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LA CATEDRAL DEL MAR - serlib.com

Random House Mondadori Travessera de Gr cia 4749 08021 Barcelona Espa a LA CATEDRAL DEL MAR Ildefonso Falcones A o 1320 Mas a de Bernat Estanyol Navarcles, Principado de Catalu a En un momento en el que nadie parec a prestarle atenci n, Bernat levant la vista hacia el n tido cielo azul. El sol tenue de finales de septiembre acariciaba los rostros de sus invitados. Hab a invertido tantas horas y esfuerzos en la preparaci n de la fiesta que s lo un tiempo inclemente podr a haberla deslucido. Bernat sonri al cielo oto al y, cuando baj la vista, su sonrisa se acentu al escuchar el alborozo que reinaba en la ex-planada de piedra que se abr a frente a la puerta de los corrales, en la planta baja de la mas a. La treintena de invitados estaba exultante: la vendimia de aquel a o hab a sido espl , hombres, mujeres y ni os, hab an trabajado de sol a sol, primero recolectando la uva y despu s pis ndola, sin permitirse una jornada de descanso.

Bernat miró de reojo a su suegro, Pere Esteve, que no hacía más que pasear su inmensa barriga, sonriendo a unos y dirigiéndose de inmediato a otros.

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1 Random House Mondadori Travessera de Gr cia 4749 08021 Barcelona Espa a LA CATEDRAL DEL MAR Ildefonso Falcones A o 1320 Mas a de Bernat Estanyol Navarcles, Principado de Catalu a En un momento en el que nadie parec a prestarle atenci n, Bernat levant la vista hacia el n tido cielo azul. El sol tenue de finales de septiembre acariciaba los rostros de sus invitados. Hab a invertido tantas horas y esfuerzos en la preparaci n de la fiesta que s lo un tiempo inclemente podr a haberla deslucido. Bernat sonri al cielo oto al y, cuando baj la vista, su sonrisa se acentu al escuchar el alborozo que reinaba en la ex-planada de piedra que se abr a frente a la puerta de los corrales, en la planta baja de la mas a. La treintena de invitados estaba exultante: la vendimia de aquel a o hab a sido espl , hombres, mujeres y ni os, hab an trabajado de sol a sol, primero recolectando la uva y despu s pis ndola, sin permitirse una jornada de descanso.

2 S lo cuando el vino estaba dispuesto para hervir en sus barricas y los hollejos de la uva hab an sido almacenados para destilar orujo durante los tediosos d as de invierno, los payeses celebraban las fiestas de Bernat Estanyol hab a elegido contraer matrimonio durante esos d as. Bernat observ a sus invitados. Hab an tenido que levantarse al alba para recorrer a pie la distancia, en algunos casos muy Random House Mondadori Travessera de Gr cia 4749 08021 Barcelona Espa a extensa, que separaba sus mas as de la de los Estanyol. Charlaban con animaci n, quiz de la boda, quiz de la cosecha, quiz de ambas cosas; algunos, como un grupo donde se hallaban sus primos Estanyol y la familia Puig, parientes de su cu ado, estallaron en carcajadas y lo miraron con picard a. Bernat not que se sonrojaba y eludi la insinuaci n; no quiso siquiera imaginar la causa de aquellas risas.

3 Desperdigados por la explanada de la mas a distingui a los Fontan es, a los Vila, a los Joaniquet y, por supuesto, a los familiares de la novia: los Esteve. Bernat mir de reojo a su suegro, Pere Esteve, que no hac a m s que pasear su inmensa barriga, sonriendo a unos y dirigi ndose de inmediato a otros. Pere volvi el alegre rostro hacia l y Bernat se vio obligado a saludarle por en sima vez. ste busc con la mirada a sus cu ados y los encontr mezclados entre los invitados. Desde el primer momento lo hab an tratado con cierto recelo, por mucho que Bernat se hubiera esforzado por gan rselos. Bernat volvi a levantar la vista al cielo. La cosecha y el tiempo hab an decidido acompa arlo en su fiesta. Mir hacia su mas a y de nuevo hacia la gente y frunci ligeramente los labios. De repente, pese al tumulto reinante, se sinti solo.

4 Apenas hac a un a o que su padre hab a fallecido; en cuanto a Guiamona, su hermana, que se hab a instalado en Barcelona despu s de casarse, no hab a dado respuesta a los recados que l le hab a enviado, pese a lo mucho que le hubiera gustado volver a verla. Era el nico familiar directo que le quedaba desde la muerte de su Una muerte que hab a convertido la mas a de los Estanyol en el centro de inter s de toda la regi n: casamenteras y padres con hijas n biles hab an desfilado por ella sin cesar. Antes nadie acud a a visitarlos, pero la muerte de su padre, a quien sus arranques de rebeld a le hab an merecido el apodo de el loco Estanyol , hab a devuelto las esperanzas a quienes deseaban casar a su hija con el pay s m s rico de la regi n. Ya eres lo bastante mayor para casarte le dec an . Cu ntos a os tienes? Veintisiete, creo contestaba.

5 Random House Mondadori Travessera de Gr cia 4749 08021 Barcelona Espa a A esa edad ya casi deber as tener nietos le recriminaban . Qu har s solo en esta mas a? Necesitas una mujer. Bernat recib a los consejos con paciencia, sabiendo que indefectiblemente iban seguidos por la menci n de una candidata, cuyas virtudes superaban la fuerza del buey y la belleza de la m s incre ble puesta de sol. El tema no le resultaba el loco Estanyol, viudo tras nacer Guiamona, hab a intentado casarlo, pero todos los padres con hijas casaderas hab an salido de la mas a lanzando imprecaciones: nadie pod a hacer frente a las exigencias del loco Estanyol en cuanto a la dote que deb a aportar su futura nuera. De modo que el inter s por Bernat fue decayendo. Con la edad, el anciano empeor y sus desvar os de rebeld a se convirtieron en delirios.

