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G. W. F. Hegel LECCIONES DE EST TICA Volumen I Traducci n del alem n de Ra l Gab s T tulo original alem n: Vorlesungen ber die sthetik. No se permite la reproducci n total o parcial de este libro, ni su inclusi n en un sistema inform tico, ni la transmisi n en cualquier forma o cualquier medio, ya sea electr nico, mec nico, por fotocopia, por registro o por otros m todos, sin el per- miso previo y por escrito de los titulares del copyright y de la casa editora. Cubierta de Jordi Fornas. Primera edici n: mayo de 1989. Derechos exclusivos de esta edici n (incluyendo la traducci n y el dise o de la cubierta): Edicions 62 s|a., Proven a 278, OS008 - Barcelona. Impreso en Nova-Gr fik s|a., Puigcerd 127, 08019 - Barcelona. Dep sito legal: B. 1989. ISBN: 84-297-2959-3. 3 NOTA DEL TRADUCTOR Las LECCIONES de est tica de Hegel que ahora presentamos son la traducci n castellana de la edici n Suhrkamp (1970) en tres to- mos.

3 NOTA DEL TRADUCTOR Las Lecciones de estética de Hegel que ahora presentamos son la traducción castellana de la edición Suhrkamp (1970) en tres to- mos. El texto alemán se basa en la edición de las obras completas

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1 G. W. F. Hegel LECCIONES DE EST TICA Volumen I Traducci n del alem n de Ra l Gab s T tulo original alem n: Vorlesungen ber die sthetik. No se permite la reproducci n total o parcial de este libro, ni su inclusi n en un sistema inform tico, ni la transmisi n en cualquier forma o cualquier medio, ya sea electr nico, mec nico, por fotocopia, por registro o por otros m todos, sin el per- miso previo y por escrito de los titulares del copyright y de la casa editora. Cubierta de Jordi Fornas. Primera edici n: mayo de 1989. Derechos exclusivos de esta edici n (incluyendo la traducci n y el dise o de la cubierta): Edicions 62 s|a., Proven a 278, OS008 - Barcelona. Impreso en Nova-Gr fik s|a., Puigcerd 127, 08019 - Barcelona. Dep sito legal: B. 1989. ISBN: 84-297-2959-3. 3 NOTA DEL TRADUCTOR Las LECCIONES de est tica de Hegel que ahora presentamos son la traducci n castellana de la edici n Suhrkamp (1970) en tres to- mos.

2 El texto alem n se basa en la edici n de las obras completas que vio la luz entre 1832 y 1845. sta lleva el t tulo: Werke. Ge- sammelte Ausgabe IM 18 Bde. Berl n 1832-1845. Sin entrar en un estudio cr tico de los pros y contras de cada edici n, advertimos solamente que la de Suhrkamp est hecha con gran rigor filol gico y, por otra parte, puede considerarse en este momento como la edici n escolar preferentemente usada en el mer- cado alem n. Nunca es tarea f cil traducir, o sea, mediar entre mundos dife- rentes. La dificultad crece cuando se trata de un autor como Hegel , cuya manera de escribir es un tanto at pica dentro de su propio mundo ling stico. Hegel utiliza un lenguaje recargado y complejo, aunque muy preciso en sus t rminos.

3 No dudo de que ser a desea- ble una recreaci n digna de los mejores cl sicos castellanos. Pero la traducci n y la hermen utica tienen algo de impuro. Se produce all una fusi n de horizontes. Cuando dos r os confluyen, ninguno de ellos sigue siendo el mismo. En el encuentro entre el alem n y el castellano es inevitable que se castellanice el primero y se ger- manice el segundo. Por nuestras autopistas nacionales ruedan auto- m viles de importaci n. La patente es extranjera y la autopista na- cional. Traducir es, hasta cierto punto, importar . Creen ustedes que se pueden importar contenidos sin sus correspondientes giros ling sticos? Por m s que las lenguas se hacen desde dentro, tam- bi n los contactos fronterizos revisten importancia gen tica para ellas.

4 No obstante, cada gram tica tiene leyes estructurales que marcan linderos del sentido y sinsentido, de lo claro y confuso, de lo comprensible e incomprensible. Sin echar a perder o desdibujar ninguno de los pensamientos de Hegel , he procurado dividir, aligerar y rehacer los pasajes m s abigarrados. En el marco fundamental de una gram tica castella- na, espero que el lector llegue a familiarizarse e incluso disfrutar con las expresiones peculiares de este autor: En s , para s , en y para s , inmediatez , mediaci n , m s aqu , finito-in- finito , exteriorizaci n , alienaci n , universal y particular , etc. 4 La terminolog a se mantiene uniforme a trav s de mi traduc- ci n. Quedan, sin duda, lugares discutibles. Por ejemplo, m s de una vez dud de si la traducci n de durch sich era el t pico para s , o bien, en ciertos contextos, la expresi n a trav s de s mismo.

5 A veces en una misma frase Hegel dice que el esp ritu se hace para s a trav s de s mismo . En general, he respetado la terminolog a que, hasta donde alcanzan mis conocimientos, est ya difundida en el mundo de habla castellana. No me pareci opor- tuno sobrecargar el texto con notas aclaratorias. En contadas oca- siones he introducido alguna para facilitar la lectura. De igual ma- nera est reducido a la medida de lo imprescindible el uso de ex- presiones alemanas entre par ntesis. No siempre encontr traduc- ci n castellana'de los fragmentos po ticos citados por Hegel . En tales casos, ruego comprensi n a los poetas. Antes de sumergirse en el texto de Hegel , quiz quiera alg n lector recabar mi opini n acerca de si l escribe bellamente sobre lo bello y el arte. En la naturaleza hay lugares escarpados que pro- ducen una primera sensaci n de rechazo y, sin embargo, una vez conquistados abren las puertas de la emoci n y la hermosura.

