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La mujer trabajadora en el siglo XIX - UNL

La mujer trabajadoraen el siglo XIXJoan w. ScottLa mujer trabajadora alcanz notable preeminencia duranteel siglo XIX. Naturalmente, su existencia es muy anterior al adve-nimiento del capitalismo industrial. Ya entonces se ganaba elsustento como hilandera, modista, orfebre, cervecera, pulidorade metales, productora de botones, pasamanera, ni era, leche-ra o criada en las ciudades y en el campo tanto en Europa comoen Estados Unidos. Pero en el siglo XIX se la observa, se ladescribe y se la documenta con una atenci n sin precedentes,mientras los contempor neos discuten la conveniencia, la mora-lidad incluso la licitud de sus actividades asalariadas. La mujertrabajadora fue un producto de la revoluci n industrial, no tantoporque la mecanizaci n creara trabajo para ella all donde antesno hab a habido nada (aunque, sin duda, ese fuera el caso enciertas regiones), como porque en el transcurso de la misma seconvirti en una figura problem tica y visibilidad de la mujer trabajadora fue una consecuenciadel hecho de que se la percibiera como problema, como un pro-blema que se describ a como nuevo y que hab a que resolver sindilaci n.

trabajo asalariado y las responsabilidades familiares se habían convertido en em-pleos a tiempo completo y espacialmente diferenciados. La «causa» del problema era inevitable: un proceso de desarrollo capitalista industrial con una lógica propia. Por mi parte, considero que la separación entre hogar y trabajo, más que

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1 La mujer trabajadoraen el siglo XIXJoan w. ScottLa mujer trabajadora alcanz notable preeminencia duranteel siglo XIX. Naturalmente, su existencia es muy anterior al adve-nimiento del capitalismo industrial. Ya entonces se ganaba elsustento como hilandera, modista, orfebre, cervecera, pulidorade metales, productora de botones, pasamanera, ni era, leche-ra o criada en las ciudades y en el campo tanto en Europa comoen Estados Unidos. Pero en el siglo XIX se la observa, se ladescribe y se la documenta con una atenci n sin precedentes,mientras los contempor neos discuten la conveniencia, la mora-lidad incluso la licitud de sus actividades asalariadas. La mujertrabajadora fue un producto de la revoluci n industrial, no tantoporque la mecanizaci n creara trabajo para ella all donde antesno hab a habido nada (aunque, sin duda, ese fuera el caso enciertas regiones), como porque en el transcurso de la misma seconvirti en una figura problem tica y visibilidad de la mujer trabajadora fue una consecuenciadel hecho de que se la percibiera como problema, como un pro-blema que se describ a como nuevo y que hab a que resolver sindilaci n.

2 Este problema implicaba el verdadero significado de lafeminidad y la compatibilidad entre feminidad y trabajo asalaria-do, y se plante en t rminos morales y categoriales. Ya se trata-ra de una obrera en una gran f brica, de una costurera pobre o deuna impresora emancipada; ya se la describiera como joven,soltera, madre, viuda entrada en a os, esposa de un trabajadoren paro o h bil artesana, ya se la considerara el extremo de lastendencias destructivas del capitalismo o de la prueba de suspotencialidades progresistas, en todos los casos, la cuesti nque la mujer trabajadora planteaba era la siguiente: debe unamujer trabajar por una remuneraci n? C mo influ a el trabajoasalariado en el cuerpo de la mujer y en la capacidad de stapara cumplir sus funciones maternales y familiares? Qu clasede trabajo era id neo para una mujer ?, Aunque todo el mundoestaba de acuerdo con el legislador franc s Jules Simon, quienEl cuerpo encorvado, unamano ocupada en lasnuevas m quinas y laotra en la producci n.

