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Patrimonio regional, patrimonio nacional

11 Patrimonio regional, Patrimonio nacional No puede plantearse la cuesti n del Patrimonio regional y el Patrimonio nacional , l gicamente, sin entrar a fondo en la resbaladiza dicotom a regi n-naci n. Pero tampoco es oportuno convertir un discurso sobre Patrimonio cultural en una disquisici n sobre los l mites del nacionalismo. Por ello tratar de que en esta exposici n de hoy el marco no se me coma al cuadro, pero que tampoco, por otra parte, ste pueda quedar desprovisto de las imprescindibles referencias geogr ficas que delimitan el enunciado de la ponencia.

11 Patrimonio regional, patrimonio nacional No puede plantearse la cuestión del patrimonio regional y el patrimonio nacional, lógicamente, sin entrar a fondo en la resbaladiza dicotomía región-nación.

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1 11 Patrimonio regional, Patrimonio nacional No puede plantearse la cuesti n del Patrimonio regional y el Patrimonio nacional , l gicamente, sin entrar a fondo en la resbaladiza dicotom a regi n-naci n. Pero tampoco es oportuno convertir un discurso sobre Patrimonio cultural en una disquisici n sobre los l mites del nacionalismo. Por ello tratar de que en esta exposici n de hoy el marco no se me coma al cuadro, pero que tampoco, por otra parte, ste pueda quedar desprovisto de las imprescindibles referencias geogr ficas que delimitan el enunciado de la ponencia.

2 Podr a enfrascarme hoy aqu en un an lisis de la Ley del Patrimonio Hist rico Espa ol, de 25 de Junio de 1985, o remontarme a la Ley de Defensa, Conservaci n y Acrecentamiento del Patrimonio Hist rico-Art stico nacional , de 1933, o incluso detenerme en el Decreto-Ley de Protecci n, Conservaci n y Acrecentamiento de la Riqueza Art stica, de 1926. Pero no voy a hacer nada de esto, ya que lo que quiero ahora no s estudiar aspectos de la legislaci n sobre Patrimonio , sino reflexionar y hacer una serie de consideraciones esenciales que definen el mism simo contexto en el que se mueve la noci n de Patrimonio .

3 Antes que nada hay que establecer que la diferencia entre lo nacional y lo regional es en gran parte subjetiva. M s exactamente es de una subjetividad colectiva, o sea definida por la percepci n no de un solo sujeto individual sino de toda una comunidad, bien sea la misma comunidad adjetivada de una u otra manera, bien sea otra comunidad directamente afectada por la cuesti n. En general todas las palabras que designan realidades complejas tienen un margen m s o 22 menos amplio de imprecisi n.

4 Son nombres que tendr an que servir para entenderse pero que a veces no consiguen su objetivo, ya que quien los pronuncia no siempre los carga con el mismo significado que se desvelar en la mente del que los escucha. Regi n puede significar, por ejemplo, una parte relativamente peque a de un pa s sin demasiadas caracter sticas radicalmente propias, como por ejemplo La Rioja. La palabra regi n tambi n se ha utilizado para significar una parte substancial de un estado soberano con rasgos nacionales bien diferenciados, como por ejemplo Euskadi.

5 Y a la vez la misma palabra regi n puede utilizarse para designar una zona notablemente amplia de todo un continente, zona que puede extenderse a trav s de varios pa ses, e incluso de varios estados soberanos, como por ejemplo el llamado Oriente Medio. Todo esto en el habla com n -e incluso en el habla m s o menos acad mica- son regiones, evidentemente de caracter sticas muy distintas entre s , pero todas ellas etiquetadas por una misma denominaci n convencional. Por otra parte, para complicar m s las cosas, la palabra regi n tendr un contenido distinto si la empleamos en un contexto geogr fico, en un contexto pol tico o en un contexto econ mico, y no digamos cuando la utilizamos para hablar de realidades tan apartadas de todas stas como pueden ser las regiones atmosf ricas o la mism sima anatom a (as tambi n decimos, por ejemplo, la regi n lumbar).

6 Como vemos, pues, regi n no es un concepto demasiado concreto, y por ello la imprecisi n de la palabra puede inducir a confusiones de contenido. Adem s las palabras se cargan y descargan de significados con el paso del tiempo, a tenor de la evoluci n impuesta por el devenir de las circunstancias. Sea como sea, el uso ha provocado que regi n como sin nimo de zona 33 geogr fica con personalidad hist rica no sea palabra de alto voltaje. Hay que verla como una adaptaci n interesada de un t rmino latino, a fin de disponer de un vocablo para designar comunidades de bajo nivel pol tico, y para distinguirlas de las que tienen un nivel pol tico superior, a las que modernamente suele llamarse naciones.

7 Sucede, sin embargo, que algunas de las realidades hist rico-geogr ficas llamadas por muchos regiones pueden tener un alto nivel hist rico-cultural, y que su bajo perfil pol tico no sea consecuencia de deficiencias esenciales suyas sino de avatares hist ricos. Es evidente que la conciencia nacional de los nativos, que es la que en definitiva, como es obvio, delimita el car cter de una naci n, muchas veces no aflora s lo en aquellas comunidades que disfrutan de independencia pol tica, sino tambi n en aquellas otras que tienen un alto grado de personalidad hist rica, ling stica y cultural, personalidad que no siempre alcanz un status de soberan a pol tica.

8 O que si lo alcanz en un pasado tal vez lo perdiera posteriormente, sin dejar por ello de ser una comunidad con caracter sticas nacionales. La palabra regi n se usa pues a menudo para enmascarar naciones sin estado; para evitar que sea llamada naci n cualquier comunidad no soberana, y que no se origine as alg n equ voco de consecuencias imprevistas. Los catalanistas de principios del siglo XX, que aun no advert an connotaciones indeseadas en el vocablo regi n, no tenian inconveniente en definirse a s mismos como regionalistas , un calificativo bien poco grato, en cambio, a los ojos de la mayor a de catalanistas de pocas posteriores.

9 Ello es as porque en un principio no se cuestionaba la designaci n de regi n aplicada a una parte de un estado soberano, aunque se tratara de una parte reivindicadora de una personalidad 44 distinta a la del resto. De la misma forma que este estado soberano era convencionalmente llamado naci n sin que esta denominaci n despertara suspicacias entre aquellos mismos que, sin dejar de calificarse de regionalistas , teorizaban sobre La nacionalitat catalana, t tulo, como es sabido, del libro insignia del carism tico lider catalanista Enric Prat de la Riba, de 1906.

10 Si la palabra regi n, pese a su vaguedad se mantiene, sin duda es porque sirve para nivelar por abajo a todas las comunidades no estatales y diluir as el relieve de las de mayor personalidad, al emplear para designarlas la misma palabra usada para designar a las menos densas de contenido. En la consolidaci n de la Espa a de las Autonom as, por ejemplo, antiguas comunidades nacionales con hechos diferenciales indiscutibles ocupan pr cticamente el mismo lugar jer rquico que peque as unidades desgajadas m s o menos circunstancialmente de grandes regiones hist ricas.


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