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un cuento desa manta schweblin Pájaros en la boca

S a m a n t a s c h w e b l i n P jaros en la bocaun cuento de samanta schweblin con un DIBUJo De mario segovia guzm n82_ 83l auto de Silvia estaba estacionado fren-te a la casa, con las balizas puestas. Me qued parado, pensando en si hab a al-guna posibilidad real de no atender el timbre, pero el partido se escuchaba en toda la casa, as que apagu el televisor y fui a abrir. Silvia dije. Hola dijo ella, y entr sin que yo alcanzara a decir nada . Tenemos que hablar, Mart n. Se al mi propio sill n y yo obedec , porque a veces, cuando el pasado toca a la puerta y me trata como hace cuatro a os atr s, sigo siendo un imb cil. No va a gustarte. es fuerte mir su re-loj . Es sobre Sara. Siempre es sobre Sara dije. Vas a decir que exagero, que soy una loca, todo ese asunto. Pero hoy no hay tiempo. Te ven s a casa ahora mismo, esto ten s que verlo con tus propios ojos.

s a m a n t a s c h w e b l i n Pájaros en la boca un cuento desa manta schweblin con un DIBUJo De mario segovia guzmán 82_ 83 l auto de Silvia estaba estacionado fren-

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1 S a m a n t a s c h w e b l i n P jaros en la bocaun cuento de samanta schweblin con un DIBUJo De mario segovia guzm n82_ 83l auto de Silvia estaba estacionado fren-te a la casa, con las balizas puestas. Me qued parado, pensando en si hab a al-guna posibilidad real de no atender el timbre, pero el partido se escuchaba en toda la casa, as que apagu el televisor y fui a abrir. Silvia dije. Hola dijo ella, y entr sin que yo alcanzara a decir nada . Tenemos que hablar, Mart n. Se al mi propio sill n y yo obedec , porque a veces, cuando el pasado toca a la puerta y me trata como hace cuatro a os atr s, sigo siendo un imb cil. No va a gustarte. es fuerte mir su re-loj . Es sobre Sara. Siempre es sobre Sara dije. Vas a decir que exagero, que soy una loca, todo ese asunto. Pero hoy no hay tiempo. Te ven s a casa ahora mismo, esto ten s que verlo con tus propios ojos.

2 Qu pasa? Adem s, le dije a Sara que ir as as que te espera. Nos quedamos en silencio un momento. Pens en cu l ser a el pr ximo paso, hasta que ella frunci el ce o, se levant y fue hasta la puerta. Tom mi abrigo y sal tras fuera la casa se ve a como siempre, con el c sped reci n cortado y las azaleas de Silvia colgando del balc n matrimonial. Cada uno baj de su auto y entramos sin hablar. Sara estaba sen-tada en el sill n. Aunque ya hab a terminado las clases por ese a o, llevaba puesto el jumper de la secundaria, que le quedaba como a esas colegialas porno de las revistas. Estaba erguida, con las rodillas juntas y las manos sobre las rodillas, concentrada en alg n punto de la ventana o del jard n, como si estuviera haciendo uno de esos ejercicios de yoga de la madre. Me di cuenta de que aunque siempre hab a sido m s bien p lida y flaca, se le ve a rebosante de salud.

3 Sus piernas y sus brazos parec an m s fuertes, como si hubiera estado haciendo ejercicio durante unos cuantos meses. El pelo le brillaba y ten a un leve rosado en los cachetes, como pintado pero real. Cuan-do me vio entrar sonri y dijo: Hola, pap . Mi nena era realmente una dulzura, pero dos palabras alcan-zaban para entender que algo estaba mal en esa chica, algo segu-ramente relacionado con la madre. A veces pienso que quiz deb jaros en la bocaetiqueta negra JULIO 2009s a m a n t a s c h w e b l i n y sus dientes rojos me obligaron a levantarme de un salto. Corr hasta el ba o, me encerr y vomit en el inodoro. Pens que Silvia me seguir a y se pondr a a echar culpas y directivas desde el otro lado de la puerta, pero no lo hizo. Me lav la boca y la cara, y me qued escuchando frente al espejo. Bajaron algo pesado del piso de arriba. Abrieron y cerraron la puerta de entrada algunas veces.

4 Sara pregunt si pod a llevar con ella la foto de la repisa. Cuando Silvia contest que s su voz ya estaba lejos. Abr la puerta cuidan-do de no hacer ruido, y me asom al pasillo. La puerta principal estaba abierta de par en par y Silvia cargaba la jaula en el asiento trasero de mi coche. Di unos pasos, con la intenci n de salir de la casa grit ndoles unas cuantas cosas, pero Sara sali de la cocina hacia la calle y me detuve en seco para que no me viera. Se dieron un abrazo. Silvia la bes y la meti en el asiento del acompa ante. Esper a que volviera y cerrara la puerta. Qu Te la llev s fue hasta el escritorio y empez a aplastar y doblar las cajas vac as. Dios Santo, Silvia, tu hija come p jaros! No puedo m s. Come p jaros! La hiciste ver? Qu mierda hace con los huesos?Silvia se qued mir ndome, desconcertada. Supongo que los traga tambi n. No s si los p dijo y se qued pensando. No puedo llev rmela.

5 Si se queda me mato. Me mato yo y antes la mato a ella. Pero come p jaros!Fue hasta el ba o y se encerr . Mir hacia afuera, a trav s del ventanal. Sara me salud alegremente desde el auto. Trat de serenarme. Pens en cosas que me ayudaran a dar algunos pasos torpes hacia la puerta, rezando porque ese tiempo al-canzara para volver a ser un ser humano com n y corriente, un tipo pulcro y organizado capaz de quedarse diez minutos de pie en el supermercado, frente a la g ndola de enlatados, corroborando que las arvejas que se est llevando son las m s adecuadas. Pens en cosas como que si se sabe de personas que comen personas entonces comer p jaros vivos no estaba tan mal. Tambi n que desde un punto de vista naturista es m s sano que la droga, y desde el social, m s f cil de ocultar que un embarazo a los trece. Pero creo que hasta la manija del coche se-gu repitiendo come p jaros, come p jaros, come p jaros, y as.

