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MANUSCRITOS AUTOBIOGRÁFICOS (HISTORIA DE UN ALMA) …

MANUSCRITOS AUTOBIOGR FICOS (HISTORIA DE UN ALMA) MANUSCRITO DEDICADO A LA REVERENDA MADRE IN S DE JES SManuscrito A ---------------------------------------- --------------------------------CAP TULO IALEN ON (1873 - 1877) [2r ]El c ntico de las Misericordias del Se orRodeada de amorViaje a Le MansMi car cterYo lo escojo todoCAP TULO IIEN LOS BUISSONNETS (1877-1881)Muerte de mam LisieuxDelicadezas de pap Primera confesi nFiestas y domingos en familiaVisi n prof ticaTrouvilleCAP TULO IIIA OS DOLOROSOS (1881 - 1883)Alumna en la Abad aD as de vacaci nPrimera comuni n de CelinaPaulina en el CarmeloExtra a enfermedadLa sonrisa de la VirgenCAP TULO IVPRIMERA COMUNION - EN EL COLEGIO (1883-1886)Estampas y lecturasPrimera comuni nConfirmaci nEnfermedad de los escr pulosSe ora de PapinauHija de Mar aNuevas separacionesCAP TULO VDESPU S DE LA GRACIA DE NAVIDAD (1886-1887)La sangre de Jes sPranzini, mi primer hijoLa Imitaci n y ArminjonDeseos de entrar en el CarmeloConfidencia a mi padreMi t o cambia de opini nOposici n del superiorViaje a BayeuxCA

Teresa y su priora El ascensor divino Primeras hemoptisis. La mesa de los pecadores La vocación misionera La caridad CAPÍTULO XI LOS QUE USTED ME DIO Novicias y …

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1 MANUSCRITOS AUTOBIOGR FICOS (HISTORIA DE UN ALMA) MANUSCRITO DEDICADO A LA REVERENDA MADRE IN S DE JES SManuscrito A ---------------------------------------- --------------------------------CAP TULO IALEN ON (1873 - 1877) [2r ]El c ntico de las Misericordias del Se orRodeada de amorViaje a Le MansMi car cterYo lo escojo todoCAP TULO IIEN LOS BUISSONNETS (1877-1881)Muerte de mam LisieuxDelicadezas de pap Primera confesi nFiestas y domingos en familiaVisi n prof ticaTrouvilleCAP TULO IIIA OS DOLOROSOS (1881 - 1883)Alumna en la Abad aD as de vacaci nPrimera comuni n de CelinaPaulina en el CarmeloExtra a enfermedadLa sonrisa de la VirgenCAP TULO IVPRIMERA COMUNION - EN EL COLEGIO (1883-1886)Estampas y lecturasPrimera comuni nConfirmaci nEnfermedad de los escr pulosSe ora de PapinauHija de Mar aNuevas separacionesCAP TULO VDESPU S DE LA GRACIA DE NAVIDAD (1886-1887)La sangre de Jes sPranzini, mi primer hijoLa Imitaci n y ArminjonDeseos de entrar en el CarmeloConfidencia a mi padreMi t o cambia de opini nOposici n del superiorViaje a BayeuxCAP TULO VIEL VIAJE A ROMA (1887)Par s: Nuestra Se ora de las VictoriasSuizaMil n, Venecia, Bolonia, LoretoEl coliseo y las catacumbasAudiencia con Le n XIIIN poles, As s, regreso a FranciaTres meses de esperaCAP TULO VIIPRIMEROS A OS EN EL CARMELO (1888-1890)Confesi n con el P.

2 PichonTeresa y sus superiorasLa Santa FazToma de h bitoEnfermedad de pap Peque as virtudesCAP TULO VIIIDESDE LA PROFESI N HASTA LA OFRENDA AL AMORToma de veloMadre Genoveva de Santa TeresaEpidemia de la gripeRetiro del P. AlejoPriorato de la madre In sEntrada de CelinaESCUDO DE ARMAS Y SU EXPLICACI N--------------------------------------- ---------------------------------CARTA A SOR MAR A DEL SAGRADO CORAZ NManuscrito B ---------------------------------------- --------------------------------CAP TULO IXMI VOCACION: EL AMOR (1896) [1r ]Los secretos de Jes sLa Venerable Ana de Jes sTodas las vocacionesArrojar floresEl pajarilloEl guila divina---------------------------------- --------------------------------------MA NUSCRITO DIRIGIDO A LA MADRE MARIA DE GONZAGAM anuscrito C ---------------------------------------- --------------------------------CAP TULO XLA PRUEBA DE LA FETeresa y su prioraEl ascensor divinoPrimeras hemoptisisLa mesa de los pecadoresLa vocaci n misioneraLa caridadCAP TULO XILOS QUE USTED ME DION ovicias y hermanos espiritualesInstrumentos de DiosEl pincelitoPoder de la oraci n y el sacrificioSor San PedroLos misionerosAtr eme.

3 Y correremos------------------------------ ---------------------------------------- --MANUSCRITO DEDICADO A LA REVERENDA MADRE IN S DE JES SManuscrito A ---------------------------------------- --------------------------------CAP TULO IALEN ON (1873 - 1877) [2r ] sEnero de 1895 Historia primaveral de una Florecita blanca,escrita por ella mismay dedicada a la Reverenda Madre In s de Jes c ntico de las Misericordias del Se orA ti, Madre querida, a ti que eres doblemente mi madre, quiero confiar lahistoria de mi El d a que me pediste que lo hiciera, pens que esodisipar a mi coraz n al ocuparlo de s mismo; pero despu s Jes s me hizocomprender que, obedeciendo con total sencillez, le agradar a.

