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Directrices IFLA/UNESCO para el desarrollo del servicio de bibliotecas p blicas Federaci n Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas Organizaci n de las Naciones Unidas para la Educaci n, la Ciencia y la Cultura Abril de 2001 2 Directrices IFLA/UNESCO para el desarrollo del servicio de bibliotecas p blicas Federaci n Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas Secci n de Bibliotecas P blicas 2001 3 PREFACIO La presente publicaci n sustituye a Directrices para Bibliotecas P blicas , aparecida en 1986. Ha sido redactada por un grupo de trabajo formado por las siguientes personas, miembros del Comit de la Secci n de Bibliotecas P blicas de la IFLA: Philip Gill (Reino Unido), Presidente Barbara Clubb (Canad ) Ilona Glashoff (Alemania) Kerstin Hassner (Suecia) Nerses Hayrapetian (Armenia) Robert Pestell (Australia) Antes de comenzar la redacci n de esta publicaci n, se precis su contenido en un seminario de dos d as de duraci n celebrado en Noordwijk, Pa ses Bajos, en agosto de 1998.

Directrices IFLA/UNESCO para el desarrollo del servicio de bibliotecas públicas Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas

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1 Directrices IFLA/UNESCO para el desarrollo del servicio de bibliotecas p blicas Federaci n Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas Organizaci n de las Naciones Unidas para la Educaci n, la Ciencia y la Cultura Abril de 2001 2 Directrices IFLA/UNESCO para el desarrollo del servicio de bibliotecas p blicas Federaci n Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios y Bibliotecas Secci n de Bibliotecas P blicas 2001 3 PREFACIO La presente publicaci n sustituye a Directrices para Bibliotecas P blicas , aparecida en 1986. Ha sido redactada por un grupo de trabajo formado por las siguientes personas, miembros del Comit de la Secci n de Bibliotecas P blicas de la IFLA: Philip Gill (Reino Unido), Presidente Barbara Clubb (Canad ) Ilona Glashoff (Alemania) Kerstin Hassner (Suecia) Nerses Hayrapetian (Armenia) Robert Pestell (Australia) Antes de comenzar la redacci n de esta publicaci n, se precis su contenido en un seminario de dos d as de duraci n celebrado en Noordwijk, Pa ses Bajos, en agosto de 1998.

2 Agradecemos a la UNESCO su apoyo a la reuni n. Los borradores de trabajo se presentaron y debatieron en las Conferencias de la IFLA celebradas en Amsterdam (1998), Bangkok (1999) y Jerusal n (2000). Tambi n fueron estudiados detalladamente por el Comit de la Secci n de Bibliotecas P blicas de la IFLA, la Mesa Coordinadora de Bibliotecas al servicio del p blico en general de la 3 divisi n de la IFLA y por representantes de la Junta Profesional de la IFLA. Las aportaciones al seminario de Noordwijk, las conferencias de la IFLA y las de quienes hab an recibido los borradores para su consulta, han sido de un valor incalculable. Damos las gracias a todos los que han realizado comentarios sobre el trabajo a medida que iba avanzando y a quienes han facilitado ejemplos pr cticos para ilustrar el texto. Estamos agradecidos igualmente al Subdirector de Educaci n y Formaci n a lo largo de toda la vida, del Consejo del Condado de Buckinghamshire (Inglaterra) por habernos autorizado a reproducir su Carta del Cliente del Servicio de Biblioteca.

