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Documentos de Medell.n - CELAM

II CONFERENCIA GENERAL. DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO. Documentos FINALES DE MEDELLIN. INTRODUCCION. |p1 La Iglesia Latinoamericana, reunida en la Segunda Conferencia General de su Episcopado, centr su atenci n en el hombre de este continente, que vive un momento decisivo de su proceso hist rico. De este modo ella no se ha "desviado" sino que se ha "vuelto" hacia el hombre <1>, consciente de que "para conocer a Dios es necesario conocer al hombre" <2>. La Iglesia ha buscado comprender este momento hist rico del hombre latinoamericano a la luz de la Palabra, que es Cristo, en quien se manifiesta el misterio del hombre <3>.

que no siempre, a lo largo de su historia, fueron todos sus miembros, clérigos o laicos, fieles al Espíritu de Dios. Al mirar el presente comprueba gozosa la entrega de muchos de sus hijos y también la fragilidad de sus propios mensajeros <4>. Acata el juicio de la historia sobre esas luces y sombras, y quiere asumir plenamente la ...

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1 II CONFERENCIA GENERAL. DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO. Documentos FINALES DE MEDELLIN. INTRODUCCION. |p1 La Iglesia Latinoamericana, reunida en la Segunda Conferencia General de su Episcopado, centr su atenci n en el hombre de este continente, que vive un momento decisivo de su proceso hist rico. De este modo ella no se ha "desviado" sino que se ha "vuelto" hacia el hombre <1>, consciente de que "para conocer a Dios es necesario conocer al hombre" <2>. La Iglesia ha buscado comprender este momento hist rico del hombre latinoamericano a la luz de la Palabra, que es Cristo, en quien se manifiesta el misterio del hombre <3>.

2 |p2 Esta toma de conciencia del presente se torna hacia el pasado. Al examinarlo, la Iglesia ve con alegr a la obra realizada con tanta generosidad y expresa su reconocimiento a cuantos han trazado los surcos del Evangelio en nuestras tierras, aquellos que han estado activa y caritativamente presentes en las diversas culturas, especialamente ind genas, del continente; a quienes viven prolongando la tarea educadora de la Iglesia en nuestras ciudades y nuestros campos. Reconoce tambi n que no siempre, a lo largo de su historia, fueron todos sus miembros , cl rigos o laicos, fieles al Esp ritu de Dios. Al mirar el presente comprueba gozosa la entrega de muchos de sus hijos y tambi n la fragilidad de sus propios mensajeros <4>.

3 Acata el juicio de la historia sobre esas luces y sombras, y quiere asumir plenamente la responsabilidad hist rica que recae sobre ella en el presente. |p3 No basta por cierto reflexionar, lograr mayor clarividencia y hablar; es menester obrar. No ha dejado de ser esta la hora de la palabra, pero se ha tornado, con dram tica urgencia, la hora de la acci n. Es el momento de inventar con imaginaci n creadora la acci n que corresponde realizar, que habr de ser llevada a t rmino con la audacia del Esp rtu y el equilibrio de Dios. Esta asamblea fue invitada a "tomar decisiones y a establecer proyectos, solamente si est bamos dispuestos a ejecutarlos como compromiso personal nuestro, aun a costa de sacrificio" <5>.

4 |p4 Am rica Latina est evidentemente bajo el signo de la transformaci n y el desarrollo. Transformaci n que, adem s de producirse con una rapidez extraordinaria, llega a tocar y conmover todos los niveles del hombre, desde el econ mico hasta el religioso. Esto indica que estamos en el umbral de una nueva poca hist rica de nuestro continente, llena de un anhelo de emancipaci n total, de liberaci n de toda servidumbre, de maduraci n personal y de integraci n colectiva. Percibimos aqu los prenuncios en la dolorosa gestaci n de una nueva civilizaci n. No podemos dejar de interpretar este gigantesco esfuerzo por una r pida transformaci n y desarrollo como un evidente signo del Esp ritu que conduce la historia de los hombres y de los pueblos hacia su vocaci n <6>.

