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La atenci n centrada en la persona. Sus aportaciones al cuidado de las personas con Alzheimer. Teresa Mart nez Rodr guez. Psic loga geront loga. Dra. en Ciencias de la Salud. Consejer a de Servicios y Derechos Sociales del Principado de Asturias. 1. De qu hablamos cuando hablamos de atenci n centrada en la persona La atenci n centrada en la persona (ACP), como su propio nombre indica, es un enfoque que sit a en el centro de la atenci n a la persona usuaria, en este caso a las personas mayores, defendiendo sus derechos y especialmente su autodeterminaci n. Aplicado a los servicios gerontol gicos que ofrecen cuidados de larga duraci n, implica que las pr cticas profesionales, normas y procedimientos se vuelven flexibles para atender a cada persona como un ser nico, valorado en su singularidad y con derecho a tener un control efectivo sobre su propia vida (Mart nez, 2014a; Misiorski, 2004; Misiorski & Kahn, 2005; Rodr guez, 2013).

Distintos autores han destacado la complejidad y multidimensionalidad de la ACP. Los diversos modelos que se han formulado desde este enfoque en el cuidado de

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1 La atenci n centrada en la persona. Sus aportaciones al cuidado de las personas con Alzheimer. Teresa Mart nez Rodr guez. Psic loga geront loga. Dra. en Ciencias de la Salud. Consejer a de Servicios y Derechos Sociales del Principado de Asturias. 1. De qu hablamos cuando hablamos de atenci n centrada en la persona La atenci n centrada en la persona (ACP), como su propio nombre indica, es un enfoque que sit a en el centro de la atenci n a la persona usuaria, en este caso a las personas mayores, defendiendo sus derechos y especialmente su autodeterminaci n. Aplicado a los servicios gerontol gicos que ofrecen cuidados de larga duraci n, implica que las pr cticas profesionales, normas y procedimientos se vuelven flexibles para atender a cada persona como un ser nico, valorado en su singularidad y con derecho a tener un control efectivo sobre su propia vida (Mart nez, 2014a; Misiorski, 2004; Misiorski & Kahn, 2005; Rodr guez, 2013).

2 No obstante la ACP no tiene una definici n nica ni consensuada y sus componentes o enunciados var an en funci n del mbito donde se ha desarrollado (salud, discapacidad, personas mayores, etc.). Cabe identificar tres acepciones que subyacen a las distintas aproximaciones conceptuales y definiciones propuestas en cuanto a los servicios gerontol gicos: la ACP como enfoque, la ACP como modelos (conceptualizadores y aplicados) y la ACP como intervenciones o metodolog as de intervenci n afines a este enfoque (Mart nez 2013, a,b). a) La ACP como enfoque de atenci n El enfoque hace referencia a la filosof a de la atenci n. La ACP como enfoque comprende un conjunto de principios o enunciados que orientan la atenci n partiendo de una determinada visi n de la persona (gr fico 1). La dignidad de las personas, el reconocimiento a su singularidad, el respeto a sus decisiones y modo de vida valores o la mirada hacia las capacidades son enunciados que se repiten en las distintas aproximaciones que pueden enmarcarse dentro del enfoque ACP.

3 Gr fico 1. Enfoque de la Atenci n centrada en la persona: visi n de la persona mayor 1 En este sentido, es posible afirmar la existencia de un enfoque ACP com n que incluye un conjunto de valores y enunciados compartidos que parten de una visi n global y humanista de la persona y que incorpora a las pr cticas profesionales basadas en la evidencia los principios ticos del cuidado. b) La ACP como modelo de atenci n Distintos autores han destacado la complejidad y multidimensionalidad de la ACP. Los diversos modelos que se han formulado desde este enfoque en el cuidado de larga duraci n a las personas mayores, incluyen diferentes componentes agrupados b sicamente en dos dimensiones: la atenci n personalizada o dirigida por la persona y el entorno. En la primera dimensi n se proponen componentes como el reconocimiento de cada persona como ser singular y valioso, el conocimiento de su biograf a y modo de vida, la autonom a personal, la personalidad y perspectiva de la persona, el cuidado individualizado y la relaci n social (Brooker, 2007; Chapell, Reid, & Gish, 2007; Edvardsson, Fetherstonhaugh, & Gibson, 2010; White, Newton-Curtis, & Lyons, 2008).

