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El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, I

El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Obra reproducida sin responsabilidad editorial mancha Miguel de Cervantes Saavedra Advertencia de Luarna Ediciones Este es un libro de dominio p blico en tanto que los derechos de autor, seg n la legislaci n espa ola han caducado. Luarna lo presenta aqu como un obsequio a sus clientes, dejando claro que: 1) La edici n no est supervisada por nuestro departamento editorial, de for- ma que no nos responsabilizamos de la fidelidad del contenido del mismo. 2) Luarna s lo ha adaptado la obra para que pueda ser f cilmente visible en los habituales readers de seis pulgadas. 3) A todos los efectos no debe considerarse como un libro editado por Luarna. TASA. Yo, Juan Gallo de Andrada, escribano de C mara del Rey nuestro se or, de los que resi- den en su Consejo, certifico y doy fe que, habiendo visto por los se ores d l un libro inti- tulado El ingenioso hidalgo de la mancha , compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra, tasaron cada pliego del dicho libro a tres mara- ved s y medio; el cual tiene ochenta y tres plie- gos, que al dicho precio monta el dicho libro docientos y noventa maraved s y medio, en que se ha de vender en papel; y dieron licencia para que a este precio se pueda vender, y mandaron que esta tasa se ponga al principio del dicho libro, y no se pueda vender sin ella.

hidalgo de la Mancha, que desuso se hace men-ción, en todos estos nuestros reinos de Castilla, por tiempo y espacio de diez años, que corran y se cuenten desde el dicho día de la data desta nuestra cédula; so pena que la persona o perso-nas que, sin tener vuestro poder, lo imprimiere o vendiere, o hiciere imprimir o vender, por el

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  Mancha, La mancha

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1 El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Obra reproducida sin responsabilidad editorial mancha Miguel de Cervantes Saavedra Advertencia de Luarna Ediciones Este es un libro de dominio p blico en tanto que los derechos de autor, seg n la legislaci n espa ola han caducado. Luarna lo presenta aqu como un obsequio a sus clientes, dejando claro que: 1) La edici n no est supervisada por nuestro departamento editorial, de for- ma que no nos responsabilizamos de la fidelidad del contenido del mismo. 2) Luarna s lo ha adaptado la obra para que pueda ser f cilmente visible en los habituales readers de seis pulgadas. 3) A todos los efectos no debe considerarse como un libro editado por Luarna. TASA. Yo, Juan Gallo de Andrada, escribano de C mara del Rey nuestro se or, de los que resi- den en su Consejo, certifico y doy fe que, habiendo visto por los se ores d l un libro inti- tulado El ingenioso hidalgo de la mancha , compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra, tasaron cada pliego del dicho libro a tres mara- ved s y medio; el cual tiene ochenta y tres plie- gos, que al dicho precio monta el dicho libro docientos y noventa maraved s y medio, en que se ha de vender en papel; y dieron licencia para que a este precio se pueda vender, y mandaron que esta tasa se ponga al principio del dicho libro, y no se pueda vender sin ella.

2 Y, para que dello conste, di la presente en Valladolid, a veinte d as del mes de deciembre de mil y seis- cientos y cuatro a os. Juan Gallo de Andrada. TESTIMONIO DE LAS ERRATAS. Este libro no tiene cosa digna que no corres- ponda a su original; en testimonio de lo haber correcto, di esta fee. En el Colegio de la Madre de Dios de los Te logos de la Universidad de Alcal , en primero de diciembre de 1604 a os. El licenciado Francisco Murcia de la Llana. EL REY. Por cuanto por parte de vos, Miguel de Cervan- tes, nos fue fecha relaci n que hab ades com- puesto un libro intitulado El ingenioso hidalgo de la mancha , el cual os hab a costado mucho trabajo y era muy til y provechoso, nos pedis- tes y suplicastes os mand semos dar licencia y facultad para le poder imprimir, y previlegio por el tiempo que fu semos servidos, o como la nuestra merced fuese; lo cual visto por los del nuestro Consejo, por cuanto en el dicho libro se hicieron las diligencias que la prem tica lti- mamente por nos fecha sobre la impresi n de los libros dispone, fue acordado que deb amos mandar dar esta nuestra c dula para vos, en la dicha raz n; y nos tuv moslo por bien.

