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LA METAMORFOSIS - Biblioteca

FRANZ KAFKA LA METAMORFOSIS 2003 - Reservados todos los derechos Permitido el uso sin fines comerciales FRANZ KAFKA LA METAMORFOSIS Una ma ana, tras un sue o intranquilo, Gregorio Samsa se despert convertido en un monstruoso insecto. Estaba echado de espaldas sobre un duro caparaz n y, al alzar la cabeza, vio su vientre convexo y oscuro, surcado por curvadas callosidades, sobre el cual casi no se aguantaba la colcha, que estaba a punto de escurrirse hasta el suelo. Numerosas patas, penosamente delgadas en comparaci n al grosor normal de sus piernas, se agitaban sin concierto. Qu me ha ocurrido? No estaba so ando. Su habitaci n, una habitaci n normal, aunque muy peque a, ten a el aspecto habitual.

FRANZ KAFKA LA METAMORFOSIS Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se despertó convertido en un monstruoso insecto. Estaba echado de espaldas sobre un duro caparazón y, al alzar la

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1 FRANZ KAFKA LA METAMORFOSIS 2003 - Reservados todos los derechos Permitido el uso sin fines comerciales FRANZ KAFKA LA METAMORFOSIS Una ma ana, tras un sue o intranquilo, Gregorio Samsa se despert convertido en un monstruoso insecto. Estaba echado de espaldas sobre un duro caparaz n y, al alzar la cabeza, vio su vientre convexo y oscuro, surcado por curvadas callosidades, sobre el cual casi no se aguantaba la colcha, que estaba a punto de escurrirse hasta el suelo. Numerosas patas, penosamente delgadas en comparaci n al grosor normal de sus piernas, se agitaban sin concierto. Qu me ha ocurrido? No estaba so ando. Su habitaci n, una habitaci n normal, aunque muy peque a, ten a el aspecto habitual.

2 Sobre la mesa hab a desparramado un muestrario de pa os Samsa era viajante de comercio , y de la pared colgaba una estampa recientemente recortada de una revista ilustrada y puesta en un marco dorado. La estampa mostraba a una mujer tocada con un gorro de pieles, envuelta en una estola tambi n de pieles, y que, muy erguida, esgrim a un amplio manguito, asimismo de piel, que ocultaba todo su antebrazo. Gregorio mir hacia la ventana; estaba nublado, y sobre el cinc del alf izar repiqueteaban las gotas de lluvia, lo que le hizo sentir una gran melancol a. Bueno pens ; y si siguiese durmiendo un rato y me olvidase de todas estas locuras? Pero no era posible, pues Gregorio ten a la costumbre de dormir sobre el lado derecho, y su actual estado no permit a adoptar tal postura.

3 Por m s que se esforzara, volv a a quedar de espaldas. Intent en vano esta operaci n numerosas veces; cerr los ojos para no tener que ver aquella confusa agitaci n de patas, pero no ces hasta que not en el costado un dolor leve y punzante, un dolor jam s sentido hasta entonces. Qu cansada es la profesi n que he elegido! se dijo . Siempre de viaje. Las preocupaciones son mucho mayores cuando se trabaja fuera, por no hablar de las molestias propias de los viajes: estar pendiente de los enlaces de los trenes; la comida mala, irregular; relaciones que cambian constantemente, que nunca llegan a ser en verdad cordiales, y en las que no tienen cabida los sentimientos. Al diablo con todo! Sinti sobre el vientre un leve picor, con la espalda se desliz lentamente m s cerca de la cabecera de la cama para poder levantar mejor la cabeza; se encontr con que la parte que le picaba estaba totalmente cubierta por unos peque os puntos blancos, que no sab a a qu se deb an, y quiso palpar esa parte con una pata, pero inmediatamente la retir , porque el roce le produc a escalofr os.

4 Se desliz de nuevo a su posici n inicial. Esto de levantarse pronto pens le hace a uno desvariar. El hombre tiene que dormir. Otros viajantes viven como pach s. Si yo, por ejemplo, a lo largo de la ma ana vuelvo a la pensi n para pasar a limpio los pedidos que he conseguido, estos se ores todav a est n sentados tomando el desayuno. Eso podr a intentar yo con mi jefe, en ese momento ir a a parar a la calle. Qui n sabe, por lo dem s, si no ser a lo mejor para m . Si no tuviera que dominarme por mis padres, ya me habr a despedido hace tiempo, me habr a presentado ante el jefe y le habr a dicho mi opini n con toda mi alma. Se habr a ca do de la mesa! S que es una extra a costumbre la de sentarse sobre la mesa y, desde esa altura, hablar hacia abajo con el empleado que, adem s, por culpa de la sordera del jefe, tiene que acercarse mucho.