3 El inter s mostrado por esta publicaci n mientras se preparaba demuestra claramente la demanda que hay de unas Directrices para las bibliotecas p blicas que correspondan al nuevo mundo de la informaci n en el que se desenvuelven hoy en d a. Confiamos en que estas Directrices sean tiles para las bibliotecas p blicas que se encuentran en fases de desarrollo diferentes en los albores del siglo XXI y que puedan ayudar a los bibliotecarios a resolver los apasionantes problemas que deben hacer frente. Con esta creencia, ofrecemos esta publicaci n a todos los que se consagran al desarrollo de las bibliotecas p blicas en el mundo entero. 4 Introducci n En 1994 se dio a conocer la tercera versi n del Manifiesto de la IFLA/UNESCO sobre la biblioteca p blica, al que no tard en reconoc rsele la categor a de una importante declaraci n de los principios fundamentales por los que se rigen las bibliotecas p blicas y que ya se ha traducido a m s de veinte lenguas y se ha convertido en un texto de gran influencia en el desarrollo de estas instituciones.

4 (V ase el Ap ndice 1). Tambi n se ha hecho patente que exist a una necesidad y una demanda de unas Directrices pr cticas y normas enunciadas de manera m s pormenorizada que tanto los bibliotecarios como los encargados de la formulaci n de pol ticas pudieran utilizar para fomentarlas. El Comit de la Secci n de Bibliotecas P blicas de la IFLA tom la decisi n de preparar unas nuevas Directrices y form un grupo con seis de sus miembros al que confi su redacci n. En 1973, la IFLA public las Normas para bibliotecas p blicas , que volvi a editar con leves modificaciones en 1977 y que reemplaz en 1986, por las Directrices para bibliotecas p blicas . Ambas publicaciones se han visto superadas por el impresionante desarrollo de las tecnolog as de la informaci n que ha tenido lugar en los ltimos a os. Como se desprende de los dos t tulos, representan dos maneras diferentes de ofrecer una orientaci n pr ctica a los bibliotecarios.

5 En la introducci n de las Normas de 1973 se afirma No eran deseables normas separadas, ya que los objetivos generales en todos los pa ses eran los mismos. El factor modificante era el ritmo al que el desarrollo se pod a producir. La versi n de 1973 ofrec a, en consecuencia, toda una serie de normas cuantitativas que van desde el tama o de las colecciones hasta las caracter sticas del edificio o de las unidades administrativas, pasando por las horas de apertura y el n mero de funcionarios. Los autores de las Directrices de 1986 optaron por otro enfoque, En el momento en que las necesidades y los recursos var an tanto, no puede haber normas comunes para los servicios No estamos presentando reglas sino consejos, basados en la experiencia procedente de numerosos pa ses diferentes y que pueden aplicarse de manera Las recomendaciones sobre los deseables niveles de las prestaciones, basadas en la experiencia de circunstancias muy diferentes, no pueden por menos que ser poco fiables e inducir a error.

6 En un ap ndice figuraban estad sticas sobre las bibliotecas p blicas de diferentes pa ses que los bibliotecarios pod an cotejar con sus propios servicios. Si bien al preparar esta nueva edici n se plantearon y abordaron muchas cuestiones, quiz s las tres m s importantes fueran: Deb a incluir el documento final tanto Directrices como normas cuantitativas o limitarse simplemente a las Directrices ? Ser a posible preparar una versi n que fuera pr ctica para bibliotecarios de pa ses cuyas instituciones se encuentran en fases de desarrollo diferentes y que disponen de recursos muy distintos? Es posible formular recomendaciones sobre el uso de las tecnolog as de la informaci n y las telecomunicaciones en bibliotecas p blicas cuando el acceso a las mismas y los recursos gracias a los cuales se puede facilitar y apoyar esa utilizaci n difieren tanto? Con el fin de hacerse una idea sobre stas y otra cuestiones, en agosto de 1998 se celebr un seminario en Noordwijk (Pa ses Bajos) para debatir el contenido de esta nueva edici n y la forma que deb a adoptar.

