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LA RUEDA DE LA VIDA - Web de la Fundación Index

BIBLIOTECA LAS CASAS Fundaci n Index http:// C mo citar este documento K bler-Ross, Elizabeth. La RUEDA de la vida . Biblioteca Lascasas, 2005; 1. Disponible en ELIZABETH K BLER-ROSS LA RUEDA de la vida Este libro fue pasado a formato Word para facilitar la difusi n, y con el prop sito de que as como usted lo recibi lo pueda hacer llegar a alguien m s. HERN N Biblioteca Nueva Era, Rosario Argentina Adherida al Directorio Promineo NDICE 1. La casualidad no existe PRIMERA PARTE "EL RAT N" 2. El capullo 3. Un ngel moribundo 4. Mi conejito negro 5. Fe, esperanza y amor 6. Mi propia bata 7. La promesa 8. El sentido de mi vida 9. Tierra bendita 10. Las mariposas SEGUNDA PARTE "EL OSO" 11. En casa para cenar 12.

LA RUEDA DE LA VIDA Este libro fue pasado a formato Word para facilitar la difusión, y con el propósito de que así como usted lo recibió lo pueda hacer llegar a alguien más. HERNÁN Biblioteca Nueva Era, Rosario – Argentina Adherida al Directorio Promineo . ÍNDICE 1. La casualidad no existe

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1 BIBLIOTECA LAS CASAS Fundaci n Index http:// C mo citar este documento K bler-Ross, Elizabeth. La RUEDA de la vida . Biblioteca Lascasas, 2005; 1. Disponible en ELIZABETH K BLER-ROSS LA RUEDA de la vida Este libro fue pasado a formato Word para facilitar la difusi n, y con el prop sito de que as como usted lo recibi lo pueda hacer llegar a alguien m s. HERN N Biblioteca Nueva Era, Rosario Argentina Adherida al Directorio Promineo NDICE 1. La casualidad no existe PRIMERA PARTE "EL RAT N" 2. El capullo 3. Un ngel moribundo 4. Mi conejito negro 5. Fe, esperanza y amor 6. Mi propia bata 7. La promesa 8. El sentido de mi vida 9. Tierra bendita 10. Las mariposas SEGUNDA PARTE "EL OSO" 11. En casa para cenar 12.

2 La Facultad de Medicina 13. Medicina buena 14. La doctora Elisabeth Kubler-Ross 15. El Hospital Estatal de Manhattan 16. Vivir hasta la muerte 17. Mi primera conferencia 18. Maternidad 19. Sobre la muerte y los moribundos 20. Alma y coraz n 21. Mi madre 22. La finalidad de la vida 23. La fama 24. La se ora Schwartz 25. Hay algo despu s de la vida ? TERCERA PARTE "EL B FALO" 26. Jeffy 27. Vida despu s de la muerte 28. La prueba 29. Intermediarios hacia el otro lado 30. La muerte no existe 31. Mi conciencia c smica 32. El hogar definitivo 33. El sida 34. Healing Waters CUARTA PARTE "EL GUILA" 35. Servicio prestado 36. La m dica rural 37. Graduaci n 38. La se al de Manny 239. La mariposa 40. Sobre la vida y el vivir 3 Cuando hemos realizado la tarea que hemos venido a hacer en la Tierra, se nos permite abandonar nuestro cuerpo, que aprisiona nuestra alma al igual que el capullo de seda encierra a la futura mariposa.

3 Llegado el momento, podemos marcharnos y vernos libres del dolor, de los temores y preocupaciones; libres como una bell sima mariposa, y regresamos a nuestro hogar, a Dios. De una carta a un ni o enfermo de c ncer "EL RAT N" (infancia). Al rat n le gusta meterse por todas partes, es animado y juguet n, y va siempre por delante de los dem s. "EL oso" (edad madura, primeros a os) El oso es muy comod n y le encanta, hibernar. Al recordar su mocedad, se r e de las correr as del rat n. "EL B FALO" (edad madura, ltimos a os). Al b falo le gusta recorrer las praderas. Confortablemente instalado, repasa su vida y anhela desprenderse de su pesada carga para convertirse en guila. "EL GUILA" (a os finales). Al guila le entusiasma sobrevolar el mundo desde las alturas, no a fin de contemplar con desprecio a la gente, sino para animarla a que mire hacia lo alto.

4 4 1. LA CASUALIDAD NO EXISTE. Tal vez esta introducci n sea de utilidad. Durante a os me ha perseguido la mala reputaci n. La verdad es que me han acosado personas que me consideran la Se ora de la Muerte y del Morir. Creen que el haber dedicado m s de tres decenios a investigar la muerte y la vida despu s de la muerte me convierte en experta en el tema. Yo creo que se equivocan. La nica realidad incontrovertible de mi trabajo es la importancia de la vida . Siempre digo que la muerte puede ser una de las m s grandiosas experiencias de la vida . Si se vive bien cada d a, entonces no hay nada que temer. Tal vez ste, que sin duda ser mi ltimo libro, aclare esta idea. Es posible que plantee nuevas preguntas e incluso proporcione las respuestas.

