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La Oraci n Fuente de PoderPor E. M. Bounds Al ser escrito m s de 100 a os atr s, este libro se encuentra libre de derechos reservados por el autor. ndice 1. El hombre, instrumento del Esp ritu 2. La letra mata, mas el Esp ritu vivifica 3. Sermones que matan 4. La oraci n determina la predicaci n 5. La primac a de la oraci n 6. El ministerio fruct fero 7. El secreto de la vida de oraci n 8. Valor para orar 9. El primer deber 10. La oraci n, creadora de devoci n 11. Una vida de oraci n 12. El alma de la predicaci n 13. La unci n y la predicaci n 14. La unci n y la oraci n 15. Orad sin cesar 16. La din mica espiritual 17. Perseverancia en la oraci n 18. Hombres de oraci n El descanso para el ministro debe ser como la maquina de afilar para la hoz: que se usa solamente cuando es necesario para el trabajo. Puede un m dico durante una epidemia descansar m s de lo indispensable para su salud mientras los pacientes est n esperando su ayuda en casos de vida o muerte?

La Oración Fuente de Poder Por E. M. Bounds Al ser escrito más de 100 años atrás, este libro se encuentra libre de derechos reservados por el autor.

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1 La Oraci n Fuente de PoderPor E. M. Bounds Al ser escrito m s de 100 a os atr s, este libro se encuentra libre de derechos reservados por el autor. ndice 1. El hombre, instrumento del Esp ritu 2. La letra mata, mas el Esp ritu vivifica 3. Sermones que matan 4. La oraci n determina la predicaci n 5. La primac a de la oraci n 6. El ministerio fruct fero 7. El secreto de la vida de oraci n 8. Valor para orar 9. El primer deber 10. La oraci n, creadora de devoci n 11. Una vida de oraci n 12. El alma de la predicaci n 13. La unci n y la predicaci n 14. La unci n y la oraci n 15. Orad sin cesar 16. La din mica espiritual 17. Perseverancia en la oraci n 18. Hombres de oraci n El descanso para el ministro debe ser como la maquina de afilar para la hoz: que se usa solamente cuando es necesario para el trabajo. Puede un m dico durante una epidemia descansar m s de lo indispensable para su salud mientras los pacientes est n esperando su ayuda en casos de vida o muerte?

2 Puede el cristiano contemplar a los pecadores en las agon as de la muerte, y decir: "Dios no me pide que me afane por salvarlos?" Es esta la luz de la compasi n ministerial y cristiana o m s bien hablan la pereza sensual o la crueldad diab lica? Richard Baxter EEll hhoommbbrree,, iinnssttrruummeennttoo ddeell EEsspp rriittuu Busca la santidad en todos los detalles de tu vida. Toda tu eficiencia depende de esto, porque tu serm n dura solamente una o dos horas pero tu vida predica toda la semana. Si Satan s logra hacerte un ministro codicioso, amante de las adulaciones, del placer, de la buena mesa, habr echado a perder tu ministerio. Entr gate a la oraci n para que tus textos, tus oraciones y tus palabras vengan de Dios. Lutero pasaba en oraci n las mejores tres horas del d a. RRoobbeerrtt MMuurrrraayy MMccCCchheeyynnee Constantemente nuestra ansiedad llega a la tensi n, para delinear nuevos m todos, nuevos planes, nuevas organizaciones para el avance de la iglesia y para la propagaci n eficaz del evangelio.

3 Esta tendencia nos hace perder de vista al hombre, diluy ndolo en el plan u organizaci n. El designio de Dios, en cambio, consiste en usar al hombre, obtener de l m s que de ninguna otra cosa. El m todo de Dios se concreta en los hombres. La iglesia busca mejores sistemas; Dios busca mejores hombres. "Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan". La dispensaci n que anunci y prepar el camino para Cristo estaba ligada al hombre Juan. "Ni o nos es nacido, hijo nos es dado." La salvaci n del mundo proviene de este hijo del pesebre. Cuando Pablo recomienda el car cter personal de los hombres que arraigaron el evangelio en el mundo nos da la soluci n del misterio de su triunfo. La gloria y eficiencia del evangelio se apoyan en los hombres que lo proclaman. Dios proclama la necesidad de hombres para usarlos como el medio para ejercitar su Poder sobre el mundo, con estas palabras: "Los ojos de Jehov contemplan toda la tierra, para mostrar su Poder a favor de los que tienen coraz n perfecto para con l".

4 Esta verdad urgente y vital es vista con descuido por la gente de nuestra poca, lo que es tan funesto para la obra de Dios como ser a arrancar el sol de su esfera, pues producir a oscuridad, confusi n y muerte. Lo que la iglesia necesita hoy d a, no es maquinaria m s abundante o perfeccionada, ni nuevas organizaciones ni m todos m s modernos, sino hombres que puedan ser usados por el Esp ritu Santo: hombres de oraci n, poderosos en la oraci n. El esp ritu Santo no pasa a trav s de m todos sino de hombres. No desciende sobre la maquinaria, sino sobre los hombres. No unge a los planes sino a los hombres: los hombres de oraci n. Un historiador eminente ha dicho que los accidentes del car cter personal tienen una parte m s importante en las revoluciones de las naciones que la admitida por ciertos historiadores filos ficos o pol ticos. Esta verdad tiene una aplicaci n plena en lo que se refiere al evangelio de Cristo, porque el car cter y la conducta de sus fieles seguidores, cristianizan al mundo y transfiguran a las naciones y a los individuos.

