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Clavículas de Salomón

Clav culas de Salom n 1641 Lansdowne 1203 Traducido del Hebreo al Lat n Por el Rabino Hebognazar Del Lat n al Franc s por Monseigneur de Darvault Todo el universo ha sabido, hasta hoy, que, desde tiempo inmemorial, Salom n estaba en posesi n de todas las ciencias infundidas a trav s de los sabios preceptos y de las ense anzas de un ngel, al cual pareci estar tan sumiso y obediente que, adem s del don de sabidur a que le pidiera, obtuvo, y no sin admiraci n, toda otra suerte de virtudes. Todo lo cual hizo que, llegando Salom n al t rmino de sus d as, l mismo estableciese que su hijo Roboam, por sucesi n, hici rase cargo de un testamento que conten a todas las ciencias de las que l usare y disfrutare hasta el d a de su muerte.

Todo el universo ha sabido, hasta hoy, que, desde tiempo inmemorial, Salomón estaba en posesión de todas las ciencias infundidas a través de los sabios preceptos y de las enseñanzas de un ángel, al cual

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Transcription of Clavículas de Salomón

1 Clav culas de Salom n 1641 Lansdowne 1203 Traducido del Hebreo al Lat n Por el Rabino Hebognazar Del Lat n al Franc s por Monseigneur de Darvault Todo el universo ha sabido, hasta hoy, que, desde tiempo inmemorial, Salom n estaba en posesi n de todas las ciencias infundidas a trav s de los sabios preceptos y de las ense anzas de un ngel, al cual pareci estar tan sumiso y obediente que, adem s del don de sabidur a que le pidiera, obtuvo, y no sin admiraci n, toda otra suerte de virtudes. Todo lo cual hizo que, llegando Salom n al t rmino de sus d as, l mismo estableciese que su hijo Roboam, por sucesi n, hici rase cargo de un testamento que conten a todas las ciencias de las que l usare y disfrutare hasta el d a de su muerte.

2 Los Rabinos que, despu s de l, procuraron guardar celosamente este testamento, nombraron a ste ltimo Las Clav culas de Salom n, nombre con el cual hicieron grabar un libro hecho de cortezas d cedro, y en donde los pant culos aparec an en caracteres hebreos y sobre planchas de cobre, a fin de poder ser conservados para la posteridad en el templo que el sabio hab a hecho construir. Ellos, los Rabinos, han a adido a este precioso tesoro muchas pruebas o demostraciones de los secretos que adquirieron a trav s del mismo; antiguamente fue traducido del hebreo al lat n por el rabino Hebognazar, quien llevose consigo tal traducci n, yendo a parar a Arl s (Provenza), donde, gracias a la fortuna, esta preciosa traducci n fue a caer en manos de Monseigneur de Darvault, quien la rescat , en aquel tiempo, de entre el exterminio que de los jud os produj rase.

3 Darvault la tradujo del lat n al lenguaje vulgar (franc s) en los t rminos siguientes: Roboam, hijo m o, como de entre todas las ciencias, no las hay m s naturales y m s tiles que las del conocimiento de los movimientos celestes, he cre do que, cuando yo muera, debo dejarte una herencia m s preciosa que todas las riquezas de las que gozo. Y, para que comprendas de qu forma he llegado a conseguir un grado tan alto como ste, es preciso que te diga que el ngel del gran Dios h zose visible para m en un d a en el que, al contemplar el poder o de ese astro Supremo, dec ame a m mismo: Quan mirabilia opera dei (cu n admirables y sorprendentes son las obras de Dios).

4 De repente, en el fondo de un camino bordeado por espesa arbcileda, percib una luz en forma de ardiente estrella, la cual d jome en alta voz: Salom n, Salom n, no te extra es: en absoluto por lo que voy a decirte: el Se or ha puesto sus ojos en ti, y desea satisfacer tu curiosidad, d ndote el conocimiento de lo que te ser m s agradable, y te mando que le pidas lo que desees. A lo cual, despu s de haberme rehecho de m casi desmayo, respond al ngel que, despu s de la voluntad del Se or, no deseaba otra cosa sino el don de la sabidur a; y por la bondad del gran Dios obtuve, por a adidura, el disfrute de todos los tesoros terrenales y el conocimiento de todas las cosas de la naturaleza.