3 Por la cual, por os hacer bien y merced, os damos li- cencia y facultad para que vos, o la persona que vuestro poder hubiere, y no otra alguna, pod is imprimir el dicho libro, intitulado El ingenioso hidalgo de la mancha , que desuso se hace men- ci n, en todos estos nuestros reinos de Castilla, por tiempo y espacio de diez a os, que corran y se cuenten desde el dicho d a de la data desta nuestra c dula; so pena que la persona o perso- nas que, sin tener vuestro poder, lo imprimiere o vendiere, o hiciere imprimir o vender, por el mesmo caso pierda la impresi n que hiciere, con los moldes y aparejos della; y m s, incurra en pena de cincuenta mil maraved s cada vez que lo contrario hiciere. La cual dicha pena sea la tercia parte para la persona que lo acusare, y la otra tercia parte para nuestra C mara, y la otra tercia parte para el juez que lo sentenciare. Con tanto que todas las veces que hubi redes de hacer imprimir el dicho libro, durante el tiempo de los dichos diez a os, le traig is al nuestro Consejo, juntamente con el original que en l fue visto, que va rubricado cada plana y firmado al fin d l de Juan Gallo de Andrada, nuestro Escribano de C mara, de los que en l residen, para saber si la dicha impresi n est.

4 Conforme el original; o traig is fe en p blica forma de c mo por corretor nombrado por nuestro mandado, se vio y corrigi la dicha impresi n por el original, y se imprimi con- forme a l, y quedan impresas las erratas por l apuntadas, para cada un libro de los que as . fueren impresos, para que se tase el precio que por cada volumen hubi redes de haber. Y. mandamos al impresor que as imprimiere el dicho libro, no imprima el principio ni el pri- mer pliego d l, ni entregue m s de un solo libro con el original al autor, o persona a cuya costa lo imprimiere, ni otro alguno, para efeto de la dicha correci n y tasa, hasta que antes y prime- ro el dicho libro est corregido y tasado por los del nuestro Consejo; y, estando hecho, y no de otra manera, pueda imprimir el dicho principio y primer pliego, y sucesivamente ponga esta nuestra c dula y la aprobaci n, tasa y erratas, so pena de caer e incurrir en las penas conteni- das en las leyes y prem ticas destos nuestros reinos.

5 Y mandamos a los del nuestro Consejo, y a otras cualesquier justicias dellos, guarden y cumplan esta nuestra c dula y lo en ella conte- nido. Fecha en Valladolid, a veinte y seis d as del mes de setiembre de mil y seiscientos y cua- tro a os. YO, EL REY. Por mandado del Rey nuestro se or: Juan de Amezqueta. AL DUQUE DE B JAR, marqu s de Gibrale n, conde de Benalc zar y Ba ares, vizconde de La Puebla de Alcocer, se or de las villas de Capilla, Curiel y Burgui- llos En fe del buen acogimiento y honra que hace Vuestra Excelencia a toda suerte de libros, co- mo pr ncipe tan inclinado a favorecer las bue- nas artes, mayormente las que por su nobleza no se abaten al servicio y granjer as del vulgo, he determinado de sacar a luz al ingenioso hidalgo don Quijote de la mancha , al abrigo del clar simo nombre de Vuestra Excelencia, a quien, con el acatamiento que debo a tanta grandeza, suplico le reciba agradablemente en su protecci n, para que a su sombra, aunque desnudo de aquel precioso ornamento de ele- gancia y erudici n de que suelen andar vesti- das las obras que se componen en las casas de los hombres que saben, ose parecer seguramen- te en el juicio de algunos que, no contini ndose en los l mites de su ignorancia.

6 Suelen condenar con m s rigor y menos justicia los trabajos aje- nos; que, poniendo los ojos la prudencia de Vuestra Excelencia en mi buen deseo, f o que no desde ar la cortedad de tan humilde servi- cio. Miguel de Cervantes Saavedra PR LOGO. Desocupado lector: sin juramento me podr s creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el m s hermoso, el m s gallardo y m s discreto que pudiera imaginar- se. Pero no he podido yo contravenir al orden de naturaleza; que en ella cada cosa engendra su semejante. Y as , qu pod a engendrar el est ril y mal cultivado ingenio m o, sino la his- toria de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imagina- dos de otro alguno, bien como quien se en- gendr en una c rcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitaci n? El sosiego, el lugar apacible, la amenidad de los campos, la serenidad de los cielos, el murmurar de las fuentes, la quietud del esp ritu son grande parte para que las mu- sas m s est riles se muestren fecundas y ofrez- can partos al mundo que le colmen de maravi- lla y de contento.

