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LA ETICA DE LOS NEGOCIOS - …

(Modificado de:) LA TICA de los NEGOCIOS Robert C. Solomon Peter Singer (ed.), Compendio de tica Alianza Editorial, Madrid, 1995 (cap. 31, p gs. 483-498) Maldito sea el p blico. Yo estoy trabajando para mis accionistas. William Vanderbilt 1. Introducci n La tica de los NEGOCIOS ocupa una posici n peculiar en el campo de la tica aplicada . Al igual que sus hom logas en profesiones como la medicina y el derecho, consiste en una aplicaci n insegura de algunos principios ticos muy generales (del deber o la utilidad , por ejemplo) a situaciones y crisis espec ficas y a menudo nicas. Pero a diferencia de aquellas, la tica de los NEGOCIOS se interesa por un mbito de la empresa humana la mayor a de cuyos practicantes no gozan de estatus profesional y cuyos motivos por expresarlos suavemente, no suelen ser considerados precisamente nobles.

2. Breve historia de la ética de los negocios En sentido amplio, la actividad de los negocios existe al menos desde que los antiguos sumerios emprendiesen …

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1 (Modificado de:) LA TICA de los NEGOCIOS Robert C. Solomon Peter Singer (ed.), Compendio de tica Alianza Editorial, Madrid, 1995 (cap. 31, p gs. 483-498) Maldito sea el p blico. Yo estoy trabajando para mis accionistas. William Vanderbilt 1. Introducci n La tica de los NEGOCIOS ocupa una posici n peculiar en el campo de la tica aplicada . Al igual que sus hom logas en profesiones como la medicina y el derecho, consiste en una aplicaci n insegura de algunos principios ticos muy generales (del deber o la utilidad , por ejemplo) a situaciones y crisis espec ficas y a menudo nicas. Pero a diferencia de aquellas, la tica de los NEGOCIOS se interesa por un mbito de la empresa humana la mayor a de cuyos practicantes no gozan de estatus profesional y cuyos motivos por expresarlos suavemente, no suelen ser considerados precisamente nobles.

2 A menudo se cita la codicia (antiguamente llamada avaricia ) como el nico m vil de la vida de los NEGOCIOS , y por consiguiente la historia de la tica de los NEGOCIOS no es muy halagadora para stos. En cierto sentido, podemos remontar esa historia a la poca medieval y antigua, tiempos en los que, al margen de los ataques a los NEGOCIOS desde la filosof a y la religi n, pensadores pr cticos como Cicer n prestaron una gran atenci n a la cuesti n de la equidad en las transacciones comerciales ordinarias. Pero asimismo, durante una gran parte de esta historia el centro de atenci n estuvo casi por completo en estas transacciones particulares, impregnando este mbito de una fuerte sensaci n de lo ad hoc, una pr ctica supuestamente no filos fica que sol a rechazarse como casu stica . As pues, el objeto de la tica de los NEGOCIOS en su acepci n actual no tiene mucho m s de una d cada.

3 Hace s lo diez a os, su materia era a n una tosca amalgama de un examen rutinario de las teor as ticas, de unas pocas consideraciones generales sobre la justicia del capitalismo, y de algunos casos de NEGOCIOS ya protot picos, la mayor a de ellos desgracias, esc ndalos y cat strofes que mostraban la cara m s tenebrosa e irresponsable del mundo empresarial. La tica de los NEGOCIOS era un asunto carente de credenciales en el conjunto de la filosof a principal , sin un mbito conceptual propio. Ten a una orientaci n excesivamente pr ctica incluso para la tica aplicada y, en un mundo filos fico cautivado por ideas no mundanas y mundos meramente posibles , la tica de los NEGOCIOS estaba demasiado interesada por la moneda corriente del intercambio cotidiano: el dinero. Pero la propia filosof a se ha decantado de nuevo hacia el mundo real y la tica de los NEGOCIOS ha encontrado o se ha hecho un lugar en la uni n entre ambos.

4 Las aplicaciones nuevas y la sofisticaci n renovada de la teor a de juegos y de la teor a de la elecci n social han permitido introducir un an lisis m s formal en la tica de los NEGOCIOS y, lo que es mucho m s importante, la interacci n y la inmersi n de los especialistas de la tica de los NEGOCIOS en el mundo efectivo de los ejecutivos de empresa, de los sindicatos y de los peque os empresarios ha consolidado los elementos antes dif cilmente fusionados en un objeto propio, ha suscitado el inter s y la atenci n de los directivos y ha convertido a los antiguos especialistas acad micos en participantes activos en el mundo de los NEGOCIOS . Podr a decirse incluso que stos consiguen hacerse o r en ocasiones. 2. Breve historia de la tica de los NEGOCIOS En sentido amplio, la actividad de los NEGOCIOS existe al menos desde que los antiguos sumerios emprendiesen -seg n Samuel Noah Kramer- una actividad comercial amplia y registros contables hace casi seis mil a os.

5 Pero los NEGOCIOS no han sido siempre la empresa b sica y respetable que es en la sociedad moderna, y durante la mayor parte de la historia la concepci n tica de los NEGOCIOS ha sido casi totalmente negativa. Arist teles, que merece ser reconocido como el primer economista (dos mil a os antes de Adam Smith) distingui entre dos acepciones diferentes de lo que denominamos econom a. Uno era el oikonom kos o comercio dom stico, que aprobaba y consideraba esencial para el funcionamiento de cualquier sociedad incluso poco compleja, y el chrematisike que es el comercio para el lucro. Arist teles consideraba esta actividad totalmente desprovista de virtud y a quienes se dedicaban a estas pr cticas puramente ego stas los denominaba par sitos . El ataque de Arist teles a la pr ctica repugnante e improductiva de la usura estuvo en vigor virtualmente hasta el siglo XVII.

