseado el oficial. -En efecto dijo ste, y se lav las manos sucias de aceite y de grasa en un balde que all hab a-; pero para nosotros son s mbolos de la patria; no queremos olvidarnos de nuestra patria. Y ahora f jese en este aparato prosigui inmediatamente, sec ndose las manos con una toalla y mostrando aqu l al mismo tiempo-. Hasta ahora intervine yo, pero de aqu en adelante funciona absolutamente solo. El explorador asinti , y sigui al oficial. ste quer a cubrir todas las contingencias, y por eso dijo: -Naturalmente, a veces hay inconvenientes; espero que no los haya hoy, pero siempre se debe contar con esa posibilidad. El aparato deber a funcionar interrumpidamente durante doce horas. Pero, cuando hay entorpecimientos, son sin embargo desde ables, y se los soluciona r pidamente. - No quiere sentarse?

4 Pregunt luego, sacando una silla de mimbre entre un mont n de sillas semejantes, y ofreci ndosela al explorador; ste no pod a rechazarla. Se sent entonces; al borde de un hoyo estaba la tierra removida, dispuesta en forma de parapeto; del otro lado estaba el aparato. -No s dijo el oficial- si el comandante le ha explicado ya el aparato. El explorador hizo un adem n incierto; el oficial no deseaba nada mejor, porque as pod a explicarle personalmente el funcionamiento. -Este aparato dijo, tom ndose de una manivela, y apoy ndose en ella- es un invento de nuestro antiguo comandante. Yo asist a los primer simos experimentos, y tom parte en todos los trabajos, hasta su terminaci n. Pero el m rito del descubrimiento s lo le corresponde a l. No ha o do hablar usted de nuestro antiguo comandante? No? Bueno, no exagero si le digo que casi toda la organizaci n de la COLONIA PENITENCIARIA es obra suya. Nosotros, sus amigos, sab amos aun antes de su muerte que la organizaci n de la COLONIA era un todo tan perfecto que su sucesor, aunque tuviera mil nuevos proyectos en la cabeza por lo menos durante muchos a os no podr a cambiar nada.

5 Y nuestra profec a se cumpli ; el nuevo comandante se vio obligado a admitirlo. L stima que usted no haya conocido a nuestro antiguo comandante. Pero el oficial se interrumpi - estoy divagando, y aqu est el aparato. Como usted ve, consta de tres partes. Con el correr del tiempo se generaliz la costumbre de designar a cada una de estas partes mediante una especie de sobrenombre popular. La inferior se llama la Cama, la de arriba el Dise ador, y sta del medio, la Rastra. - La Rastra? pregunt el explorador. No hab a escuchado con mucha atenci n; el sol ca a con demasiada fuerza en ese valle sin sombras, apenas pod a uno concentrar los pensamientos. Por eso mismo le parec a m s admirable ese oficial que, a pesar de su chaqueta de gala, ajustada, cargada de charreteras y de adornos, prosegu a con tanto entusiasmo sus explicaciones, y adem s, mientras hablaba, ajustaba aqu y all alg n tornillo con un destornillador. En una situaci n semejante a la del explorador parec a encontrarse el soldado.

6 Se hab a enrollado con una mano en el fusil, cabizbajo, no se preocupaba por nada de lo que ocurr a. Esto no sorprendi al explorador, ya que el oficial hablaba en franc s, y ni el soldado ni el condenado entend an el franc s. Por eso mismo era m s curioso que el condenado se esforzara por seguir las explicaciones del oficial. Con una especie de so olienta insistencia, dirig a la mirada hacia donde el oficial se alaba, y cada vez que el explorador hac a una pregunta, tambi n l, como el oficial, lo miraba. -S , la Rastra dijo el oficial-, un nombre bien educado. Las agujas est n colocadas en ellas como los dientes de una rastra, y el conjunto funciona adem s como una rastra, aunque s lo en un lugar determinado, y con mucho m s arte. De todos modos, ya lo comprender mejor cuando se lo explique. Aqu , sobre la Cama, se coloca al condenado. Primero le describir el aparato, y despu s lo pondr en movimiento. As podr entenderlo mejor. Adem s, uno de los engranajes del Dise ador est muy gastado; chirr a mucho cuando funciona, y apenas se entiende lo que uno habla; por desgracia, aqu es muy dif cil conseguir piezas de repuesto.