6 La imagen puede aplicarse a la est tica de Hegel . sta exige una lec- tura lenta, reposada y reflexiva. Pero, finalmente, galardona al es- forzado con los horizontes que emergen desde una de las cumbres destacadas del esp ritu humano. Y quisiera resaltar que la Est tica de Hegel es, a mi juicio, la obra de este autor que mejor permite acceder a su sistema. Hoy no resulta atractivo hablar de sistema . En el caso de He- gel lo sorprendente es que l no s lo da raz n del nacimiento de su propio edificio, sino tambi n de la destrucci n de los templos absolutos del absoluto en la historia. En qu medida la prognosis hegeliana del final del arte puede considerarse como un vaticinio de la situaci n actual? La construcci n hegeliana parece pecar de un exceso de esque- matismo reiterativo. No obstante, c mo llegaremos a contemplar las movidas crestas del mar? Una mirada que abarca desde las fi- guras del arte griego hasta la desfigurada postmodernidad, tiene algo de fascinante aunque obedezca a capricho.

7 Y si hay caprichos menores y m s grandes, dir a que el de Hegel no es el mayor. R. GAB S 5- Introducci n. Dedicamos estas LECCIONES a la est tica, cuyo objeto es el amplio reino de lo bello. Hablando con mayor precisi n, su campo es el arte y, en un sentido m s estricto, el arte bello. Hemos de reconocer que la palabra est tica no es totalmente adecuada para designar este objeto. En efecto, est tica designa m s propiamente la ciencia del sentido, de la sensaci n. Recibi esa acepci n como una nueva ciencia o, m s bien, como algo que hab a de llegar a ser una disciplina filos fica, en la escuela de Wolff. Su origen se remonta, pues, a un tiempo en el que las obras de arte se consideraban en Alemania bajo el aspecto de las sensa- ciones que estaban destinadas a producir, as , por ejemplo, las sen- saciones de agrado, de admiraci n, de temor, de compasi n, Habida cuenta de que este nombre resultaba inadecuado o, m s exactamente, superficial, no faltaron intentos de encontrar otras de- nominaciones, as la de cal Pero tambi n sta resulta insatis- factor a, pues la ciencia a la que se refiere no considera lo bello en general, sino solamente lo bello del arte.

8 Por eso nos quedaremos con el t rmino est tica , pues, por tratarse de mera cuesti n de nombre, el asunto es indiferente para nosotros. Adem s, entretan- to el vocablo ha pasado al lenguaje cotidiano, de modo que pode- mos retenerlo como nombre. Sin embargo, la expresi n genuina para nuestra ciencia es la de filosof a del arte y, m s exactamen- te, filosof a del arte bello . I. DELIMITACI N DE LA EST TICA Y REFUTACI N DE ALGUNAS OBJECIONES CONTRA LA FILOSOF A DEL ARTE Mediante esta expresi n excluimos inmediatamente lo bello na- tural. Tal delimitaci n de nuestro objeto puede parecer una deter- minaci n arbitraria, tan arbitraria como la facultad que tienen las ciencias de demarcar el propio campo a su antojo. Pero no pode- mos entender en este sentido la limitaci n de la est tica a la be- lleza art stica. Ciertamente, en la vida cotidiana acostumbramos a utilizar expresiones como color bello, cielo hermoso, bellos arro- yos, bellas flores, animales bellos y, sobre todo, hombres bellos* No queremos entrar aqu en la disputa de si puede atribuirse con 1.

9 Del griego kal s = bello. 6 raz n a tales objetos la cualidad de la belleza, situando en conse- cuencia lo bello natural junto a lo bello art stico. Pero afirmamos ya de entrada que la belleza art stica es superior a la naturaleza. En efecto, lo bello del arte es la belleza nacida y renacida del es- p ritu. En la misma medida en que el esp ritu y sus producciones son superiores a la naturaleza y sus manifestaciones, descuella lo bello del arte por encima de la belleza natural. Bajo el aspecto formal, incluso una mala ocurrencia que pase por la cabeza del hombre, est por encima de cualquier producto natural, pues en tal ocurrencia est siempre presente el sello del esp ritu y de la libertad. En lo relativo al contenido, es cierto que, por ejemplo, el sol tiene upa dimensi n absolutamente necesaria, mientras que una ocurrencia desacertada desaparece como casual y transitoria.

10 Sin embargo, tomada por s misma, una existencia natural como la del sol es indiferente, no es libre en s y consciente de s ; y si la consideramos en su conexi n necesaria con otras cosas, no la con- sideramos para s misma, ni, por tanto, como bella. Hemos dicho, de manera muy general, que el esp ritu y su be- lleza art stica son superiores a la belleza natural, o que est n por encima de ella. Pero con ello apenas hemos afirmado nada, pues superior o por encima es una expresi n totalmente indetermi- nada, la cual designa la belleza natural y la art stica como si estu- vieran yuxtapuestas en el espacio de la representaci n, indicando as una diferencia meramente cuantitativa y, por tanto, extr nseca. En verdad, lo superior del esp ritu y de su belleza art stica sobre la naturaleza no es algo puramente relativo. M s bien, el esp ritu es por primera vez lo verdadero, que lo abarca todo en s , de modo que cualquier cosa bella s lo es aut nticamente bella como part - cipe de esto superior y engendrada por ello.