5 El buen nombre y el xito del evangelio est n confiados al predicador, pues o entrega el verdadero mensaje divino, o la leche a perder. l es el conducto de oro para el aceite divino. El tubo no s lo debe ser de oro, adem s tiene que estar limpio para que nada obstruya el libre paso de aceite, y sin agujeros para que nada se pierda. El hombre hace al predicador, Dios tiene que hacer al hombre. El mensajero, si se nos permite la expresi n, es m s que el mensaje. El predicador es m s que el serm n. Como la leche del seno de la madre no es sino la vida de la madre, as todo lo que el predicador dice est saturado por lo que l es. El tesoro est en vasos de barro y el sabor de la vasija impregna el contenido y puede hacerlo desmerecer. El hombre --el hombre entero-- est detr s del serm n. Se necesitan veinte a os para hacer un serm n, porque se requieren veinte a os para hacer un hombre. El verdadero serm n tiene vida.

6 Crece juntamente con el hombre. El serm n es poderoso cuando el hombre es poderoso. El serm n es santo cuando el hombre es santo. Pablo sol a decir "Mi Evangelio", no porque lo hab a degradado con excentricidades personales o desviadas con fines ego stas, sino porque el evangelio estaba en el coraz n y en la sangre del hombre Pablo como un dep sito personal para ser dado a conocer con sus rasgos peculiares, para que impartiera al mismo el fuego y el Poder de su alma ind mita. Qu se ha hecho de los sermones de Pablo? D nde est n? Son esqueletos, fragmentos esparcidos, flotando en el mar de la inspiraci n! Pero el hombre Pablo, m s grande que sus sermones, vive para siempre, con la plenitud de su figura, facciones y estatura, con su mano modeladora puesta sobre la iglesia. La predicaci n no es m s que una voz. La voz muere en el silencio, el texto es olvidado, el serm n desaparece de la memoria; el predicador vive.

7 El serm n con su Poder vivificador no puede elevarse sobre el hombre. Los hombres muertos producen sermones muertos que matan. Todo el xito depende del car cter espiritual del predicador. Bajo la dispensaci n jud a el sumo sacerdote inscrib a con piedras preciosas sobre el frontal de oro las palabras: "Santidad a Jehov ". De una manera semejante todo predicador en el ministerio de Cristo debe ser modelado y dominado por el mismo lema santo. Es una verg enza para el ministerio cristiano tener un nivel m s bajo en santidad de car cter y de aspiraci n que el sacerdocio jud o. Jonathan Edwards dec a: "Persever en mi prop sito firme de adquirir m s santidad y vivir m s de acuerdo con las ense anzas de Cristo. El cielo que yo deseaba era un cielo de santidad". El evangelio de Cristo no progresa por movimientos populares. No tiene Poder propio de propaganda. Avanza cuando marchan los hombres que lo llevan.

8 El predicador debe personificar el evangelio, incorporarse sus caracter sticas m s divinas. El Poder compulsor del amor ha de ser en el predicador una fuerza ilimitada y dominadora; la abnegaci n, parte integrante de su vida. Ha de conducirse como un hombre entre los hombres, vestido de humildad y mansedumbre, sabio como serpiente, sencillo como paloma; con las cadenas de un siervo, pero con el esp ritu de un rey; su porte independiente y majestuoso, como un monarca, a la vez que delicado y sencillo como un ni o. El predicador ha de entregarse a su obra de salvar a los hombres, con todo el abandono de una fe perfecta y de un celo consumidor. Los hombres que tienen a su cargo formar una generaci n piadosa, han de ser m rtires valientes, heroicos y compasivos. Si son t midos, contemporizadores, ambiciosos de una buena posici n, si adulan o temen a los hombres, si su fe en Dios y su Palabra es d bil, si su esp ritu de sacrificio se quebranta ante cualquier brillo ego sta o mundano, no podr n conducir ni a la iglesia ni al mundo hacia Dios.

9 La predicaci n m s en rgica y m s dura del ministro ha de ser para s mismo. Esta ser su tarea m s dif cil, delicada y completa. La preparaci n de los doce fue la obra grande, laboriosa y duradera de Cristo. Los predicadores no son tanto creadores de sermones como forjadores de hombres y de santos, y el nico bien preparado para esta obra ser aquel que haya hecho de s mismo un hombre y un santo. Dios demanda no grandes talentos, ni grandes conocimientos, ni grandes predicadores, sino hombres grandes en santidad, en fe, en amor, en fidelidad, grandes para con Dios. Hombres que prediquen siempre por medio de sermones santos en el p lpito y por medio de vidas santas fuera de l. Estos son los que pueden modelar una generaci n que sirva a Dios. De este tipo fueron los cristianos de la iglesia primitiva. Hombres de car cter s lido, predicadores de Poder Por La Oraci n molde celestial, heroicos, firmes, esforzados, santos.

10 Para ellos la predicaci n significaba abnegaci n, penalidades, crucifixi n del yo, martirio. Se entregaron a su tarea de una manera que dej huellas profundas en su generaci n y prepararon un linaje para Dios. El hombre que predica tiene que ser el hombre que ora. El arma m s poderosa del predicador es la oraci n, fuerza incontrastable en s misma, que da vida y energ a a todo lo dem s. El verdadero serm n se forma en la oraci n secreta. El hombre --el hombre de Dios-- se forma sobre las rodillas. La vida del hombre de Dios, sus convicciones profundas, tiene su origen en la comuni n secreta con el Alt simo. Sus mensajes m s poderosos y m s tiernos, los adquiere a solas con Dios. La oraci n hace al hombre, al predicador, al pastor, al obrero cristiano y al creyente consagrado. El p lpito de nuestros d as es pobre en oraci n. El orgullo del saber se opone a la humildad que requiere la plegaria. A menudo la presencia de la oraci n en el p lpito es s lo oficial: un n mero del programa dentro de la rutina del culto.


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