3 Lapresencia de la mujer en eltrabajo no surge en el S XIX,sin embargo este siglo lapercibe como un proble-ma . Qu ha sucedidopara que llame tanto laatenci n? Por qu se contrapone feminidad ytrabajo? Todo el discursodel siglo la presentacomo una trabajadora desegunda y le niega sucapacidad de productoraque podr a asegurarle unreconocimiento social yecon mico. Grabado,SXIX,Hilaturas, afirmaba que una mujer que se convierte en trabajadora ya no es una mujer ,la mayor a de las partes que intervienen en el debate acerca de mujeres trabajado-ras encuadraba sus argumentos en el marco de una reconocida oposici n entre elhogar y el trabajo, entre la maternidad y el trabajo asalariado, entre feminidad general, los debates del siglo XIX versaban sobre una historia causal impl -cita en torno a la revoluci n industrial, que en la mayor parte de las historias poste-riores de mujeres trabajadoras se tuvo como un supuesto.

4 Esta historia localizaba lafuente del problema de las mujeres trabajadoras en la sustituci n de la producci ndom stica por la producci n fabril, que tuvo lugar durante el proceso de industrializa-ci n. Como en el per odo preindustrial se pensaba que las mujeres compaginabancon xito la actividad productiva y el cuidado de los hijos, el trabajo y la vida dom s-tica, se dijo que el supuesto traslado en la localizaci n del trabajo hac a dif cil talcosa, cuando no imposible. En consecuencia, se sosten a, las mujeres s lo podr antrabajar unos periodos cortos de su vida, para retirarse del empleo remunerado des-pu s de casarse o de haber tenido hijos, y volver a trabajar luego nicamente en elcaso de que el marido no pudiera mantener a la familia. De esto se segu a suconcentraci n en ciertos empleos mal pagados, no cualificados, que constitu an elreflejo de la prioridad de su misi n maternal y de su misi n dom stica respecto decualquier identificaci n ocupacional a largo plazo.

5 El problema de la mujer trabaja-dora, por tanto, estribaba en que constitu a una anomal a en un mundo en que eltrabajo asalariado y las responsabilidades familiares se hab an convertido en em-pleos a tiempo completo y espacialmente diferenciados. La causa del problemaera inevitable: un proceso de desarrollo capitalista industrial con una l gica mi parte, considero que la separaci n entre hogar y trabajo, m s quereflejo de un proceso objetivo de desarrollo hist rico, fue una contribuci n a estedesarrollo. En efecto, suministr los t rminos de legitimaci n y las explicacionesque construyeron el problema de la mujer trabajadora al minimizar las continuida-des, dar por supuesto la homogeneidad de experiencia de todas las mujeres y acen-tuar las diferencias entre mujeres y hombres. Al representarse al obrero cualificadomasculino como el trabajador ejemplar, como modelo de trabajador , se dejabade lado las diferencias de formaci n, la estabilidad en el empleo y el ejercicio profe-sional entre los trabajadores varones y tambi n, por ende, an logas diferencias en lairregularidad y el cambio de empleo entre trabajadores de uno y otro sexo.

6 La aso-ciaci n de trabajadores varones con la dedicaci n de por vida a una misma ocupa-ci n y la de las mujeres con carreras interrumpidas, impon a un tipo de ordenaci nparticular en una situaci n muy distinta (en la que hab a mujeres que manten anpuestos permanentes de trabajo cualificado, mientras que muchos hombres. pasa-ban de un empleo a otro y soportaban periodos de desempleo cr nicos). Comoresultado de todo ello, se postul el sexo como la nica raz n de las diferenciasentre hombres y mujeres en el mercado laboral, cuando estas diferencias podr antambi n haberse entendido en t rminos de mercado laboral, de fluctuaciones eco-n micas o de o de las cambiantes relaciones de la oferta y la historia de la separaci n de hogar y trabajo selecciona y organiza la infor-maci n de tal modo que sta logra cierto efecto: el de subrayar contanto nfasis las diferencias funcionales y biol gicas entre mujeresy hombres que se termina por legitimar e institucionalizar estasdiferencias como base de la organizaci n social.

