Example: confidence

www.vivirlibre.org YA NO SEAS CODEPENDIENTE

Material distribuido gratuitamente con fines did ctico-terap uticos por el Centro de Atenci n y Servicios Psicol gicos Centro Av. Petr leos Mexicanos 40 Col. Petrolera Taxque a, Deleg. Coyoac n, M xico, 04400 D. F. Tel fonos 01 (55) y e-mail: Web: YA NO SEAS CODEPENDIENTE Melody Beattie C mo dejar de controlar a los dem s y empezar a ocuparse de uno mismo. Material distribuido gratuitamente con fines did ctico-terap uticos por el 114 Centro de Atenci n y Servicios Psicol gicos Centro Av.

Material distribuido gratuitamente con fines didáctico-terapéuticos por el Centro de Atención y Servicios Psicológicos VivirLibre.org 4 Centro VivirLibre.org Av. Petróleos Mexicanos 40 Col. Petrolera Taxqueña, Deleg.

Tags:

  Mexicano

Information

Domain:

Source:

Link to this page:

Please notify us if you found a problem with this document:

Other abuse

Transcription of www.vivirlibre.org YA NO SEAS CODEPENDIENTE

1 Material distribuido gratuitamente con fines did ctico-terap uticos por el Centro de Atenci n y Servicios Psicol gicos Centro Av. Petr leos Mexicanos 40 Col. Petrolera Taxque a, Deleg. Coyoac n, M xico, 04400 D. F. Tel fonos 01 (55) y e-mail: Web: YA NO SEAS CODEPENDIENTE Melody Beattie C mo dejar de controlar a los dem s y empezar a ocuparse de uno mismo. Material distribuido gratuitamente con fines did ctico-terap uticos por el 114 Centro de Atenci n y Servicios Psicol gicos Centro Av.

2 Petr leos Mexicanos 40 Col. Petrolera Taxque a, Deleg. Coyoac n, M xico, 04400 D. F. Tel fonos 01 (55) y e-mail: Web: No es f cil encontrar la felicidad en nosotros mismos, y no es posible encontrarla en ninguna otra parte. Agnes Repplier, The Treasure Chest. Por ayudarme a hacer posible este libro, le doy las gracias: A Dios, a mi madre, a David, a mis hijos, a Scott Egleston, a Sharon George, a Joanne Marcuson y a toda la gente CODEPENDIENTE que ha aprendido de m y que me ha permitido aprender de ella. Este libro me lo dedico a m . ndice Material distribuido gratuitamente con fines did ctico-terap uticos por el Centro de Atenci n y Servicios Psicol gicos Centro Av.

3 Petr leos Mexicanos 40 Col. Petrolera Taxque a, Deleg. Coyoac n, M xico, 04400 D. F. Tel fonos 01 (55) y e-mail: Web: Introducci n. Mi primer encuentro con codependientes fue a principios de la d cada de los sesenta. Esto sucedi antes de que a la gente atormentada por la conducta de otras personas se le llamara CODEPENDIENTE , y antes de que a la gente adicta al alcohol y a otras drogas se le etiquetara como dependiente qu mico. Aunque yo no sab a qu eran los codependientes, generalmente s sab a qui nes eran. Siendo yo alcoh lica y adicta, pasaba como una tormenta por la vida, haciendo a otros codependientes.

4 Los codependientes eran una molestia necesaria. Hostiles, controladores, manipuladores, indirectos, productores de sentimientos de culpa, era dif cil comunicarse con ellos, en ocasiones resultaban verdaderamente odiosos y constitu an un obst culo para mi compulsi n de elevarme . Me deten an, me escond an las pastillas, hac an gestos de desagrado, me tiraban el alcohol por el fregadero, trataban de impedir que consiguiera m s drogas, quer an saber por qu les estaba haciendo esto a ellos y me preguntaban qu me pasaba. Pero siempre estaban ah , listos para rescatarme de los desastres que yo me fabricaba.