6 Bernat se volc en el cuidado de las tierras y de su padre y, de repente, a los veintisiete a os, se encontr solo y asediado. Sin embargo, la primera visita que recibi Bernat cuando todav a no hab a enterrado al difunto fue la del alguacil del se or de Navarcles, su se or feudal. Cu nta raz n ten as, padre! , pens Bernat al ver llegar al alguacil y varios soldados a caballo. Cuando yo muera le hab a repetido el viejo hasta la saciedad en los momentos en que recuperaba la cordura , ellos vendr n; entonces debes ense arles el testamento. Y se alaba con un gesto la piedra bajo la cual, envuelto en cuero, se hallaba el documento que recog a las ltimas voluntades del loco Estanyol. Por qu , padre? le pregunt Bernat la primera vez que le hizo aquella advertencia. Como bien sabes le contest , poseemos estas tierras en enfiteusis, pero yo soy viudo, y si no hubiera hecho testamento, a mi muerte el se or tendr a derecho a quedarse con la mitad de todos nuestros muebles y animales.

7 Ese derecho se llama de intestia; hay muchos otros a favor de los se ores y debes conocerlos n, Bernat; vendr n a llevarse lo que es nuestro, y s lo si les ense as el testamento podr s librarte de ellos. Y si me lo quitasen? pregunt Bernat .Ya sabes c mo Aunque lo hicieran, est registrado en los libros. La ira del alguacil y la del se or corrieron por la regi n e Random House Mondadori Travessera de Gr cia 4749 08021 Barcelona Espa a hicieron a n m s atractiva la situaci n del hu rfano, heredero de todos los bienes del loco. Bernat recordaba muy bien la visita que le hab a hecho su ahora suegro antes del comienzo de la vendimia. Cinco sueldos, un colch n y una camisa blanca de lino; aqu lla era la dote que ofrec a por su hija Francesca. Para qu quiero yo una camisa blanca de lino? le pregunt Bernat sin dejar de trastear con la paja en la planta baja de la mas a.

8 Mira contest Pere Esteve. Apoy ndose sobre la horca, Bernat mir hacia donde le se alaba Pere Esteve: la entrada del establo. La horca cay sobre la contraluz apareci Francesca, vestida con la camisa blanca de Su cuerpo entero se le ofrec a a trav s de ella! Un escalofr o recorri la espina dorsal de Bernat. Pere Esteve sonri . Bernat acept la oferta. Lo hizo all mismo, en el pajar, sin ni siquiera acercarse a la muchacha, pero sin apartar los ojos de ella. Fue una decisi n precipitada, Bernat era consciente de ello, pero no pod a decir que se arrepintiera; all estaba Francesca, joven, bella, fuerte. Se le aceler la respiraci n. Hoy Qu estar a pensando la muchacha? Sentir a lo mismo que l? Francesca no participaba en la alegre conversaci n de las mujeres; permanec a en silencio junto a su madre, sin re r, acompa ando las bromas y carcajadas de las dem s con sonrisas forzadas.

9 Sus miradas se cruzaron durante un instante. Ella se sonroj y baj la vista, pero Bernat observ c mo sus pechos reflejaban su nerviosismo. La camisa blanca de lino volvi a aliarse con la fantas a y los deseos de Bernat. Te felicito! oy que le dec an por detr s mientras le palmeaban con fuerza la espalda. Su suegro se hab a acercado a l . Cu damela bien a adi siguiendo la mirada de Bernat y se alando a la muchacha, que ya no sab a d nde esconderse .Aun-que si la vida que le vas a proporcionar es como esta Es el mejor banquete que he visto nunca. Seguro que ni el se or de Navarcles puede gozar de estos manjares! Bernat hab a querido agasajar a sus invitados y hab a prepara Random House Mondadori Travessera de Gr cia 4749 08021 Barcelona Espa a do cuarenta y siete hogazas de pan rubio de harina de trigo; hab a evitado la cebada, el centeno o la espelta, usuales en la alimentaci n de los payeses.

10 Harina de trigo candeal, blanca como la camisa de su esposa! Cargado con las hogazas acudi al castillo de Navarcles para cocerlas en el horno del se or pensando que, como siempre, dos hogazas ser an suficiente pago para que le permitieran hacerlo. Los ojos del hornero se abrieron como platos ante el pan de trigo, y luego se cerraron formando unas inescrutables rendijas. En aquella ocasi n el pago ascendi a siete hogazas y Bernat abandon el cas-tillo jurando contra la ley que les imped a tener horno de cocer pan en sus , y forja, y guarnicioner Seguro le contest a su suegro, apartando de su mente aquel mal recuerdo. Ambos observaron la explanada de la mas a. Quiz le hubieran robado parte del pan, pens Bernat, pero no el vino que ahora beb an sus invitados el mejor, el que hab a trasegado su padre y hab an dejado envejecer durante a os , ni la carne de cerdo salada, ni la olla de verduras con un par de gallinas, ni, por supuesto, los cuatro corderos que, abiertos en canal y atados en palos, se asaban lentamente sobre las brasas, chisporroteando y despidiendo un aroma irresistible.


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