7 Esta interpreta-ci n de la historia del trabajo de las mujeres dio lugar y contribu-y - a la opini n m dica, cient fica, pol tica y moral que recibi ya elnombre de ideolog a de la domesticidad , ya el de doctrina de lasesferas separadas . Ser a mejor describirla como el discurso que,en el siglo XIX, conceb a la divisi n sexual del trabajo como unadivisi n natural del mismo. En verdad, quisiera llamar la atenci nsobre el hecho de que, para el siglo XIX, la idea de divisi n sexualdel trabajo debe leerse en el marco del contexto de la ret rica delcapitalismo industrial sobre divisiones m s generales del divisi n de tareas se juzgaba como el modo m s eficiente, racio-nal y productivo de organizar el trabajo, los negocios y la vida social:la l nea divisoria entre lo til y lo natural se borr cuando el objetoen cuesti n fue el g nero .Lo que me propongo en este ensayo es estudiar el discurso acercadel g nero que hizo de la mujer trabajadora un objeto de investiga-La abuela, la madre ylos hijos participan enla elaboraci n de lafibra, la m s peque adescansa sobre el antes de laindustrializaci ncapitalista la mujertrabaja como hilanderay la imagen del sistemacooperativo familiarperdura durante granparte del siglo siglo mazo de linoci n y un tema de historia.

8 Quisiera examinar c mo el dilema casa-hogar lleg a convertirse en objeto principal de an lisis para lasmujeres trabajadoras; c mo se relaciona esto con la creaci n deuna fuerza de trabajo femenina, definida como fuente de mano deobra barata y s lo adecuada para determinados tipos de consecuencia, se consider que esta divisi n del trabajo cons-titu a un hecho social objetivo, derivado de la naturaleza. Yo atribu-yo su existencia no a desarrollos hist ricos inevitables, no a la naturaleza , sino a procesos discursivos. No quiero sugerir quelas distinciones relativas al sexo fueran nuevas en el siglo XIX; perosi es cierto que se articularon de manera nueva con nuevas conse-cuencias sociales, econ micas y pol ticas. La historia m s corriente del trabajo femenino, que enfatizala importancia causal del traslado de la casa al lugar de trabajo,descansa sobre un modelo esquem tico de la transferencia deproducci n de la granja a la f brica, de la industria domiciliada a lamanufactura, de las actividades artesanales y comerciales a pe-que a escala a empresas capitalistas a gran escala.

9 Muchos his-toriadores complicaron esta descripci n lineal sosteniendo, porejemplo, que el trabajo fuera del hogar persisti junto con la manu-factura mecanizada hasta bien entrado el siglo xx, incluso en larama textil. Pero perdura la imagen de per odos anteriores, a sa-ber, la de una fuerza de trabajo cooperativa de base familiar -padreque teje, madre e hijas que hilan y ni os que preparan el hilo-, yesta imagen sirve para construir un marcado contraste entre, porun lado, un mundo preindustrial en que el trabajo de las mujeresera informal. a menudo no remunerado, y en que la prioridad co-rrespond a siempre a una familia, y, por otro lado, el mundoindustrializado de la f brica, que obligaba a ganarse la vida ntegra-En la plaza, paseando a loshijos ajenos. las empleadasdom sticas disponen de unmismo espacio paraintercambiar mediados de siglo , enInglaterra constituyen el 40 por100 de las trabajadoras , S XIX, Las sirvientasParis, Museo CarnavaletIndustrializaci ny trabajode las mujeres:continuidadesmente fuera de la casa.

10 Al comienzo, la producci n y la reproducci n se describ ancomo actividades complementarias; luego se las present como estructuralmenteirreconciliables, como fuente de problemas insolubles para mujeres que deseaban onecesitaban , a no dudarlo, el modelo familiar de trabajo describe un aspecto de lavida laboral de los siglos XVII y XVIII, tambi n es evidente su excesiva simplicidad. Enel per odo previo a la industrializaci n, las mujeres ya trabajaban regularmente fuerade sus casas. Casadas y solteras vend an bienes en los mercados, se ganaban sudinero como peque as comerciantes y buhoneras, se empleaban fuera de la casacomo trabajadoras eventuales, ni eras o lavanderas y trabajaban en talleres de alfare-r a, de seda, de encaje, de confecci n de ropa, de productos de metal, quincaller a,pa o tejido o percal estampado. Si el trabajo entraba en conflicto con el cuidado delos hijos, las madres, antes que dejar el empleo, prefer an enviar a sus cr os a nodri-zas u otras personas que se hicieran cargo de ellos.


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