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La gaviota y el pingüino - Cuentos infantiles

La gaviota y el ping ino Autor : Merce Jou Armengol Hab a una vez una blanca gaviota llamada Carlota. Sus grandes alas le permit an disfrutar de largos viajes a lo largo del mundo y disfrutaba haciendo piruetas en el aire y planeando sobre las corrientes de aire c lido. Carlota, a pesar de ser feliz surcando los cielos, se sent a muy sola pues no ten a familia. Un d a vol muy lejos muy lejos y cuando se quiso dar cuenta estaba sobrevolando un paraje que n nca antes hab a visitado. Eran las costas de Groenlandia, cubiertas de nieve y hielo. Abajo, un grupo de ping inos, una familia numerosa, iban de un sitio para otro con sus graciosos andares.

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1 La gaviota y el ping ino Autor : Merce Jou Armengol Hab a una vez una blanca gaviota llamada Carlota. Sus grandes alas le permit an disfrutar de largos viajes a lo largo del mundo y disfrutaba haciendo piruetas en el aire y planeando sobre las corrientes de aire c lido. Carlota, a pesar de ser feliz surcando los cielos, se sent a muy sola pues no ten a familia. Un d a vol muy lejos muy lejos y cuando se quiso dar cuenta estaba sobrevolando un paraje que n nca antes hab a visitado. Eran las costas de Groenlandia, cubiertas de nieve y hielo. Abajo, un grupo de ping inos, una familia numerosa, iban de un sitio para otro con sus graciosos andares.

2 Se qued mir ndoles desde el cielo y finalmente se decidi a bajar a tierra. Andando por el hielo, ya algo blandito por el incipiente verano, recorri el lugar dejando las huellas de sus patitas a su paso. Entre todos aquellos animalitos que parec an vestidos de gala, se encontr con un j ven ping ino que la miraba curioso. En seguida se hizo amiga del jovencito ping ino, que se llamaba Rufino. Rufino era el m s peque o de la familia. Ambos charlaron durante horas, conoci ndose el uno al otro, hasta que el ping ino dijo a la gaviota : - Como me gustar a poder volar como t La gaviota le contesto: -Si, yo puedo volar y es muy divertido, pero envidio el que tu tengas esta gran familia que yo no tengo.

3 Los dos se quedaron pensativos y de repente el ping ino dijo: - Porque no me ense as a volar ? - Yo no puedo hacer eso - dijo la gaviota - ya que tu nunca volar as, pero conozco a alguien que podr a hacer que volaras. - En serio ? - exclamo el ping ino emocionado - yo quiero volar ! yo quiero ! - grito dando peque os saltitos. Carlota puso su ala encima del hombro de Rufino y le dijo: - Esp rame aqu , regresar pronto, en unos d as estar de vuelta. La gaviota Carlota emprendi el vuelo y se alejo volando mientras Rufino la miraba embelesado. Al cabo de unas semanas Rufino vio como Carlota se acercaba por el aire moviendo sus majestuosas alas y planeando en el cielo.

4 Rufino se emocion - Ya est aqu ! - pens . Carlota aterriz a su lado algo cansada y le dijo a Rufino: - Vas a poder volar Rufino abri sus ojos como platos - Lo dices de verdad ? Carlota se alo a un mont culo de hielo y Rufino lo miro nervioso y excitado. De repente una brisa suave y c lida sopl invadiendo el lugar y rodeado de una neblina amarilla un joven mago vestido de negro apareci de la nada en el blanco hielo. - Ohhh!! - exclam Rufino La gaviota Carlota hab a volado hasta la morada de su amigo el mago y cont ndole el deseo de Rufino le hab a pedido que lo ayudara. El mago, con toda solemnidad dijo: - Rufino, yo puedo hacer que vueles, pero para ello necesito algo a cambio.

5 - dijo mirando fijamente a la gaviota y al ping ino - para ello deber is cambiaros el uno por el otro. - el uno por el otro ? - pregunt Carlota - Si - respondi el mago- tu, Carlota, te quedar s a vivir con esta gran familia, cumpliendo tu sue o de tener padres y hermanos, pero a cambio no podr s volver a volar y tu, Rufino, volar s lejos surcando los cielos disfrutando de lo que siempre so aste, poder volar. Los dos se quedaron pensativos unos segundos y de repente Rufino dijo firmemente: - Yo estoy de acuerdo, toda mi vida he ansiado volar y viajar por el mundo y no voy a perder esta oportunidad.

