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EVANGELII GAUDIUM FRANCISCO - …

EXHORTACI N APOST LICAEVANGELII GAUDIUMDEL SANTO PADREFRANCISCOA LOS OBISPOSA LOS PRESB TEROS Y DI CONOSA LAS PERSONAS CONSAGRADASY A LOS FIELES LAICOSSOBREEL ANUNCIO DEL EVANGELIO EN EL MUNDO ACTUAL TIPOGRAF A VATICANA31. La aLegr a deL evangeLio llena el co-raz n y la vida entera de los que se encuentran con Jes s. Quienes se dejan salvar por l son li-berados del pecado, de la tristeza, del vac o inte-rior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegr a. En esta Exhortaci n quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegr a, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los pr ximos a aLegr a que se renueva y se comunica2. El gran riesgo del mundo actual, con su m ltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del coraz n c modo y avaro, de la b squeda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada.

exhortaciÓn apostÓlica evangelii gaudium del santo padre francisco a los obispos a los presbÍteros y diÁconos a las personas consagradas y a los fieles laicos

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1 EXHORTACI N APOST LICAEVANGELII GAUDIUMDEL SANTO PADREFRANCISCOA LOS OBISPOSA LOS PRESB TEROS Y DI CONOSA LAS PERSONAS CONSAGRADASY A LOS FIELES LAICOSSOBREEL ANUNCIO DEL EVANGELIO EN EL MUNDO ACTUAL TIPOGRAF A VATICANA31. La aLegr a deL evangeLio llena el co-raz n y la vida entera de los que se encuentran con Jes s. Quienes se dejan salvar por l son li-berados del pecado, de la tristeza, del vac o inte-rior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegr a. En esta Exhortaci n quiero dirigirme a los fieles cristianos para invitarlos a una nueva etapa evangelizadora marcada por esa alegr a, e indicar caminos para la marcha de la Iglesia en los pr ximos a aLegr a que se renueva y se comunica2. El gran riesgo del mundo actual, con su m ltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del coraz n c modo y avaro, de la b squeda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada.

2 Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los dem s, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegr a de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien. Los creyentes tambi n corren ese riesgo, cierto y per-manente. Muchos caen en l y se convierten en seres resentidos, quejosos, sin vida. sa no es la opci n de una vida digna y plena, se no es el deseo de Dios para nosotros, sa no es la vida 4en el Esp ritu que brota del coraz n de Cristo Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situaci n en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisi n de dejarse encon-trar por l, de intentarlo cada d a sin descanso.

3 No hay raz n para que alguien piense que esta invitaci n no es para l, porque nadie queda ex-cluido de la alegr a reportada por el Se or .1 Al que arriesga, el Se or no lo defrauda, y cuando alguien da un peque o paso hacia Jes s, descu-bre que l ya esperaba su llegada con los brazos abiertos. ste es el momento para decirle a Je-sucristo: Se or, me he dejado enga ar, de mil maneras escap de tu amor, pero aqu estoy otra vez para renovar mi alianza contigo. Te necesito. Resc tame de nuevo, Se or, ac ptame una vez m s entre tus brazos redentores . Nos hace tan-to bien volver a l cuando nos hemos perdido! Insisto una vez m s: Dios no se cansa nunca de perdonar, somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia.

4 Aquel que nos in-vit a perdonar setenta veces siete (Mt 18,22) nos da ejemplo: l perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podr quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable. l nos permite levantar la cabeza y volver a em-1 PabLo VI, Exhort. ap. Gaudete in Domino (9 mayo 1975), 22: AAS 67 (1975), , con una ternura que nunca nos desilusiona y que siempre puede devolvernos la alegr a. No huyamos de la resurrecci n de Jes s, nunca nos declaremos muertos, pase lo que pase. Que nada pueda m s que su vida que nos lanza hacia ade-lante!4. Los libros del Antiguo Testamento hab an preanunciado la alegr a de la salvaci n, que se volver a desbordante en los tiempos mesi nicos. El profeta Isa as se dirige al Mes as esperado sa-lud ndolo con regocijo: T multiplicaste la ale-gr a, acrecentaste el gozo (9,2).