4 Adem s,s lo pretendo una cosa: comenzar a cantar lo que un d a repetir por todala eternidad: Las misericordias del Se or !!! ..Antes de coger la pluma, me he arrodillado ante la imagen de Mar a (laque tantas pruebas nos ha dado de las predilecciones maternales de laReina del cielo por nuestra familia), y le he pedido que gu e ella mi manopara que no escriba ni una l nea que no sea de su agrado. Luego, abriendoel Evangelio, mis ojos se encontraron con estas palabras: Subi Jes s auna monta a y fue llamando a los que l quiso, y se fueron con l (SanMarcos, cap. II, v. 13). He ah el misterio de mi vocaci n, de mi vida entera,y, sobre todo, el misterio de los privilegios que Jes s ha querido dispensara mi El no llama a los que son dignos, sino a los que l quiere, o,como dice san Pablo: Tendr misericordia de quien quiera y me apiadar de quien me plazca.

5 No es, pues, cosa del que quiere o del que se afana,sino de Dios que es misericordioso (Cta. a los Romanos, cap. IX, v. 15 y16).Durante mucho tiempo me he preguntado por qu ten a Dios preferencias,por qu no recib an todas las almas las gracias en igual medida. Meextra aba verle prodigar favores extraordinarios a los santos que le hab an[2v ] ofendido, como san Pablo o san Agust n, a los que forzaba, por as decirlo, a recibir sus gracias; y cuando le a la vida de aquellos santos a losque el Se or quiso acariciar desde la cuna hasta el sepulcro, retirando desu camino todos los obst culos que pudieran impedirles elevarse hacia l ypreviniendo a esas almas con tales favores que no pudiesen empa ar elbrillo inmaculado de su vestidura bautismal, me preguntaba por qu lospobres salvajes, por ejemplo, mor an en tan gran n mero sin haber o do nitan siquiera pronunciar el nombre de s ha querido darme luz acerca de este misterio.

6 Puso ante mis ojos ellibro de la naturaleza y comprend que todas las flores que l ha creadoson hermosas, y que el esplendor de la rosa y la blancura del lirio no lequitan a la humilde violeta su perfume ni a la margarita su Comprend que si todas las flores quisieran ser rosas, lanaturaleza perder a su gala primaveral y los campos ya no se ver anesmaltados de mismo sucede en el mundo de las almas, que es el jard n de Jes s. Elha querido crear grandes santos, que pueden compararse a los lirios y alas rosas; pero ha creado tambi n otros m s peque os, y stos han deconformarse con ser margaritas o violetas destinadas a recrear los ojos deDios cuando mira a sus pies.

7 La perfecci n consiste en hacer su voluntad,en ser lo que l quiere que tambi n que el amor de Nuestro Se or se revela lo mismo enel alma m s sencilla que no opone resistencia alguna a su gracia, que enel alma m s sublime. Y es que, siendo propio del amor el abajarse, sitodas las almas se parecieran a las de los santos doctores que haniluminado a la Iglesia [3r ] con la luz de su doctrina, parecer a que Dios notendr a que abajarse demasiado al venir a sus corazones. Pero l hacreado al ni o, que no sabe nada y que s lo deja o r d biles gemidos; y hacreado al pobre salvaje, que s lo tiene para guiarse la ley natural. Ytambi n a sus corazones quiere l descender!

8 Estas son sus flores de loscampos, cuya sencillez le ndose de tal modo, Dios muestra su infinita grandeza. As como elsol ilumina a la vez a los cedros y a cada florecilla, como si s lo ellaexistiese en la tierra, del mismo modo se ocupa tambi n Nuestro Se or decada alma personalmente, como si no hubiera m s que ella. Y as como enla naturaleza todas las estaciones est n ordenadas de tal modo que en elmomento preciso se abra hasta la m s humilde margarita, de la mismamanera todo est ordenado al bien de cada , Madre querida, te est s preguntando extra ada ad ndequiero ir a parar, pues hasta ahora nada he dicho todav a que se parezca ala historia de mi vida.

9 Pero me has pedido que escribiera lo que me vinieraal pensamiento, sin trabas de ninguna clase. As que lo que voy a escribirno es mi vida propiamente dicha, sino mis pensamientos acerca de lasgracias que Dios se ha dignado encuentro en un momento de mi existencia en el que puedo echar unamirada hacia el pasado; mi alma ha madurado en el crisol de las pruebasexteriores e interiores. Ahora, como la flor fortalecida por la tormenta,levanto la cabeza y veo que en m se hacen realidad las palabras delsalmo XXII: El Se or es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas mehace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis camine por ca adas [3v ] oscuras, ning n mal temer , porque t ,Se or, vas conmigo!

10 Conmigo el Se or ha sido siempre compasivo , lento a la ira y rico en (Salmo CII, v. 8). Poreso, Madre, vengo feliz a cantar a tu lado las misericordias del Se ti sola voy a escribir la historia de la florecita cortada por Jes s. Poreso, te hablar con confianza total, sin preocuparme ni del estilo ni de lasnumerosas digresiones que pueda hacer. Un coraz n de madrecomprende siempre a su hijo, aun cuando no sepa m s que balbucir. Poreso, estoy segura de que voy a ser comprendida y hasta adivinada por ti,que modelaste mi coraz n y que se lo ofreciste a Jes parece que si una florecilla pudiera hablar, dir a simplemente lo queDios ha hecho por ella, sin tratar de ocultar los regalos que l le ha dir a, so pretexto de falsa humildad, que es fea y sin perfume, que elsol le ha robado su esplendor y que las tormentas han tronchado su tallo,cuando est ntimamente convencida de todo lo flor que va a contar su historia se alegra de poder pregonar lasdelicadezas totalmente gratuitas de Jes s.


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