5 Bueno, la esperanza todav a no est perdida del todo; si alguna vez tengo el dinero suficiente para pagar las deudas que mis padres tienen con l puedo tardar todav a entre cinco y seis a os lo hago con toda seguridad. Entonces habr llegado el gran momento, ahora, por lo pronto, tengo que levantarme porque el tren sale a las cinco , y mir hacia el despertador que hac a tictaqueaba sobre el armario. Dios del cielo! , pens . Eran las seis y media y las manecillas segu an tranquilamente hacia delante, ya hab a pasado incluso la media, eran ya casi las menos cuarto. Es que no habr a sonado el despertador? Desde la cama se ve a que estaba correctamente puesto a las cuatro, seguro que tambi n hab a sonado. S , era posible seguir durmiendo tan tranquilo con ese ruido que hac a temblar los muebles?

6 Bueno, tampoco hab a dormido tranquilo, pero quiz tanto m s profundamente. Qu iba a hacer ahora? El siguiente tren sal a a las siete, para cogerlo tendr a que haberse dado una prisa loca, el muestrario todav a no estaba empaquetado, y l mismo no se encontraba especialmente espabilado y gil; e incluso si, consiguiese coger el tren, no se pod a evitar una reprimenda del jefe, porque el mozo de los recados habr a esperado en el tren de las cinco y ya hac a tiempo que habr a dado parte de su descuido. Era un esclavo del jefe, sin agallas ni juicio. Qu pasar a si dijese que estaba enfermo? Pero esto ser a sumamente desagradable y sospechoso, porque Gregorio no hab a estado enfermo ni una sola vez durante los cinco a os de servicio.

7 Seguramente aparecer a el jefe con el m dico del seguro, har a reproches a sus padres por tener un hijo tan vago y se salvar a de todas las objeciones remiti ndose al m dico del seguro, para el que s lo existen hombres totalmente sanos, pero con aversi n al trabajo. Y es que en este caso no tendr a un poco de raz n? Gregorio, a excepci n de una modorra realmente superflua despu s del largo sue o, se encontraba bastante bien e incluso ten a mucha hambre. Mientras reflexionaba sobre todo esto con gran rapidez, sin poderse decidir a abandonar la cama en este mismo instante el despertador daba las siete menos cuarto , llamaron cautelosamente a la puerta que estaba a la cabecera de su cama. Gregorio dijo la voz de su madre , son las siete menos cuarto.

8 No ibas a salir de viaje? Qu voz tan dulce! Gregorio se hororiz al o r en cambio la suya propia, que era la de siempre, pero mezclada con un penoso y estridente silvido, que en el primer momento dejaba salir las palabras con claridad para, al prolongarse el sonido, destrozarlas de tal forma que no se sab a si se hab a o do bien. Gregorio querr a haber contestado detalladamente y explicarlo todo, pero en estas circunstancias se limit a decir: S , s , gracias madre. Ya me levanto. Probablemente a causa de la puerta de madera no se notaba desde fuera el cambio en la voz de Gregorio, porque la madre se tranquiliz con esta respuesta y se march de all . Pero merced a la breve conversaci n, los otros miembros de la familia se hab an dado cuenta de que Gregorio, en contra de todo lo esperado, estaba todav a en casa, y ya el padre llamaba suavemente, pero con el pu o, a una de las puertas laterales.

9 Gregorio, Gregorio! grit . Qu ocurre? tras unos instantes insisti de nuevo con voz m s grave . Gregorio, Gregorio! Desde la otra puerta lateral se lamentaba en voz baja la hermana. Gregorio, no te encuentras bien?, necesitas algo? Gregorio contest hacia ambos lados: Ya estoy preparado y con una pronunciaci n lo m s cuidadosa posible, y haciendo largas pausas entre las palabras, se esforz por despojar a su voz de todo lo que pudiese llamar la atenci n. El padre volvi a su desayuno, pero la hermana susurr : Gregorio, abre, te lo suplico pero Gregorio no ten a ni la menor intenci n de abrir, m s bien elogi la precauci n de cerrar las puertas que hab a adquirido durante sus viajes, y esto incluso en casa.

10 Al principio ten a la intenci n de levantarse tranquilamente y, sin ser molestado, vestirse y, sobre todo, desayunar, y despu s pensar en todo lo dem s, porque en la cama, eso ya lo ve a, no llegar a con sus cavilaciones a una conclusi n sensata. Record que ya en varias ocasiones hab a sentido en la cama alg n leve dolor, quiz producido por estar mal tumbado, dolor que al levantarse hab a resultado ser s lo fruto de su imaginaci n, y ten a curiosidad por ver c mo se iban desvaneciendo paulatinamente sus fantas as de hoy. No dudaba en absoluto de que el cambio de voz no era otra cosa que el s ntoma de un buen resfriado, la enfermedad profesional de los viajantes. Tirar el cobertor era muy sencillo, s lo necesitaba inflarse un poco y caer a por s solo, pero el resto ser a dif cil, especialmente porque l era muy ancho.


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