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LOS DRAGONES DEL EDÉN - Pontificia Universidad Católica ...

LOS DRAGONES DEL ED N Especulaciones sobre la evoluci n de la inteligencia humana carl sagan Este libro no podr ser reproducido, ni total ni el previo permiso escrito del editor. Todos los derechos reservados. T tulo original: The dragons o Ed n Traducci n: Rafael Andreu Revisi n: Dom nec Bergad Cari sagan , 1997 De esta edici n Editorial Planeta DeAgostini. 2003 Edici n especial para Editorial Televisa. de 2003 ISBN: 84-674-0460-4 A mi esposa Linda con amor Agradecimientos Escribir un libro sobre un tema tan alejado de la propia especialidad es, en el mejor de los casos, aventurado. Aun as , como he intentado explicar, la tentaci n fue irresistible. Sean cuales sean las virtudes de este libro, se deben en gran parte a los hombres de ciencia que han realizado la investigaci n b sica de la que vamos a ocuparnos, y tambi n, a los bi logos y especialistas en ciencias sociales que tuvieron el gesto de leer y dar r plica a mis razonamientos.

CARL SAGAN Este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente.sin el previo permiso escrito del editor. Todos los derechos rese rvados. Título original: The dragons oí Edén Traducción: Rafael Andreu Revisión: Doménec Bergadá ©Cari Sagan, 1997

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1 LOS DRAGONES DEL ED N Especulaciones sobre la evoluci n de la inteligencia humana carl sagan Este libro no podr ser reproducido, ni total ni el previo permiso escrito del editor. Todos los derechos reservados. T tulo original: The dragons o Ed n Traducci n: Rafael Andreu Revisi n: Dom nec Bergad Cari sagan , 1997 De esta edici n Editorial Planeta DeAgostini. 2003 Edici n especial para Editorial Televisa. de 2003 ISBN: 84-674-0460-4 A mi esposa Linda con amor Agradecimientos Escribir un libro sobre un tema tan alejado de la propia especialidad es, en el mejor de los casos, aventurado. Aun as , como he intentado explicar, la tentaci n fue irresistible. Sean cuales sean las virtudes de este libro, se deben en gran parte a los hombres de ciencia que han realizado la investigaci n b sica de la que vamos a ocuparnos, y tambi n, a los bi logos y especialistas en ciencias sociales que tuvieron el gesto de leer y dar r plica a mis razonamientos.

2 Estoy muy reconocido al difunto L. S. B. Leakey y a Hans Lukas Teuber por sus comentarios cr ticos y estimulantes contrastes de opiniones, y tambi n a Joshua Lederberg, James Maas, John Eisenberg, Bernard Campbell, Lester y David Grinspoon, Stephen Jay Gould, William Dement, Geoffrey Bourne, Philip Morrison, Charles Hocket, Ernest Hartmann, Richard Gregory, Paul Rozin, Jon Lomberg, Timothy Ferris y, muy en especial, a Paul MacLean. Aprecio en o que vale la minuciosa atenci n que algunos de ellos dispensaron a este texto, as como la obtenida de Anne Freedgood, directora editorial de la obra, y de Nancy Inglis, encargada de la revisi n de originales, una y otra del equipo editorial de Random House, en la lectura de las primeras redacciones del libro. Creo in til manifestar que ninguno de ellos tiene parte alguna en los errores que se hayan podido deslizar en mi estudio.

3 Deseo tambi n dar las gracias a Linda sagan y a Sally Forbes por la labor de documentaci n realizada en la b squeda de ilustraciones. Asimismo, quiero agradecer a diversos colegas que me hayan dejado consultar sus trabajos antes de darlos a la luz p blica, y a Don Davis la confecci n de la sobrecubierta de la edici n original de esta obra, que no pretende ser representaci n literal de una poca geol gica en concreto, sino simple alegor a de algunas de las ideas que expongo en el presente libro. Parte de mi trabajo ha sido posible gracias al a o sab tico que me ha concedido la Universidad de Cornell. Tambi n agradezco muy de veras la hospitalidad recibida de L. E. H. Trainor, M. Silverman, C. Lumsden y Andrew Baines, rector del New College, todos ellos ligados a la Universidad de Toronto. La revista Natural History ha publicado amplios extractos del primer cap tulo.

4 Por lo dem s, algunos de los conceptos expuestos fueron presentados en un coloquio organizado conjuntamente por el Instituto de Higiene Mental de Massachusetts y el Departamento de Psiquiatr a de la Facultad de Medicina de Harvard, y tambi n en una de las conferencias del ciclo que patrocina la Fundaci n L. S. B. Leakey en el Instituto de Tecnolog a de California. En la redacci n de este libro desempe a un papel importante la labor mecanogr fica de Mary Roth y, muy en especial, la meticulosa y reiterada transcripci n mecanogr fica de los m ltiples borradores efectuada por Shirley Arden. El ser humano se halla a medio camino entre los dioses y las bestias PLOTINO Me temo que la principal conclusi n que se desprende de la lectura de este libro, a saber, que el hombre desciende de una forma org nica de rango inferior, irritar grandemente a muchas personas. Sin embargo, no cabe duda de que somos la progenie evolucionada de criaturas primitivas.