5 No podemos dejar de descubrir en esta voluntad cada d a m s tenaz y apresurada de transformaci n, las huellas de la imagen de Dios en el hombre, como un potente dinamismo. Progresivamente ese dinamismo lo lleva hacia el dominio cada vez mayor de la naturaleza, hacia una m s profunda personalizaci n y cohesi n fraternal y tambi n hacia un encuentro con Aquel que ratifica, purifica y ahonda los valores logrados por el esfuerzo humano. |p5 El hecho de que la transformaci n a que asiste nuestro continente alcance con su impacto la totalidad del hombre se presenta como un signo y una exigencia. No podemos, en efecto, los cristianos, dejar de presentir la presencia de Dios, que quiere salvar al hombre entero, alma y cuerpo <7>.

6 En el d a definitivo de la salvaci n Dios resucitar tambi n nuestros cuerpos, por cuya redenci n gemimos ahora, al tener las primicias del Esp ritu <8>. Dios ha resucitado a Cristo y, por consiguiente, a todos los que creen en El. Cristo, activamente presente en nuestra historia, anticipa su gesto escatol gico no s lo en el anhelo impaciente del hombre por su total redenci n, sino tambi n en aquellas conquistas que, como signos pronosticadores, va logrando el hombre a trav s de una actividad realizada en el amor <9>. |p6 As como otrora Israel, el primer Pueblo, experimentaba la presencia salv fica de Dios cuando lo liberaba de la opresi n de Egipto, cuando lo hac a pasar el mar y lo conduc a hacia la tierra de la promesa, as tambi n nosotros, nuevo Pueblo de Dios, no podemos dejar de sentir su paso que salva, cuando se da "el verdadero desarrollo, que es el paso, para cada uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas, a condiciones m s humanas.

7 Menos humanas: las carencias materiales de los que est n privados del m nimum vital y las carencias morales de los que est n mutilados por el ego smo. Menos humanas: las estructuras opresoras, que provienen del abuso del tener y del abuso del poder, de las explotaciones de los trabajadores o de la injusticia de las transacciones. M s humanas: el remontarse de la miseria a la posesi n de lo necesario, la victoria sobre las calamidades sociales, la ampliaci n de los conocimientos, la adquisici n de la cultura. M s humanas tambi n: el aumento en la consideraci n de la dignidad de los dem s, la orientaci n hacia el esp ritu de pobreza, la cooperaci n en el bien com n, la voluntad de paz.

8 M s humanas todav a: el reconocimiento, por parte del hombre, de los valores supremos, y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin. M s humanas, por fin, y especialmente, la fe, don de Dios acogido por la buena voluntad de los hombres, y la unidad en la caridad de Cristo, que nos llama a todos a participar, como hijos, en la vida del Dios vivo, Padre de todos los hombres" <10>. |p7 En esta transformaci n, detr s de la cual se expresa el anhelo de integrar toda la escala de valores temporales en la visi n global de la fe cristiana, tomamos conciencia de la "vocaci n original" de Am rica Latina: "vocaci n a aunar en una s ntesis nueva y genial, lo antiguo y lo moderno, lo espiritual y lo temporal, lo que otros nos entregaron y nuestra propia originalidad" <11>.

9 |p8 En esta Conferencia General del Espiscopado Latinoamericano se ha renovado el misterio de Pentecost s. En torno a Mar a, Madre de la Iglesia, que con su patrocinio asiste a este continente desde su primera evangelizaci n, hemos implorado las luces del Esp ritu Santo y, perseverando en la oraci n, nos hemos alimentado del pan de la Palabra y de la Eucarist a. Esta Palabra ha sido intensamente meditada. Nuestra reflexi n se encamin hacia la b squeda de una nueva y m s intensa presencia de la iglesia en la actual transformaci n de Am rica Latina, a la luz del Concilio Vaticano II, de acuerdo al tema se alado para esta Conferencia.

10 Tres grandes reas, sobre las que recae nuestra solicitud pastoral, han sido abordadas en relaci n con el proceso de transformaci n del continente. En primer lugar, el rea de la promoci n del hombre y de los pueblos hacia los valores de la justicia, la paz, la educaci n y la familia. En segundo luegar, se atendi a la necesidad de una adaptada evangelizaci n y maduraci n en la fe de los pueblos y sus lites, a trav s de la catequesis y la liturgia. Finalmente se abordaron los problemas relativos a los miembros de la Iglesia, que requieren intensificar su unidad y acci n pastoral a trav s de estructuras visibles, tambi n adaptadas a las nuevas condiciones del continente.


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