4 En cuanto a la segunda dimensi n, se han se alado factores entre los que cabe citar el espacio f sico, la actividad cotidiana significativa o diferentes variables de la organizaci n (Brooker & Woolley, 2007; Chapell et al., 2007; Edvardsson et al., 2010; Harmer & Orrel, 2008; White et al., 2008). Dada la diversidad de modelos existentes (McCormack, 2004; Nolan, Brown, Davies, Nolan, & Keady, 2006; Rodr guez 2013), quiz s lo m s correcto sea referirnos y hablar, en plural, de modelos ACP (frente al modelo ACP) que conceptualizan o desarrollan dicho enfoque (Mart nez 2013 a,b). c) La ACP como intervenciones y metodolog as afines El intento de definir y acotar lo que es la ACP tambi n se ha efectuado desde una mirada m s cercana a la intervenci n. En este sentido, algunos autores han enumerado las pr cticas, estrategias o t cnicas m s afines a este enfoque, entre las que se encuentran intervenciones muy diversas como la incorporaci n de la biograf a en el dise o del plan de atenci n (May, Edwards, & Brooker, 2009; Villar, 2006) las metodolog as que permiten la incorporaci n de las personas en el dise o de su plan de atenci n (Villar, Vila-Miravent, Celdr n, y Fern ndez, 2013), la intervenci n a trav s de las reminiscencias (Haight & Webster, 1995; Mart nez, 2012; Serrano, Latorre, Gatz, y Monta s, 2004.

5 Woods & Mc Kierman, 1995), las t cnicas de validaci n (Neal & Barton Wright, 1999), la organizaci n de la atenci n desde el bienestar y preferencias de las personas -frente a la organizaci n de la atenci n por protocolos de tareas- (Edvardsson, Sandman, & Rsamussen, 2005) o distintas intervenciones ambientales dirigidas a conseguir un espacio f sico hogare o y significativo (Brawley, 2006; Knudstrup, 2011; Regnier, 2012). En relaci n espec fica a las buenas pr cticas o cambios desarrollados en los nuevos alojamientos para personas mayores que est n en proceso de cambio de modelo , Bowers et al. (2007) han identificado las iniciativas asistenciales que con 2 mayor frecuencia se han ido incorporando en los centros norteamericanos adheridos al denominado movimiento por el cambio cultural de residencias y que pueden considerarse afines a un enfoque centrado en la persona.

6 En este sentido citan: la reorganizaci n del centro en unidades de convivencia a modo de grupos de vecinos que conviven en un espacio f sico y modo de vida hogare o; flexibilidad en la atenci n para ajustarse a las rutinas que la persona desea mantener (en el horario de comer, hora de levantarse y acostarse, actividades a realizar); opciones nuevas diversas para comer (buffet, alimentos fuera de horas de comedor, comedores hogare os en peque os grupos); ajuste al modo de ba o preferido (ba era, ducha, spa, t cnicas de ba o sin batalla ); actividades espont neas, no programadas en horario predeterminados en el centro y entendidas como disfrute y no s lo como terapia; aceptaci n de ciertas decisiones de las personas en relaci n al rechazo de algunos tratamientos y dietas prescritas; colaboraci n con las familias para que traigan objetos y pertenencias para decorar su habitaci n y centro; est mulo a los profesionales para que mantengan cercan a y v nculos con las personas usuarias (tiempos para que conversen y compartan aspectos de sus vidas con las personas); e invitaci n a las personas mayores y a las familias a participar en las reuniones donde se trata el plan de atenci n de cada persona.