6 S lo participaban en pr cticas semejantes los for neos, situados al margen de la sociedad, pero no los ciudadanos respetables. (El Shylock de Shakespeare en El mercader de Venecia, era un outsider y un usurero.) Esta es, en un gran lienzo hist rico, la historia de la tica de los NEGOCIOS -el ataque global a los NEGOCIOS y a sus pr cticas. Los moralistas cristianos desde San Pablo a Santo Tom s y Mart n Lutero siguieron su ejemplo condenando taxativamente la mayor parte de lo que hoy honramos como el mundo de los NEGOCIOS . Pero si la filosof a y la religi n dirigieron la condena de la tica de los NEGOCIOS , tambi n stas protagonizaron el dr stico vuelco hacia los NEGOCIOS a comienzos de la poca moderna. Juan Calvino y luego los puritanos ingleses ense aron las virtudes de la frugalidad y la diligencia, y Adam Smith canoniz la nueva fe en 1776 en su obra maestra La riqueza de las naciones.

7 Por supuesto, la nueva actitud hacia los NEGOCIOS no fue una transformaci n de la noche al d a y se asent en tradiciones con una dilatada historia. Los gremios medievales, por ejemplo, hab an creado sus propios c digos de tica de los NEGOCIOS espec ficos para la industria mucho antes ele que los NEGOCIOS pasaran a ser la instituci n central de la sociedad, pero la aceptaci n general de los NEGOCIOS y el reconocimiento de la econom a como estructura central de la sociedad dependieron de una nueva forma de concepci n de la sociedad que exigi no s lo un cambio de sensibilidad religiosa y filos fica sino, subyaciendo a sta, un nuevo sentido de la sociedad e incluso de la naturaleza humana. Esta transformaci n puede explicarse en parte en t rminos de desarrollo urbano, de sociedades mayores y m s centralizadas, de la privatizaci n de los grupos familiares como consumidores, del r pido progreso tecnol gico y del crecimiento de la industria y el desarrollo asociado de las estructuras, necesidades y deseos sociales.

8 Con la obra cl sica de Adam Smith, lo chrematisike se convirti en la instituci n central y la virtud principal de la sociedad moderna. Pero la devaluada versi n popular ( la codicia es buena ) de la tesis de Smith dif cilmente favoreci al objeto de la tica de los NEGOCIOS ( no es eso una contradicci n en los t rminos? ), y la moralizaci n sobre los NEGOCIOS conserv su sesgo antiguo y medieval contra esta actividad. Hombres de NEGOCIOS como Mellon y Carnegie ofrecieron conferencias p blicas sobre las virtudes del xito y la nohlesse oblige de los ricos, pero la tica de los NEGOCIOS como tal fue desarrollada en su mayor parte por socialistas, como una continua diatriba contra la amoralidad de la mentalidad de los NEGOCIOS . S lo muy recientemente una concepci n m s moral y honorable de los NEGOCIOS ha empezado a dominar el lenguaje de los NEGOCIOS , y con ella se ha extendido la idea de estudiar los valores e ideales subyacentes de los NEGOCIOS .

9 Podemos comprender c mo la libertad del mercado siempre ser una amenaza a los valores tradicionales y contraria al control gubernamental, pero ya no podemos llegar ret ricamente a la conclusi n de que el propio mercado carece de valores o de que los gobiernos sirven mejor que los mercados al bien p blico. 3. El mito de la motivaci n del beneficio La tica de los NEGOCIOS ya no est exclusivamente centrada sobre todo en la cr tica de los NEGOCIOS y de la pr ctica de stos. Los beneficios ya no son condenados junto a la avaricia en sermones moralizantes, y ya no se concibe a las empresas como monolitos sin cara, sin alma y amorales. Lo que interesa ahora es simplemente c mo debe concebirse el beneficio en el contexto m s amplio de la productividad y la responsabilidad social y la manera en que las corporaciones, en calidad de comunidades complejas, mejor pueden servir tanto a sus propios empleados como a la sociedad que les rodea.

10 La tica de los NEGOCIOS ha pasado de un ataque totalmente cr tico al capitalismo y a la motivaci n por el beneficio a un examen m s productivo y constructivo de las normas y pr cticas subyacentes de los NEGOCIOS . Pero el antiguo paradigma -lo que Richard DeGeorge ha denominado el mito de los NEGOCIOS amorales - pervive, no s lo entre el p blico suspicaz y entre algunos fil sofos de orientaci n socialista sino tambi n entre muchos hombres de NEGOCIOS . Por consiguiente, la primera tarea de la tica de los NEGOCIOS consiste en abrirse paso a trav s de mitos y met foras incriminatorios que oscurecen en vez de clarificar el ethos subyacente que hace posible los NEGOCIOS . Toda disciplina tiene su propio vocabulario autoglorificador. Los pol ticos se deleitan en las nociones de servicio p blico mientras persiguen el poder personal, los abogados defienden nuestros derechos a cambio de unos considerables honorarios y los profesores describen lo que hacen en el lenguaje noble de la verdad y el conocimiento mientras dedican la mayor parte de su tiempo y energ as a la pol tica universitaria.


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