7 Acontece tener un padre un hijo feo y sin gracia alguna, y el amor que le tiene le pone una venda en los ojos para que no vea sus faltas, antes las juzga por discreciones y lindezas y las cuenta a sus amigos por agude- zas y donaires. Pero yo, que, aunque parezco padre, soy padrastro de Don Quijote , no quiero irme con la corriente del uso, ni suplicarte, casi con las l grimas en los ojos, como otros hacen, lector car simo, que perdones o disimules las faltas que en este mi hijo vieres; pues ni eres su pariente ni su amigo, y tienes tu alma en tu cuerpo y tu libre albedr o como el m s pintado, y est s en tu casa, donde eres se or della, como el rey de sus alcabalas, y sabes lo que com n- mente se dice: que debajo de mi manto, al rey mato. Todo lo cual te esenta y hace libre de to- do respecto y obligaci n; y as , puedes decir de la historia todo aquello que te pareciere, sin temor que te calunien por el mal ni te premien por el bien que dijeres della.

8 S lo quisiera d rtela monda y desnuda, sin el ornato de pr logo, ni de la inumerabilidad y cat logo de los acostumbrados sonetos, epi- gramas y elogios que al principio de los libros suelen ponerse. Porque te s decir que, aunque me cost alg n trabajo componerla, ninguno tuve por mayor que hacer esta prefaci n que vas leyendo. Muchas veces tom la pluma para escribille, y muchas la dej , por no saber lo que escribir a; y, estando una suspenso, con el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufe- te y la mano en la mejilla, pensando lo que di- r a, entr a deshora un amigo m o, gracioso y bien entendido, el cual, vi ndome tan imagina- tivo, me pregunt la causa; y, no encubri ndo- sela yo, le dije que pensaba en el pr logo que hab a de hacer a la historia de don Quijote , y que me ten a de suerte que ni quer a hacerle, ni menos sacar a luz las haza as de tan noble ca- ballero. Porque, c mo quer is vos que no me tenga confuso el qu dir el antiguo legislador que llaman vulgo cuando vea que, al cabo de tantos a os como ha que duermo en el silencio del olvido, salgo ahora, con todos mis a os a cues- tas, con una leyenda seca como un esparto, aje- na de invenci n, menguada de estilo, pobre de concetos y falta de toda erudici n y doctrina.

9 Sin acotaciones en las m rgenes y sin anotacio- nes en el fin del libro, como veo que est n otros libros, aunque sean fabulosos y profanos, tan llenos de sentencias de Arist teles, de Plat n y de toda la caterva de fil sofos, que admiran a los leyentes y tienen a sus autores por hombres le dos, eruditos y elocuentes? Pues qu , cuan- do citan la Divina Escritura? No dir n sino que son unos santos Tomases y otros doctores de la Iglesia; guardando en esto un decoro tan inge- nioso, que en un rengl n han pintado un ena- morado destra do y en otro hacen un sermonci- co cristiano, que es un contento y un regalo o lle o leelle. De todo esto ha de carecer mi li- bro, porque ni tengo qu acotar en el margen, ni qu anotar en el fin, ni menos s qu autores sigo en l, para ponerlos al principio, como hacen todos, por las letras del , comen- zando en Arist teles y acabando en Xenofonte y en Zo lo o Zeuxis, aunque fue maldiciente el uno y pintor el otro.

10 Tambi n ha de carecer mi libro de sonetos al principio, a lo menos de so- netos cuyos autores sean duques, marqueses, condes, obispos, damas o poetas celeb rrimos;. aunque, si yo los pidiese a dos o tres oficiales amigos, yo s que me los dar an, y tales, que no les igualasen los de aquellos que tienen m s nombre en nuestra Espa a. En fin, se or y ami- go m o prosegu , yo determino que el se- or don Quijote se quede sepultado en sus ar- chivos en la mancha , hasta que el cielo depare quien le adorne de tantas cosas como le faltan;. porque yo me hallo incapaz de remediarlas, por mi insuficiencia y pocas letras, y porque natu- ralmente soy poltr n y perezoso de andarme buscando autores que digan lo que yo me s . decir sin ellos. De aqu nace la suspensi n y elevamiento, amigo, en que me hallastes; es bastante causa para ponerme en ella la que de m hab is o do. Oyendo lo cual mi amigo, d ndose una palma- da en la frente y disparando en una carga de risa, me dijo: Por Dios, hermano, que agora me acabo de desenga ar de un enga o en que he estado todo el mucho tiempo que ha que os conozco, en el cual siempre os he tenido por discreto y prudente en todas vuestras aciones.


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