5 Desde donde estoy sentada en estos momentos, en la sala de estar llena de flores de mi casa en Scottsdale (Arizona), contemplo mis 70 a os de vida y los considero extraordinarios. Cuando era ni a, en Suiza, jam s, ni en mis sue os m s locos y eran realmente muy locos , habr a pronosticado que llegar a a ser la famosa autora de Sobre la muerte y los moribundos, una obra cuya exploraci n del ltimo tr nsito de la vida me situ en el centro de una pol mica m dica y teol gica. Jam s me habr a imaginado que despu s me pasar a el resto de la vida explicando que la muerte no existe. Seg n la idea de mis padres, yo tendr a que haber sido una simp tica y devota ama de casa suiza. Pero acab siendo una tozuda psiquiatra, escritora y conferenciante del suroeste de Estados Unidos, que se comunica con esp ritus de un mundo que creo es mucho m s acogedor, amable y perfecto que el nuestro.

6 Creo que la medicina moderna se ha convertido en una especie de profeta que ofrece una vida sin dolor. Eso es una tonter a. Lo nico que a mi juicio sana verdaderamente es el amor incondicional. Algunas de mis opiniones son muy poco ortodoxas. Por ejemplo, durante los ltimos a os he sufrido vanas embolias, entre ellas una de poca importancia justo despu s de la Navidad de 1996. Mis m dicos me aconsejaron, y despu s me suplicaron, que dejara el tabaco, el caf y los chocolates. Pero yo contin o d ndome esos peque os gustos. Por qu no? Es mi vida. As es como siempre he vivido. Si soy tozuda e independiente, si estoy apegada a mis costumbres, si estoy un poco desequilibrada, qu m s da? As soy yo. De hecho, las piezas que componen mi existencia no parecen ensamblarse bien.

7 Pero mis experiencias me han ense ado que no existen las casualidades en la vida. Las cosas que me ocurrieron ten an que ocurrir. Estaba destinada a trabajar con enfermos moribundos. Tuve que hacerlo cuando me encontr con mi primer paciente de sida. Me sent llamada a viajar unos kil metros al a o para dirigir seminarios que ayudaban a las personas a hacer frente a los aspectos m s dolorosos de la vida , la muerte y la transici n entre ambas. M s adelante me sent impulsada a comprar una granja de 120 hect reas en Virginia, donde constru mi propio centro de curaci n e hice planes para adoptar a beb s infectados por el sida. Aunque todav a me duele reconocerlo, comprendo que estaba destinada a ser arrancada de ese lugar id lico.

8 En 1985, despu s de anunciar mi intenci n de adoptar a beb s infectados por el sida, me convert en la persona m s despreciada de todo el valle Shenandoah, y aunque pronto renunci a mis planes, un grupo de hombres estuvo haciendo todo lo posible, excepto matarme, para obligarme a marcharme. Disparaban hacia las ventanas de mi casa y mataban a tiros a mis animales. Me enviaban mensajes amenazadores que me hicieron 5desagradable y peligrosa la vida en ese precioso paraje. Pero aqu l era mi hogar, y obstinadamente me negu a hacer las maletas. Viv casi diez a os en la granja de Head Waters en Virginia. La granja era justo lo que hab a so ado, y para hacerla realidad invert en ella todo el dinero ganado con los libros y conferencias.

9 Constru mi casa, una cabana cercana y una alquer a. Constru tambi n un centro de curaci n donde daba seminarios, reduciendo as el tiempo dedicado a mi ajetreado programa de viajes. Ten a el proyecto de adoptar a beb s infectados por el sida, para que disfrutaran de los a os de vida que les quedaran, los que fueran, en plena naturaleza. La vida sencilla de la granja lo era todo para m . Nada me relajaba m s despu s de un largo trayecto en avi n que llegar al serpenteante camino que sub a hasta mi casa. El silencio de la noche era m s sedante que un somn fero. Por la ma ana me despertaba la sinfon a que compon an vacas, caballos, pollos, cerdos, asnos, hablando cada uno en su lengua. Su bullicio era la forma de darme la bienvenida.

10 Los campos se extend an hasta donde alcanzaba mi vista, brillantes con el roc o reci n ca do. Los viejos rboles me ofrec an su silenciosa sabidur a. All se trabajaba de verdad. El contacto con la tierra, el agua y el sol, que son la materia de la vida , me dej las manos mugrientas. Mi vida. Mi alma estaba all . Entonces, el 6 de octubre de 1994 me incendiaron la casa. Se quem toda entera, hasta el suelo, y fue una p rdida total para m . El fuego destruy todos mis papeles. Todo lo que pose a se transform en cenizas. Atravesaba a toda prisa el aeropuerto de Baltimore a fin de coger un avi n para llegar a casa cuando me enter de que sta estaba en llamas. El amigo que me lo dijo me suplic que no fuera all todav a.


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