6 Carlota, que deseaba enormemente tener familia asinti con la cabeza - Yo tambi n estoy de acuerdo. Sin decirles nada m s, el mago levanto su mano, en la que sosten a una vara m gica hecha de una rama de eucalipto, cerr los ojos y pronunci unas extra as palabras - IMANHO !! Una poderosa luz azulada con hilos blancos serpenteantes envolvi a los dos amigos. Al cabo de unos instantes la luz desapareci y Carlota y Rufino se miraron el uno al otro. Rufino hab a desarrollado unas largas plumas en sus antes min sculas alas y asombrado comenz a moverlas. Su rechoncho cuerpo empez a levantarse en el aire y Rufino sinti como sus pies dejaban de tocar el suelo.

7 - Estoy volando ! - grito - vuelo ! - mientras Carlota lo miraba emocionada. Rufino se elev un poco m s y m s, sent a el aire en su cara mientras revoloteaba en c rculos, pod a ver m s all de su casa, las monta as nevadas, las grandes llanuras blancas, el mar sembrado de peque os bloques de hielo blanco. Sin poder dejar de mover sus alas, llevado por una fuerza desconocida, Rufino se elev y elev en el cielo y de repente dijo gritando para que lo oyeran: - Querido mago acaso no voy a poder despedirme de mi familia ? - No- respondi el mago mirando al cielo hacia donde revoloteaba Rufino - Ya no, debes volar lejos o el hechizo se romper.

8 Rufino algo apenado por su familia pero emocionad simo por poder finalmente surcar los cielos c mo siempre hab a so ado, sigui volando y volando hasta perderse en el horizonte. - Tu Carlota - dijo entonces el mago - ve sin miedo a reunirte con la familia de ping inos, ellos ahora te acoger n como si fueras una m s de la familia. Carlota se dirigi t midamente hacia la gran familia que habitaba ese lugar que estaba ya reuni ndose para pasar la noche. Con gran sorpresa vio como todos le daban la bienvenida y la acog an con ternura rode ndola. El verano pronto lleg y tanto Rufino como Carlota viv an su nueva vida bajo los rayos del sol.

9 Rufino volaba y volaba recorriendo mundo. Visit las hermosas costas de Canad , vol hacia el gran lago Michigan, conoci la costa Este de Estados Unidos, donde se maravill de los altos rascacielos de Nueva York, vol hasta las cataratas del Ni gara aventur ndose a casi rozar la bruma blanca causada por el agua al caer, sobrevol al Caribe donde el aire c lido y la visi n del mar turquesa le hicieron sentir sensaciones que jam s hab a experimentado y sigui y sigui volando sin descanso, viviendo aquello que siempre hab a anhelado en sus sue os. Por otro lado Carlota disfrutaba del calor de la familia, de las tardes de risas y juegos, de los momentos en que todos reunidos contaban historias, de los chistes del t o Rosendo, de las travesuras que compart a con sus adolescentes hermanos ping inos gast ndoles bromas a los m s mayores y sobre todo, disfrutando del amor que le brindaban sus nuevos padres, quienes sin ser conscientes del hechizo al que hab an sido sometidos, trataban a la gaviota Carlota como si fuera su hija, olvid ndose por completo de su hijo Rufino, al que hac a semanas que no hab an vuelto a ver.

10 A mediados del verano, Rufino contemplaba un hermoso atardecer, posado en una roca al lado del mar en las islas Bahamas, viendo como el sol se pon a en el horizonte al Oeste, cuando de repente dej escapar un profundo suspiro y su alma se lleno de melancol a. Record las risas de sus hermanos, los chistes de su t o Rosendo, las travesuras y bromas que gastaba a los mayores junto a sus primos, y sobre todo, echo profundamente de menos el amor de sus padres. Con la mirada puesta fijamente en el ya casi dormido sol, una l grima rod por su mejilla. A muchas millas de distancia de all , la gaviota Carlota estaba ya casi dispuesta a pasar la noche junto a su gran familia acurrucada junto a mama ping ino debajo del saliente de unas rocas sobre el ya verde pasto que cubr a las costas de Groenlandia.


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