6 Llev a Sara a casa. No dijo nada en el viaje y cuando llega-mos baj sola sus cosas. Su jaula, su valija que hab an guardado en el ba l , y cuatro cajas de zapatos como la que Silvia hab a tra do del garaje. No pude ayudarla con nada. Abr la puerta y ah esper a que ella fuera y viniera con todo. Cuando entramos le se al el cuarto de arriba. Despu s de que se instal la hice bajar y sentarse frente a m , en la mesa del comedor. Prepar dos caf s pero Sara hizo a un lado su taza y dijo que no tomaba infusiones. Com s p jaros, Sara dije. S , pap .Se mordi los labios, avergonzada, y dijo: Vos tambi n. Com s p jaros vivos, Sara. S , pap .Pens en qu se sentir a tragar algo caliente y en movimiento, algo lleno de plumas y patas en la boca, y me tap con la mano, como hac a Silvia. Pasaron tres d as. Sara estaba casi todo el d a en el living, ergui-da en el sill n con las rodillas juntas y las manos sobre las rodillas.

7 Yo sal a temprano al trabajo y me la pasaba todo el d a consultando en internet infinitas combinaciones de las palabras p jaro , crudo , cura , adopci n , sabiendo que ella segu a sentada ah , miran-do hacia el jard n durante horas. Cuando entraba a la casa, alrede-dor de las siete, y la ve a tal cual la hab a imaginado durante todo el d a, se me erizaban los pelos de la nuca y me daban ganas de salir y dejarla encerrada dentro con llave, herm ticamente encerrada, como esos insectos que se cazan de chico y se guardan en frascos de vidrio hasta que el aire se acaba. Pod a hacerlo? Cuando era chico vi en el circo a una mujer barbuda que se llevaba ratones a la boca. Los sosten a as un rato, con la cola movi ndosele entre los labios cerrados, mientras caminaba frente al p blico con los ojos bien abiertos. Ahora pensaba en esa mujer casi todas las noches, revolc ndome en la cama sin poder dormir, considerando la posi-bilidad de internar a Sara en un centro psiqui trico.

8 Quiz podr a visitarla una o dos veces por semana. Podr amos turnarnos con Silvia. Pens en esos casos en que los m dicos sugieren cierto ais-lamiento del paciente, alejarlo de la familia por unos meses. Quiz era una buena opci n para todos, pero no estaba seguro de que Sara pudiera sobrevivir en un lugar as . O s . En cualquier caso, su madre no lo permitir a. O s . No pod a decidirme. Al cuarto d a Silvia vino a vernos. Trajo cinco cajas de za-patos que dej junto a la puerta de entrada, del lado de adentro. Ninguno de los dos dijo nada al respecto. Pregunt por Sara y le se al el cuarto de arriba. Cuando baj le ofrec caf . Lo toma-mos en el living, en silencio. Estaba p lida y las manos le tem-blaban tanto que hac a tintinear la vajilla cada vez que volv a a apoyar la taza sobre el plato. Los dos sab amos qu pensaba el otro. Yo pod a decir esto es culpa tuya, esto es lo que lograste , y ella pod a decir algo absurdo como esto pasa porque nunca le prestaste atenci n.

9 Pero la verdad es que ya est bamos muy cansados. Yo me encargo de esto dijo Silvia antes de salir, se a-lando las cajas de zapatos. No dije nada, pero se lo agradec el supermercado la gente cargaba sus changos de cereales, dulces, verduras y l cteos. Yo me limitaba a mis enlatados y hac a la cola en silencio. Iba al supermercado dos Cuando era chico vi en el circo a una mujer barbuda que se llevaba ratones a la boca. Los sosten a as un rato, con la cola movi ndosele entre los labios cerrados, mientras caminaba frente al p blico con los ojos bien abiertos. Ahora pensaba en esa mujer todas las noches, considerando la posibilidad de internar a Sara en un centro psiqui trico84_ 8584_ FICCIONARIOhab rmela llevado conmigo, pero casi siempre pienso que no. A unos metros del televisor, junto a la ventana, hab a una jaula. Era una jaula para p jaros de unos setenta, ochenta cent metros ; colgaba del techo, vac a.

10 Qu es eso? Una jaula dijo Sara, y sonri .Silvia me hizo una se a para que la siguiera a la cocina. Fuimos hasta el ventanal y ella se volvi para verificar que Sara no nos escuchara. Segu a erguida en el sill n, mirando hacia la calle, como si nunca hubi ramos llegado. Silvia me habl en voz baja. Mart n. Mir , vas a tener que tomarte esto con calma. Ya, Silvia, dejate de joder, Qu pasa? La tengo sin comer desde ayer. Me est s cargando? Para que lo veas con tus propios ojos. Aj .. est s loca?Me hizo una se a para que volvi ramos al living y me se al el sill n. Me sent frente a Sara. Silvia sali de la casa y la vimos cruzar el ventanal y entrar al garaje. Qu le pasa a tu madre?Sara levant los hombros, dando a entender que no lo sab a. Ten a el pelo negro y lacio, atado en una cola de caballo, y un fle-quillo prolijo que le llegaba casi hasta los ojos. Silvia volvi con una caja de zapatos. La tra a derecha, con am-bas manos, como si se tratara de algo delicado.


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