5 Jam s olvidar la sensaci n de pasmo que me invadi al contemplar por vez primera a un grupo de fueguinos en una bravia y desolada zona costera, porque en seguida me vino a la mente la semejanza de nuestros antecesores con aquellos salvajes. Iban completamente desnudos, la piel pintarrajeada, el largo cabello enmara ado y echaban espumarajos por la boca a causa de la turbaci n que experimentaban. Su semblante, sobresaltado y receloso, ten a expresi n de ferocidad. No conoc an arte ni oficio alguno y, cual alima as, viv an de lo que cazaban. No pose an organizaci n social y se mostraban implacables para con todos los que no pertenecieran a su reducida tribu. Quien haya visto a un salvaje en su entorno natural no sentir excesivo rubor si se ve obligado a reconocer que por sus venas fluye la sangre de criaturas de un orden m s bajo. En lo que a m concierne, prefiero descender del heroico monito que se plant ante su m s temido enemigo para salvar la vida de su cuidador o del viejo babuino que descendi de la monta a y arrebat triunfalmente a un camarada m s joven de los dientes de una sorprendida jaur a, que de un salvaje que halla placer en torturar a sus enemigos, que ofrece sacrificios sangrientos, comete infanticidios sin el menor escr pulo, trata a sus mujeres como esclavas, no conoce el decoro y es v ctima de las m s necias supersticiones.

6 Al hombre se le puede disculpar que experimente cierto orgullo por haber escalado, aunque no con su esfuerzo, la c spide de la jerarqu a org nica. Por otra parte, el hecho de que haya ascendido a dicho puesto, de que no se encontrase en l desde un buen principio, le permite concebir esperanzas de alcanzar en un futuro lejano objetivos a n m s encumbrados. Pero lo que ahora importa no son las esperanzas ni los temores, sino solamente la verdad, en la medida en que nuestra raz n nos permita desvelarla. He procurado presentar las pruebas recogidas lo mejor que he sabido, y en mi opini n, resulta forzoso reconocer que el hombre, a pesar de las nobles cualidades que le adornan, de la compasi n que muestra hacia los m s menesterosos, de su bondad no s lo para con los otros hombres, sino tambi n para con las criaturas m s insignificantes, de su intelecto divino y de que ha llegado a elucidar los movimientos y constituci n del sistema solar, a pesar de todo ello, digo, el hombre a n lleva impresa en su estructura corp rea la huella indeleble de su humilde origen.

7 CHARLES DARWIN, El origen del hombre Hermano soy de los DRAGONES y amigo de las lechuzas (Job, 30,29) Introducci n En buena l gica, no deber a la mente del orador conocer la sustancia del tema sobre el que se dispone a hablar? PLAT N, Fedro No s de un solo tratado, antiguo o moderno, que pueda proporcionarme una explicaci n convincente del medio f sico que me rodea. La mitolog a es lo que m s se acerca a lo que anda buscando. HENRY DAVID THOREAU, The Journal Jacob Bronowski forma parte del reducido grupo de hombres y mujeres que en el transcurso de la historia se han sentido atra dos y han logrado acceder a toda la gama del saber humano: las letras, las ciencias, la filosof a y la psicolog a. Bronowski rebasa el mbito de la especializaci n en una sola disciplina para sobrevolar el vasto panorama de la erudici n humana. Su libro, The ascent of man, adaptado tambi n para la televisi n, constituye un soberbio instrumento educativo a la par que un notable tributo al pasado.

8 En cierto modo viene a relatarnos la evoluci n paralela del ser biol gico y del ser intelectivo. El ltimo cap tulo de la obra y episodio final de la serie televisiva, titulado La dilatada infancia , hace referencia al vasto periodo de tiempo mucho m s prolongado en los individuos de nuestra especie que en los de cualquier otra si tomamos como referencia la duraci n total de sus respectivas vidas en que el ni o permanece bajo la dependencia del sujeto adulto y su gran plasticidad, es decir, la capacidad que posee para adaptarse al entorno f sico y cultural. Casi todos los organismos terrestres act an en buena medida conforme al legado gen tico de que son portadores y que ha sido previamente transmitido al sistema nervioso del individuo, siendo la informaci n extragen tica recogida en el curso de su vida un factor secundario. Sin embargo, en el caso del hombre y de los dem s mam feros sucede exactamente lo contrario.

9 Sin desconocer el notable influjo del legado gen tico en nuestro comportamiento, nuestros cerebros ofrecen much simas m s oportunidades de establecer nuevos modelos de conducta y nuevas pautas culturales en cortos periodos de tiempo que en cualquier otro ser vivo. Por decirlo de alg n modo, hemos concertado un pacto con la naturaleza seg n el cual el dif cil proceso de maduraci n del ni o viene compensado por su capacidad de aprendizaje, lo que incrementa en gran manera las posibilidades de supervivencia de la especie humana. A m s abundamiento, el ser humano, en la restringida y m s reciente fase de su largo devenir biol gico-intelectivo, se ha procurado no s lo informaci n extragen tica, sino tambi n conocimientos extrasom -ticos, o sea, informaci n acumulada fuera de nuestro cuerpo, fen meno del que la escritura constituye el ejemplo m s significativo.

10 Las transformaciones evolutivas o gen ticas se consuman al cabo de extensos periodos de tiempo. Para determinar el intervalo que media entre la aparici n de una especie superior a partir de su antecedente podr a tomarse como base un periodo de cien mil a os; por lo dem s, con frecuencia las diferencias de comportamiento entre especies animales muy pr ximas leones y tigres, por ejemplo no parecen ser muy considerables. Una muestra de evoluci n reciente de un elemento corporal en el hombre la tenemos en los dedos del pie. El dedo gordo desempe a una funci n importante en la conservaci n del equilibrio al andar, pero el papel de los restantes dedos no es, ni much simo menos, tan manifiesto. Es indudable que estos dedos son un elemento evolucionado de los ap ndices digitales que algunos animales, como los simios y los monos trepadores, utilizan para aferrarse o maniobrar gilmente.


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