5 Los codependientes en mi vida no me entend an, y yo tampoco los comprend a a ellos. Mi primer encuentro profesional con codependientes ocurri a os despu s, en 1976. Para ese entonces en Minnesota, los adictos y alcoh licos se hab an vuelto dependientes qu micos, a sus familiares y amigos se les llamaba los otros significativos y yo era una adicta y alcoh lica en recuperaci n. En esa poca, trabajaba tambi n como consejera en el campo de la dependencia qu mica, esa vasta cadena de instituciones, programas y agencias que ayuda a que la gente con dependencias qu micas se alivie.

6 Como soy mujer y la mayor a de los otros significativos en ese tiempo eran tambi n mujeres, y como ten a menos antig edad y ninguno de mis compa eros de trabajo quer a hacerlo, mi jefe en el centro de tratamiento de Minneapolis me pidi que organizara grupos de apoyo para las esposas de los adictos que estaban participando en el programa. Yo no estaba preparada para esa tarea. Todav a encontraba a los codependientes hostiles, controladores, manipuladores, indirectos, provocadores de sentimientos de culpa, me era dif cil comunicarme con ellos, y m s.

7 En mi grupo, ve a personas que se sent an responsables del mundo entero, pero que se rehusaban a asumir la responsabilidad para conducir y vivir sus propias vidas. Vi personas que constantemente daban de s a los dem s pero que no sab an recibir. Vi a otros dar hasta sentirse iracundos, exhaustos y vac os del todo. Vi algunos dar hasta darse por vencidos. Llegu incluso a ver a una mujer dar y sufrir tanto que muri de vejez y por causas naturales a los 33 a os. Era madre de cinco ni os y esposa de un alcoh lico que hab a sido enviado a prisi n por tercera vez. Trabaj con mujeres expertas en cuidar a todo el que se encontraba a su alrededor, y aun as estas mujeres dudaban de su capacidad para cuidar de s mismas.

8 Vi personas que eran tan s lo cascarones, que corr an sin pensar de una actividad a otra. Vi a los siempre complacientes, a los m rtires, a los estoicos, a los tiranos, vi personas como enredaderas marchitas, enredaderas colgantes, y, tomando una l nea de H. Sackler en su obra The Great White Hope (La gran esperanza blanca), vi rostros arrebatados que denotaban miserias . La mayor a de los codependientes estaba obsesionada con otras personas. Con gran precisi n y detalle, pod a recitar largas listas de los actos y transgresiones de los adictos: lo que pensaban, hac an y dec an; y lo que no pensaban, no hac an o no dec an.

9 Los codependientes sab an lo que el alcoh lico o adicto deb a o no deb a de hacer. Y se preguntaban una y otra vez por qu lo hac an o por qu no lo hac an. Sin embargo, estos codependientes que tan bien pod an ver dentro de los dem s no pod an verse a s mismos. No sab an lo que estaban sintiendo. No estaban seguros de lo que pensaban. Y no sab an qu era, si acaso hab a algo, lo que pod an hacer para resolver sus problemas; si, en efecto, ten an alg n otro problema que no fueran los alcoh licos. Era un grupo formidable el de estos codependientes. Molestaban, se quejaban y trataban de controlar todo y a todos menos a s mismos.

10 Y, excepto por unos cuantos pioneros de la terapia familiar, muchos consejeros (incluy ndome a m ) no sab an c mo ayudarlos. El campo de la dependencia qu mica prosperaba, pero la ayuda estaba centrada en el adicto. La bibliograf a y el entrenamiento para terapia familiar eran escasos. Qu necesitaban los codependientes? Qu quer an? Qu no eran tan s lo una extensi n del alcoh lico, un visitante del centro de tratamiento? Por qu no pod an cooperar, en vez de buscar problemas siempre? El alcoh lico ten a una excusa para estar tan loco: estaba borracho.


Related search queries