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III. y Práctica de la Vida Mariana - …

I. TODO DE MAR A Mechlini , 19 Novembris 1953 NIHIL OBSTAT A. Van den Dries, can., lib. cens. IMPRIMI POTEST L. Suenens, vic. gen. II. POR MAR A Mechlini , 18 Januarii 1954 NIHIL OBSTAT A. Van den Dries, can., lib. cens. IMPRIMI POTEST L. Suenens, vic. gen. III. CON MAR A Mechlini , 14 Martii 1954 NIHIL OBSTAT A. Van den Dries, can., lib. cens. IMPRIMI POTEST L. Suenens, vic. gen. IV. EN MAR A Mechlini , 9 Augusti 1954 NIHIL OBSTAT A. Van den Dries, can., lib. cens. IMPRIMI POTEST L. Suenens, vic. gen. V. PARA MAR A Mechlini , 5 Martii 1957 NIHIL OBSTAT A. Van den Dries, can.

PRÓLOGO 2 TODO DE MARÍA Prólogo Desde hace casi veinte años escribimos en cada número de nuestra modesta revista «Mediadora y Reina» un artículo sobre la vida mariana, tal como la propone San Luis María de Montfort en sus obras «Tratado de la

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1 I. TODO DE MAR A Mechlini , 19 Novembris 1953 NIHIL OBSTAT A. Van den Dries, can., lib. cens. IMPRIMI POTEST L. Suenens, vic. gen. II. POR MAR A Mechlini , 18 Januarii 1954 NIHIL OBSTAT A. Van den Dries, can., lib. cens. IMPRIMI POTEST L. Suenens, vic. gen. III. CON MAR A Mechlini , 14 Martii 1954 NIHIL OBSTAT A. Van den Dries, can., lib. cens. IMPRIMI POTEST L. Suenens, vic. gen. IV. EN MAR A Mechlini , 9 Augusti 1954 NIHIL OBSTAT A. Van den Dries, can., lib. cens. IMPRIMI POTEST L. Suenens, vic. gen. V. PARA MAR A Mechlini , 5 Martii 1957 NIHIL OBSTAT A. Van den Dries, can.

2 , lib. cens. IMPRIMI POTEST L. Suenens, vic. gen. PAG 16 SERIE IMMACULATA A O MARIANO 1953-1954 J. M Hupperts Fundamentos y Pr ctica de la vida Mariana SECRETARIADO MAR A MEDIADORA 121 BOULEVARD DE DIEST - LOVAINA PR LOGO 2 TODO DE MAR A Pr logo Desde hace casi veinte a os escribimos en cada n mero de nuestra modesta revista Mediadora y Reina un art culo sobre la vida Mariana , tal como la propone San Luis Mar a de Montfort en sus obras Tratado de la Verdadera Devoci n a la Sant sima Virgen y El Secreto de Mar a . De muchos sacerdotes, religiosos y cristianos en el mundo hemos recogido frecuentemente el testimonio de que estas p ginas les hab an dado luz, aliento y alimento espiritual.

3 Adem s, de muchas partes, aun de parte de nuestros Superiores, nos hab an pedido recopilar y publicar estos art culos en un volumen. Las ocupaciones apremiantes de cada d a nos hicieron postergar esta publicaci n hasta ahora. Pero el a o mariano (8 de diciembre de 1953 8 de diciembre de 1954) ofrece una ocasi n para publicar estas p ginas, ocasi n demasiado hermosa y preciosa como para dejarla escapar. Esta edici n ser , pues, nuestro humild simo, respetuos simo y afectuos simo homenaje a Aquella a cuyo servicio hemos entregado nuestra vida. Ser tambi n nuestro modesto regalo de fiesta a la Sant sima Virgen, con motivo del centenario de la definici n dogm tica de su Concepci n Inmaculada.

4 Este trabajo apunta a exponer la excelente devoci n Mariana de nuestro Padre espiritual, San Luis Mar a de Montfort. La exposici n trata de ser lo m s sencilla posible, a fin de hacerse accesible en su mayor parte a todos cuantos no poseen una formaci n m s acabada. Pero al mismo tiempo pretende ser s lida y profunda, para que los sacerdotes, religiosos y seglares instruidos encuentren en ella su provecho espiritual. Todas las proposiciones adelantadas aqu han sido debidamente controladas a la luz de la Mariolog a, cu-yos progresos maravillosos admiramos. Al obrar as seguimos el ejemplo de nuestro Padre, que confronta siempre sus pr cticas marianas con los datos de la Escritura, de la Tradici n y de la Teolog a.

