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Jesús de Nazaret PRÓLOGO INTRODUCCIÓN UNA …

Jes s de Nazaret Joseph Ratzinger Primera edici n: septiembre de 2007. Cap tulo: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 Bibliograf a PR LOGO. INTRODUCCI N. UNA PRIMERA MIRADA AL MISTERIO DE JES S. EL BAUTISMO DE JES S. LAS TENTACIONESDE JES S. EL EVANGELIO DEL REINO DE DIOS. EL SERM N DE LA MONTA A. 1. LAS BIENAVENTURANZAS. 2. LA TOR DEL MES AS. LA ORACI NDEL SE OR. Padre nuestro, que est s en el cielo Santificado sea tu nombre Venga a nosotros tu reino H gase tu voluntad en la tierra como en el cielo Danos hoy nuestro pan de cada d a Perdona nuestras ofensas, como tambi n nosotros perdonamos a los que nos ofenden No nos dejes caer en la tentaci n Y l branos del mal 6. LOS DISC PULOS. 7. EL MENSAJE DE LAS PAR BOLAS. 1. NATURALEZA Y FINALIDAD DE LAS PAR BOLAS.

• 3. el evangelio del reino de dios • 4. el sermÓn de la montaÑa • 5. la oraciÓn del seÑor • 6. los discÍpulos • 7. el mensaje de las parÁbolas

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1 Jes s de Nazaret Joseph Ratzinger Primera edici n: septiembre de 2007. Cap tulo: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 Bibliograf a PR LOGO. INTRODUCCI N. UNA PRIMERA MIRADA AL MISTERIO DE JES S. EL BAUTISMO DE JES S. LAS TENTACIONESDE JES S. EL EVANGELIO DEL REINO DE DIOS. EL SERM N DE LA MONTA A. 1. LAS BIENAVENTURANZAS. 2. LA TOR DEL MES AS. LA ORACI NDEL SE OR. Padre nuestro, que est s en el cielo Santificado sea tu nombre Venga a nosotros tu reino H gase tu voluntad en la tierra como en el cielo Danos hoy nuestro pan de cada d a Perdona nuestras ofensas, como tambi n nosotros perdonamos a los que nos ofenden No nos dejes caer en la tentaci n Y l branos del mal 6. LOS DISC PULOS. 7. EL MENSAJE DE LAS PAR BOLAS. 1. NATURALEZA Y FINALIDAD DE LAS PAR BOLAS.

2 2. TRES GRANDES RELATOS DE PAR BOLAS DE LUCAS. 8. LAS GRANDES IM GENES DEL EVANGELIO DE JUAN. 1. INTRODUCCI N: LA CUESTI N JOANICA. 2. LAS GRANDES IM GENES DEL EVANGELIO DE JUAN. El agua La vid y el vino El pan El pastor DOS HITOS IMPORTANTES EN EL CAMINO DE JES S: 1. LA CONFESI N DE PEDRO. 2. LA TRANSFIGURACI N. NOMBRES CON LOS QUE JES S SE DESIGNA A S MISMO. 1. EL HIJO DEL HOMBRE. 2. EL HIJO. 3. "YO SOY". NOTA EDITORIAL. SIGLAS. BIBLIOGRAF A. 1. EL BAUTISMO DE JES S. 2. LAS TENTACIONES DE JES S. 3. EL EVANGELIO DEL REINO DE DIOS. 4. EL SERM N DE LA MONTA A. 5. LA ORACI N DEL SE OR. 6. LOS DISC PULOS. 7. EL MENSAJE DE LAS PAR BOLAS. 8. LAS GRANDES IM GENES DEL EVANGELIO DE JUAN. El agua La vid y el vino El pan El pastor 9.

3 LA CONFESI N DE PEDRO Y LA TRANSFIGURACI N. 10. NOMBRES CON LOS QUE JES S SE DESIGNA A Si MISMO. PR LOGO. Este libro sobre Jes s, cuya primera parte se publica ahora, es fruto de un largo camino interior. En mis tiempos de juventud -a os treinta y cuarenta- hab a toda una serie de obras fascinantes sobre Jes s: las de Karl Adam, Romano Guardini, Franz Michel Wiliam, Giovanni Papini, Daniel Rops, por mencionar s lo algunas. En ellas se presentaba la figura de Jes s a partir de los Evangelios: c mo vivi en la tierra y c mo -aun siendo verdaderamente hombre- llev al mismo tiempo a los hombres a Dios, con el cual era uno en cuanto Hijo. As , Dios se hizo visible a trav s del hombre Jes s y, desde Dios, se pudo ver la imagen del aut ntico hombre.

4 En los a os cincuenta comenz a cambiarla situaci n. La grieta entre el "Jes s hist rico" y el "Cristo de la fe" se hizo cada vez m s profunda; a ojos vistas se alejaban uno de otro. Pero, qu puede significar la fe en Jes s el Cristo, en Jes s Hijo del Dios vivo, si resulta que el hombre Jes s era tan diferente de como lo presentan los evangelistas y como, partiendo de los Evangelios, lo anuncia la Iglesia? Los avances de la investigaci n hist rico-cr tica llevaron a distinciones cada vez m s sutiles entre los diversos estratos de la tradici n. Detr s de stos la figura de Jes s, en la que se basa la fe, era cada vez m s nebulosa, iba perdiendo su perfil. Al mismo tiempo, las reconstrucciones de este Jes s, que hab a que buscar a partir de las tradiciones de los evangelistas y sus fuentes, se hicieron cada vez m s contrastantes: desde el revolucionario antirromano que luchaba por derrocar a los poderes establecidos y, naturalmente, fracasa, hasta el moralista benigno que todo lo aprueba y que, incomprensiblemente, termina por causar su propia ruina.