7 Bueno, sta es la Cama, como dec amos. Est totalmente cubierta con una capa de algod n en rama; pronto sabr usted por qu . Sobre este algod n se coloca al condenado, boca abajo, naturalmente desnudo; aqu hay correas para sujetarle las manos, aqu para los pies, y aqu para el cuello. Aqu , en la cabecera de la Cama (donde el individuo, como ya le dije, es colocado primeramente boca abajo), esta peque a mordaza de fieltro, que puede ser f cilmente regulada, de modo que entre directamente en la boca del hombre. Tiene la finalidad de impedir que grite o se muerda la lengua. Naturalmente, el hombre no puede alejar la boca del fieltro, porque si no la correa del cuello le quebrar a las v rtebras. - Esto es algod n? pregunt el explorador, y se agach . -S , claro dijo el oficial riendo-; t quelo usted mismo. Cogi la mano del explorador, y se la hizo pasar por la Cama. -Es un algod n especialmente preparado, por eso resulta tan irreconocible; ya le hablar de su finalidad.

8 El explorador comenzaba a interesarse un poco por el aparato; protegi ndose los ojos con la mano, a causa del sol, contempl el conjunto. Era una construcci n elevada. La Cama y el Dise ador ten an igual tama o, y parec an dos oscuros cajones de madera. El Dise ador se elevaba unos dos metros sobre la Cama; los dos estaban unidos entre s , en los ngulos, por cuatro barras de bronce, que casi resplandec an al sol. Entre los cajones, oscilaba sobre una cinta de acero la Rastra. El oficial no hab a advertido la anterior indiferencia del explorador, pero s not su inter s naciente; por lo tanto interrumpi las explicaciones para que su interlocutor pudiera dedicarse sin inconvenientes al examen de los dispositivos. El condenado imit al explorador; como no pod a cubrirse los ojos con la mano, miraba hacia arriba, parpadeando. -Entonces, aqu se coloca al hombre dijo el explorador, ech ndose hacia atr s en su silla, y cruzando las piernas..S dijo el oficial, corri ndose la gorra un poco hacia atr s y pas ndose la mano por el rostro acalorado-, y ahora escuche.

9 Tanto la Cama como el Dise ador tienen bater as el ctricas propias; la Cama la requiere para s , el Dise ador para la Rastra. En cuanto el hombre est bien asegurado con las correas, la Cama es puesta en movimiento. Oscila con vibraciones diminutas y muy r pidas, tanto lateralmente como verticalmente. Usted habr visto aparatos similares en los hospitales; pero en nuestra Cama todos los movimientos est n exactamente calculados; en efecto, deben estar minuciosamente sincronizados con los movimientos de la Rastra. Sin embargo, la verdadera ejecuci n de la sentencia corresponde a la Rastra. - C mo es la sentencia? pregunt el explorador. - Tampoco sabe eso? dijo el oficial, asombrado, y se mordi los labios-. Perd neme si mis explicaciones son tal vez un poco desordenadas: le ruego realmente que me disculpe. En otros tiempos, correspond a en realidad al comandante dar las explicaciones, pero el nuevo comandante rehuye ese honroso deber; de todos modos, el hecho de que a una visita de semejante importancia y aqu el explorador trat de restar importancia al elogio, con un adem n de las manos, pero el oficial insisti -, a una visita de semejante importancia ni siquiera se la ponga en conocimiento del car cter de nuestras sentencias constituye tambi n una ins lita novedad, Y no sab a nada, la culpa no es m a.

10 De todos modos, yo soy la persona m s capacitada para explicar nuestros procedimientos, ya que tengo en mi poder y se palme el bolsillo superior- los respectivos dise os preparados por la propia mano de nuestro antiguo comandante. - Los dise os del comandante mismo? pregunt el explorador- Reun a entonces todas las cualidades? Era soldado, juez, constructor, qu mico y dibujante? -Efectivamente dijo el oficial, asintiendo con una mirada impenetrable y lejana. Luego se examin las manos; no le parec an suficientemente limpias para tocar los dise os; por lo tanto, se dirigi hacia el balde, y se lav nuevamente. Luego sac un peque o portafolio de cuero, y dijo: -Nuestra sentencia no es aparentemente severa. Consiste en escribir sobre el cuerpo del condenado, mediante la Rastra, la disposici n que l mismo ha violado. Por ejemplo, las palabras inscritas sobre el cuerpo de este condenando y el oficial se al al individuo- ser n: HONRA A TUS SUPERIORES.


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