5 En estos ltimos tiempos se ha cre do poder escribir, y ello m s de una vez, que la verdadera Devoci n de Montfort era una experiencia personal , que ser a peli-groso, e incluso contraproducente, generalizar. Quienes as escriben se equivocan 1. Al contrario, Montfort se preocupa siempre de deducir su pr ctica Mariana del dato revelado, de la Mariolog a, de toda la doctrina de la Iglesia. Quien quiera convencerse de ello, lea por ejemplo su tratado condensado del papel de la Sant sima Vir-gen en la econom a de la salvaci n, Tratado de la Verdadera Devoci n , n meros 14-38 y 60-88, y Secreto de Mar a , n meros 7-23.

6 Imitando a San Luis Mar a, no queremos ser minimalistas en el mbito de la doctrina Mariana , ni formar parte de los devotos escrupulosos o cr ticos de la Sant sima Virgen, de que habla a prop sito de las falsas devociones marianas 2. Estos ltimos ven merodear por todas partes el espectro del exceso, de la exageraci n, de los abusos. Igualmente, a ejemplo de Montfort, no expondremos nicamente consideraciones sobre verdades marianas definidas, ni sobre puntos de doctrina establecidos con total certeza. Si se quisiese aplicar este m to-do a otras secciones de la asc tica cristiana, ser a preciso desgarrar o quemar las tres cuartas partes de nues-tros libros m s serios de espiritualidad.

7 Para la vida Mariana como para la vida espiritual en general, podemos apoyarnos perfectamente en consideraciones de probabilidad seria. Especialmente nos apoyaremos con seguri-dad en la palabra de los obispos, y sobre todo de los Sumos Pont fices, incluso cuando estos no hayan querido dirimir definitivamente una cuesti n. Ser preciso a adir a lo que acabamos de decir, que nuestras consideraciones, tanto te ricas como pr c-ticas, dejan intacto todo el tesoro de la doctrina y de la asc tica cristiana general? A adir tambi n que toda devoci n Mariana debe ser cristoc ntrica, teoc ntrica, de manera que no s lo lleve a la uni n con Cristo y con Dios como a su fin, sino que adem s est habitualmente impregnada del pensamiento actual de Cristo y de Dios?

8 Recordaremos esto frecuentemente. Pero hacerlo a cada momento ser a imposible, molesto e in til para las almas de buena voluntad. Damos aqu una especie de manual de la vida Mariana . Al fin de esta serie exa-minaremos ex professo c mo insertar estas actitudes en las pr cticas habituales de la vida cristiana. Pero exi-gir, como algunos parecen hacerlo, que recordemos a cada instante esta conexi n, y que situemos sin cesar to-das nuestras consideraciones en el conjunto de la doctrina y de la vida cristiana, equivaldr a a ahogar el as-pecto mariano, que es el que aqu queremos resaltar.

9 Adem s, mucho es de temer que estas exigencias, tal vez inconscientes, sean una manifestaci n m s de la devoci n Mariana escrupulosa . Pocas cosas hemos cambiado a los art culos, tal como aparecieron en Mediadora y Reina . Los hemos hecho preceder de una mirada de conjunto sobre el misterio de Mar a, y de algunas p ginas sobre las cualida-des que ha de tener nuestra devoci n Mariana para responder plenamente al plan de Dios en este punto. Cree-mos que estas exigencias se realizan en un cien por ciento en la vida Mariana , tal como nos la expone Montfort. Recordamos tambi n, no est de m s decirlo, las ense anzas de Su Santidad P o XII sobre la consagraci n y la 1 No pretendemos que sea obligatorio adoptar la espiritualidad Mariana de San Luis Mar a, y hacer la consagraci n a la Sant sima Virgen con toda la extensi n que l le da.

10 Pero nos parece que es sumamente conveniente que, quien ha penetrado en las profundidades de la vida Mariana y comprendido el papel excepcional que Mar a ocupa en el plan de Dios, haga esta donaci n total y viva en sustancia la vida Mariana ntegra, tal como la presenta Montfort. 2 Verdadera Devoci n, n meros 93-94. PR LOGO 3 vida Mariana , ense anzas que son posteriores a los art culos que reproducimos aqu . Nos ha parecido preferi-ble reunir estas ense anzas en un cap tulo especial, antes que dispersarlas a trav s del volumen. Tratamos aqu de la ense anza Mariana de San Luis Mar a de Montfort.


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