5 Quien lee una tras otra algunas de estas reconstrucciones puede comprobar enseguida que son m s una fotograf a de sus autores y de sus propios ideales que un poner al descubierto un icono que se hab a desdibujado. Por eso ha ido aumentando entretanto la desconfianza ante estas im genes de Jes s; pero tambi n la figura misma de Jes s se ha alejado todav a m s de nosotros. Como resultado com n de todas estas tentativas, ha quedado la impresi n de que, en cualquier caso, sabemos pocas cosas ciertas sobre Jes s, y que ha sido s lo la fe en su divinidad la que ha plasmado posteriormente su imagen. Entretanto, esta impresi n ha calado hondamente en la conciencia general de la cristiandad. Semejante situaci n es dram tica para la fe, pues deja incierto su aut ntico punto de referencia: la ntima amistad con Jes s, de la que todo depende, corre el riesgo de moverse en el vac o.

6 El exegeta cat lico de habla alemana quiz s m s importante de la segunda mitad del siglo XX, Rudolf Schnackenburg, percibi en sus ltimos a os, fuertemente impresionado, el peligro que de esta situaci n se derivaba para la fe y, ante lo poco adecuadas que eran todas las im genes "hist ricas" de Jes s elaboradas mientras tanto por la ex gesis, se embarc en su ltima gran obra: Die Person Jesu Christ im Spiegel der vier Evangelien [La persona de Jesucristo reflejada en los cuatro Evangelios]. El libro se pone al servicio de los creyentes "a los que hoy la investigaci n cient hace sentirse inseguros, para que conserven su fe en la persona de Jesucristo como redentor y salvador del mundo" (p. 6). Al final del libro, tras toda una vida de investigaci n, Schnackenburg llega a la conclusi n "de que mediante los esfuerzos de la investigaci n con m todos hist rico-cr ticos no se logra, o se logra de modo insuficiente, una visi n fiable de la figura hist rica de Jes s de Nazaret " (p.)

7 348); "el esfuerzo de la investigaci n exeg por identificar estas tradiciones y llevarlas a lo hist ricamente digno de cr nos somete a una discusi n continua de la historia de las tradiciones y de la redacciones que nunca se acaba" (p. 349). Las exigencias del m todo, que l considera a la vez necesario e insuficiente, hacen que en su representaci n de la figura de Jes s haya una cierta discrepancia: Schnackenburg nos muestra la imagen del Cristo de los Evangelios, pero la considera formada por distintas capas de tradici n superpuestas, a trav s de las cuales s lo se puede divisar de lejos al "verdadero" Jes s. "Se presupone el fundamento hist rico, pero ste queda rebasado en la visi n de fe de los Evangelios", escribe (p.

8 353). Nadie duda de ello, pero no queda claro hasta d nde llega el "fundamento hist rico". Sin embargo, Schnackenburg ha dejado claro como dato verdaderamente hist rico el punto decisivo: el ser de Jes s relativo a Dios y su uni n con El (p. 353). "Sin su enraizamiento en Dios, la persona de Jes s resulta vaga, irreal e inexplicable" (p. 354). Este es tambi n el punto de apoyo sobre el que se basa mi libro: considera a Jes s a partir de su comuni n con el Padre. Este es el verdadero centro de su personalidad. Sin esta comuni n no se puede entender nada y partiendo de ella El se nos hace presente tambi n hoy. Naturalmente, en la descripci n concreta de la figura de Jes s he tratado con decisi n de ir m s all de Schnackenburg.

9 El elemento problem tico de su definici n de la relaci n entre las tradiciones y la historia realmente acontecida se encuentra claramente, a mi modo de ver, en la frase: Los Evangelios "quieren, por as decirlo, revestir de carne al misterioso hijo de Dios aparecido sobre la " (p. 354). Quisiera decir al respecto: no necesitaban "revestirle" de carne, El se hab a hecho carne realmente. Pero, se puede encontrar esta carne a trav s de la espesura de las tradiciones? En el pr logo de su libro, Schnackenburg nos dice que se siente vinculado al m todo hist rico-cr tico, al que la enc clica Divino afflante Spiritu en 1943 hab a abierto las puertas para ser utilizado en la teolog a cat lica (p. 5). Esta Enc clica fue verdaderamente un hito importante para la ex gesis cat lica.

10 No obstante, el debate sobre los m todos ha dado nuevos pasos desde entonces, tanto dentro de la Iglesia cat lica como fuera de ella; se han desarrollado nuevas y esenciales visiones metodol gicas, tanto en lo que concierne al trabajo rigurosamente hist rico, como a la colaboraci n entre teolog a y m todo hist rico en la interpretaci n de la Sagrada Escritura. Un paso decisivo lo dio la Constituci n conciliar Dei Verbum, sobre la divina revelaci n. Tambi n aportan importantes perspectivas, maduradas en el mbito de la afanosa investigaci n exeg tica, dos documentos de la Pontificia Comisi n B blica: La interpretaci n de la Biblia en la Iglesia (Ciudad del Vaticano, 1993) y El pueblo jud o y sus Sagradas Escrituras en la Biblia cristiana (ibid.)


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