7 Un aspecto importante a destacar y reconocer es que la ACP surge como una corriente alternativa y cr tica al modelo gerontol gico tradicional. Se plantea, en primer lugar, como una alternativa a modelos paternalistas donde el control y la decisi n de la atenci n se la arroga de forma exclusiva el profesional; adem s se muestra cr tica con modelos de atenci n y cuidados centrados en la enfermedad que se fijan en los d ficits y ofrecen una visi n uniforme de las personas agrupadas en perfiles patol gicos; finalmente se posiciona frente a modelos centrados en los servicios/organizaci n que vienen priorizando, frente a las necesidades y preferencias del individuo, los criterios de ndole laboral y organizativo. Sobre el origen de la ACP es com n atribuirlo a Carl Rogers, psicoterapeuta enmarcado en la corriente de psicolog a human stica, quien formul la Terapia centrada en el Cliente, la cual parte de la hip tesis central de que el individuo posee en s mismo medios para la auto-comprensi n y para el cambio del concepto de s mismo, de las actitudes y del comportamiento autodirigido.

8 Apuesta por la denominaci n cliente frente a paciente , ya que el cliente permanece con la responsabilidad y libertad sobre el proceso terap utico como un agente activo, en contraposici n al paciente que mantiene una posici n m s pasiva. En esta terapia cabe destacar dos caracter sticas: la confianza radical en la persona y el rechazo al papel directivo del terapeuta. Rogers insiste en la importancia que tienen las actitudes y cualidades del terapeuta para el buen resultado de la terapia. Destaca tres: a) La aceptaci n incondicionalmente positiva de la persona en b squeda de ayuda. El terapeuta acepta sin condici n alguna la manera en que la persona est dispuesta a revelarse y demostrarse en la relaci n frente al terapeuta; b) La empat a, es decir, la capacidad del terapeuta de entrar en el mundo del cliente, de ponerse en su lugar y llegar a comprender sus vivencias; y c) La autenticidad o congruencia, que permiten al terapeuta el di logo sincero y constructivo con el cliente.

9 La visi n de la persona y del proceso de interacci n profesional/cliente de la Terapia centrada en el Cliente ha suscitado gran inter s en diversos campos 3 profesionales y este enfoque ha sido trasladado, con diferentes matices, a otros mbitos de atenci n donde los profesionales mantienen relaciones de ayuda hacia otros como la educaci n, la atenci n a la discapacidad o a las personas mayores con demencia (Mart nez, 2011). Un aspecto fundamental que tampoco podemos perder de vista es que la ACP y los modelos afines aportan una visi n radicalmente diferente de otros abordajes m s cl sicos que tambi n buscan la atenci n individualizada. La principal diferencia estriba en el rol activo que la ACP otorga a las personas usuarias y las consecuencias que ello genera en la relaci n asistencial y en el modo de intervenir. La atenci n individual puede dirigirse a cubrir las necesidades de la persona sin tener en cuenta su participaci n en el proceso.

10 Sucede en las pr cticas de corte paternalista donde los profesionales son quienes deciden casi todas las cuestiones de la vida cotidiana de las personas, desde la creencia que al tener la condici n de expertos son quienes mejor pueden discernir sobre lo beneficioso para stas. Los modelos de atenci n centrada en la persona van m s all de la atenci n individual cl sica, aportando una mirada que profundiza en la idea de lo individual ligada necesariamente a la autonom a personal y a la gesti n de la vida cotidiana (Mart nez, 2014b). Sevilla et al. (2009), han enumerado con gran claridad, las principales diferencias existentes entre los modelos tradicionales, habitualmente centrados en los servicios y lo que aportan los modelos centrados en la persona, en relaci n a la planificaci n centrada en la persona desarrollada en la atenci n a la discapacidad. En la tabla 1 se puede ver la comparativa que ofrecen estos autores.


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