7 Acudieron veintid s bibliotecarios de veinti n pa ses de 5 distintas regiones del mundo y de bibliotecas p blicas en fases de desarrollo diferentes y con distintos recursos. Las conclusiones a que se lleg al t rmino de este estimulante encuentro han informado de la labor del grupo que llev a cabo la revisi n. Los participantes en el seminario de Noordwijk apoyaron decididamente la idea de que la nueva publicaci n deb a incluir algunas normas pr cticas y no limitarse a Directrices y recomendaciones. Qued claro que, si bien mucha gente conoc a las Normas de 1973 y, hasta cierto punto, a n las utilizaba, las Directrices de 1986 no hab an tenido las mismas consecuencias pr cticas. Aunque los participantes eran plenamente conscientes de la gran diversidad de circunstancias sociales y econ micas en las que funcionan las bibliotecas p blicas de los diferentes pa ses, se decidi que para que la nueva edici n tuviera un valor pr ctico, deb a dar cabida a algunas recomendaciones de car cter normativo.

8 La decisi n de incluir normas pone de relieve la importancia de la segunda pregunta: Puede un conjunto de normas y de Directrices tener una pertinencia universal? A medida que se iban preparando los anteproyectos, se enviaban a los delegados de Noordwijk y a otras personas que hab an mostrado inter s en la iniciativa, para recoger sus impresiones. Se celebraron reuniones sobre el proyecto en las conferencias de la IFLA que tuvieron lugar en msterdam (1998), Bangkok (1999) y Jerusal n (2000). Este proceso consultivo ha sido un elemento muy valioso y ha puesto de manifiesto la fuerza del movimiento que agrupa a las bibliotecas p blicas de todo el mundo y las semejanzas y diferencias de las bibliotecas p blicas de los distintos pa ses y sociedades. A pesar de las variaciones entre los niveles de prestaciones y los fondos necesarios para costearlas y fomentarlas, se decidi que no ser a provechoso tratar de preparar una nueva edici n destinada a un grupo de bibliotecas p blicas, por ejemplo las que se encuentran en pa ses desarrollados o en los pa ses en desarrollo .

9 Esta ndole de categorizaci n puede inducir a error ya que los niveles y la gama de servicios y su eficacia no est n necesariamente en funci n de los recursos disponibles. Las bibliotecas de todos los pa ses del mundo, cualquiera sea su fase de desarrollo , pueden mejorar y todas tendr n puntos fuertes y flacos. Se decidi , pues, un conjunto de normas y Directrices que pudieran ser pertinentes para cualquier biblioteca p blica en una fase dada de desarrollo . Somos conscientes del problema que supone aplicar normas cuando no se dispone de cifras demogr ficas fiables y hemos sugerido distintos enfoques. Recordamos que tambi n se utilicen las Directrices m s detalladas elaboradas por secciones especializadas de la IFLA. Se espera que cuando las bibliotecas p blicas no puedan aplicar todas las normas y recomendaciones de inmediato, se fijen una meta a la que tender. Esta publicaci n est destinada principalmente a los propios bibliotecarios para que la utilicen para luchar en pro de la mejora de las instituciones en que trabajan.

10 Tambi n hemos incluido algunos ejemplos de prestaci n de servicios de distintas partes del mundo. Lejos de pretender englobarlo todo o ser necesariamente los casos m s destacados, estos ejemplos apuntan a ilustrar el texto con algunas instant neas de lo que est ocurriendo en bibliotecas p blicas en diferentes pa ses y mostrar brevemente lo que pueden ser soluciones imaginativas a problemas concretos. Sabemos a ciencia cierta que son muy selectivos y que se podr an haber utilizado muchos otros ejemplos igualmente pertinentes, pero s demuestran lo que se est haciendo en todo el mundo para adecuar las bibliotecas p blicas a las necesidades de sus usuarios en su contexto propio. Tambi n hemos citado las direcciones de Internet correspondientes a algunas de las iniciativas para dar acceso a una informaci n m s detallada sobre stas. 6 En los ltimos a os, los r pidos y fascinantes avances de las tecnolog as de la informaci n han revolucionado la manera en que se recoge, se brinda y se accede a la informaci n.


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