5 H te aqu , hijo m o, como, por ese medio, poseo todas las virtudes y riquezas de las que t me ves disfrutar ahora; y, si pones un poco de atenci n en lo que voy a contarte, y si observas y guardas con cuidado los preceptos que voy a darte, te garantizo que las gracias del gran Dios te ser n familiares, y que las criaturas celestes y terrenas ser n obedientes y estar n sujetas a ti por la fuerza y virtud de la Ciencia Cabal stica, a la que yo llamo Gran Ciencia o Magia, la cual difiere de la Ciencia Diab lica, es decir, que no opera en absoluto a trav s de la fuerza de los esp ritus inmundos, aunque s por la potencia de las causas naturales y la de los ngeles puros que las rigen.

6 De los que voy a darte los nombres ordenados, y sus ejercicios y empleos espec ficos, a los cuales son destinados con sus nombres, sellos y caracteres; re ne los d as durante los cuales presiden en particular, a fin de que puedas llevar a cabo todo cuanto te prometo en este mi testamento. Es preciso que seas cuidadoso y est s atento a la consecuci n de lo que desees emprender, y que todas tus obras vayan dirigidas sola y exclusivamente a honor del que me ha dado el conocimiento y la fuerza de dominar, no solamente sobre las cosas terrenas, si no tambi n sobre las celestes, es decir, sobre los ngeles de quienes pudo disponer a voluntad m a y obtener de ellos servicios muy considerables en todo cuanto me concierne.

7 Ante todo debo procurar que sepas que Dios, habiendo hecho todas las cosas para que le est n sumisas, y no contento todav a, ha querido llevar sus obras hasta el grado m s perfecto, haciendo una obra en la que participan lo divino y lo terrenal, es decir, el hombre cuyo cuerpo es grosero y terreno y el alma espiritual y celestial, al cual ha sometido toda la tierra y a sus habitantes, y le ha dado medios por los cuales, con el arte, puede volver familiares a los ngeles, a los que yo llamo criaturas celestiales, que est n destinados, unos a regular el movimiento de los astros, otros a habitar dentro de los elementos, y otros, en fin, a conducir y ayudar a las criaturas celestiales y terrenales, a las que llamo hombres.

8 Puedes, pues, entablar conocimiento con una gran parte de ellos a trav s de sus sellos y caracteres, y que se te vuelvan f ciles y familiares mientras no abuses exigiendo dos de las cosas que a ellos les son contrarias, a saber: Maldito quien en vano tomar el Nombre de Dios y maldito quien mal emplear las Ciencias y los bienes con los que El nos ha enriquecido. Te pido, hijo m o, que grabes bien en tu memoria todo cuanto te digo, para que no se te borre nunca, o, por lo menos, te mando que si no tuvieses deseo de usar para bien los secretos que te ense o, antes eches al fuego este mi testamento, que abusar del poder que te doy de obligar a los esp ritus, pues te advierto que estos ngeles bienhechores, cansados de tus il citas demandas, podr an ejecutar para tu desdicha las rdenes del Dios supremo, as corno para la desdicha de todos los que, mal intencionados, abusaren de los Secretos que se me han revelado.

9 De todas formas, hijo m o, no creas en absoluto que no te sea permitido gozar de los bienes y placer que esos esp ritus divinos puedan darte; sino al contrario, para ellos es un gran placer el rendir servicio al hombre, mientras ste no abuse en absoluto de su bondad. Por otra parte, hay muchos de esos esp ritus que tienen mucha afinidad con el hombre e inclinaci n hacia l, al haberles destinado Dios sobre todo a la conservaci n y conducci n de las cosas terrenas que est n sometidas al poder del hombre. Hay diferentes clases de esp ritus, seg n las cosas a las cuales presiden: los hay que rigen el cielo emp reo, otros que rigen el primer m vil, otros el segundo Cristalino, otros el primer Cristalino; los hay que presiden el Cielo estrellado, hay tambi n esp ritus en el Cielo de Saturno, a los que se llaman saturnistas, hay esp ritus jupiterianos, marciales, solares, venusianos, mercuriales y luminares; observo los mismos esp ritus en los Elementos como en los Cielos.

10 Los hay que habitan la regi n gnea, los hay que residen en el aire, otros en el agua y otros en la tierra; todos ellos pueden prestar servicio al hombre que tenga la dicha de conocerlos y que pueda servirse de los medios encaminados a sorprenderlos y hallarlos. Quiero hacerte saber todav a que Dios ha destinado a cada uno de nosotros un esp ritu que vela y cuida de nuestra conservaci n, los cuales son llamados genios y son elementales al igual que nosotros, y est n m s prestos en llevar a cabo servicios para los que su temperamento est conforme al Elemento que estos genios habitan; por ejemplo, si t eres de temperamento gneo, es decir sangu neo, tu genio ser gneo y sometido al imperio de Bael.


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