5 Y anima a los habitantes de Si n a recibirlo entre cantos: Dad gritos de gozo y de j bilo! (12,6). A quien ya lo ha visto en el horizonte, el profeta lo invita a convertirse en mensajero para los dem s: S be-te a un alto monte, alegre mensajero para Si n; clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusal n (40,9). La creaci n entera participa de esta alegr a de la salvaci n: Aclamad, cielos, y exulta, tierra! Prorrumpid, montes, en cantos de alegr a! Porque el Se or ha consolado a su pue-blo, y de sus pobres se ha compadecido (49,13).Zacar as, viendo el d a del Se or, invita a dar v tores al Rey que llega pobre y montado en un borrico : Exulta sin freno, Si n, grita de ale-gr a, Jerusal n, que viene a ti tu Rey, justo y vic-torioso!

6 (9,9). Pero quiz s la invitaci n m s contagiosa sea la del profeta Sofon as, quien nos muestra al mis-mo Dios como un centro luminoso de fiesta y de alegr a que quiere comunicar a su pueblo ese 6gozo salv fico. Me llena de vida releer este texto: Tu Dios est en medio de ti, poderoso salvador. l exulta de gozo por ti, te renueva con su amor, y baila por ti con gritos de j bilo (3,17). Es la alegr a que se vive en medio de las pe-que as cosas de la vida cotidiana, como respuesta a la afectuosa invitaci n de nuestro Padre Dios: Hijo, en la medida de tus posibilidades tr tate bien [..] No te prives de pasar un buen d a (Si 14, ). Cu nta ternura paterna se intuye de-tr s de estas palabras! 5. El Evangelio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, invita insistentemente a la alegr a.

7 Bastan algunos ejemplos: Al grate es el saludo del ngel a Mar a (Lc 1,28). La visita de Mar a a Isabel hace que Juan salte de alegr a en el seno de su madre (cf. Lc 1,41). En su canto Mar a procla-ma: Mi esp ritu se estremece de alegr a en Dios, mi salvador (Lc 1,47). Cuando Jes s comienza su ministerio, Juan exclama: sta es mi alegr a, que ha llegado a su plenitud (Jn 3,29). Jes s mismo se llen de alegr a en el Esp ritu Santo (Lc 10,21). Su mensaje es fuente de gozo: Os he dicho estas cosas para que mi alegr a est en vosotros, y vuestra alegr a sea plena (Jn 15,11). Nuestra alegr a cristiana bebe de la fuente de su coraz n rebosante. l promete a los disc pulos: Estar is tristes, pero vuestra tristeza se conver-tir en alegr a (Jn 16,20).

8 E insiste: Volver a veros y se alegrar vuestro coraz n, y nadie os podr quitar vuestra alegr a (Jn 16,22). Des-pu s ellos, al verlo resucitado, se alegraron (Jn 720,20). El libro de los Hechos de los Ap stoles cuenta que en la primera comunidad tomaban el alimento con alegr a (2,46). Por donde los dis-c pulos pasaban, hab a una gran alegr a (8,8), y ellos, en medio de la persecuci n, se llenaban de gozo (13,52). Un eunuco, apenas bautizado, sigui gozoso su camino (8,39), y el carcelero se alegr con toda su familia por haber cre do en Dios (16,34). Por qu no entrar tambi n no-sotros en ese r o de alegr a?6. Hay cristianos cuya opci n parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. Pero reconozco que la alegr a no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras.

9 Se adapta y se transforma, y siempre per-manece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente ama-do, m s all de todo. Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificulta-des que tienen que sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegr a de la fe comience a despertarse, como una secreta pero firme con-fianza, aun en medio de las peores angustias: Me encuentro lejos de la paz, he olvidado la di-cha [..] Pero algo traigo a la memoria, algo que me hace esperar. Que el amor del Se or no se ha acabado, no se ha agotado su ternura. Ma ana tras ma ana se renuevan. Grande es su fidelidad! [..] Bueno es esperar en silencio la salvaci n del Se or (Lm 3, ).87. La tentaci n aparece frecuentemente bajo forma de excusas y reclamos, como si debieran darse innumerables condiciones para que sea posible la alegr a.

10 Esto suele suceder porque la sociedad tecnol gica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy dif cil engendrar la alegr a .2 Puedo decir que los go-zos m s bellos y espont neos que he visto en mis a os de vida son los de personas muy pobres que tienen poco a qu aferrarse. Tambi n recuerdo la genuina alegr a de aquellos que, aun en medio de grandes compromisos profesionales, han sabido conservar un coraz n creyente, desprendido y sencillo. De maneras variadas, esas alegr as be-ben en la fuente del amor siempre m s grande de Dios que se nos manifest en Jesucristo. No me cansar de repetir aquellas palabras de Benedicto XVI que nos llevan al centro del Evangelio: No se comienza a ser cristiano por una decisi n tica o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nue-vo horizonte a la vida y, con ello, una orientaci n decisiva.


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