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INTRODUCCION AL PENSAMIENTO COMPLEJO

Edgar Morin INTRODUCCION AL PENSAMIENTO COMPLEJO INTRODUCCION AL PENSAMIENTO COMPLEJO Edgar Morin 9 ndice Introducci n de Marcelo Pakman .. 9 Pr logo .. 21 1. La inteligencia ciega .. 25 2. El dise o y el designio complejos .. 37 3. El paradigma de complejidad .. 85 4. La complejidad y la acci n .. 111 5. La complejidad y la empresa .. 119 6. Epistemolog a de la complejidad .. 135 Obras de Edgar 165 Introducci n La de Edgar Morin es, qu duda cabe, una aventura intelectual. Extra a asociaci n la de estos dos t rminos. Lo intelectual evoca a la raz n, al orden, a lo cient fico y, bien estructurado, a lo sesudo y alejado del riesgo.

lanzará a Morin, ahora sí, en la búsqueda de un «método» no cartesiano para el estudio de lo complejo. Puntúan este tramo de su recorrido la publicación de Mai 68: La

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1 Edgar Morin INTRODUCCION AL PENSAMIENTO COMPLEJO INTRODUCCION AL PENSAMIENTO COMPLEJO Edgar Morin 9 ndice Introducci n de Marcelo Pakman .. 9 Pr logo .. 21 1. La inteligencia ciega .. 25 2. El dise o y el designio complejos .. 37 3. El paradigma de complejidad .. 85 4. La complejidad y la acci n .. 111 5. La complejidad y la empresa .. 119 6. Epistemolog a de la complejidad .. 135 Obras de Edgar 165 Introducci n La de Edgar Morin es, qu duda cabe, una aventura intelectual. Extra a asociaci n la de estos dos t rminos. Lo intelectual evoca a la raz n, al orden, a lo cient fico y, bien estructurado, a lo sesudo y alejado del riesgo.

2 Aventu-ra, en cambio, es el nombre de la pasi n, del libre juego re-sistiendo la asfixia impuesta por las reglas, de lo impulsivo y espont neo, de lo impredictible. La s ntesis f rtil, tensa pero creativa, de esos t rminos es, no solamente un hilo conductor de la ya monumental obra te rica de Edgar Mo-rin, sino tambi n una cualidad de su trayectoria personal. Su obra debe, en consecuencia, ser entendida no s lo en t rminos de su contenido sino del proceso productor. Es so-bre ese proceso que Morin ha meditado muchas veces en un intento de adivinar la forma oculta de su b squeda, una b squeda que, como todos los destinos humanos, como lo pensaba Jorge Luis Borges, es una configuraci n nica, dise ada tal vez por los pasos que cada uno de nosotros urde en un laberinto incalculable, y condensable en una ci- secreta, un aleph , al que a veces creemos vislumbrar ( como Einstein pensaba que pasa, ocasionalmente, con el sentido de lo humano) pero nunca logramos capturar ple-namente.

3 En Morin su producci n te rica no es nunca un inten-to de ser un logro acabado, sino m s bien un proceso que, en su devenir mismo, marca un rumbo cognitivo en el que somos invitados a participar. Recorramos algunos aspect os de sa, su aventura intelectual. Morin nace en Par s en 1921. Su educaci n formal lo 1 lleva a licenciarse en Historia y Derecho, pero sus estudios universitarios se interrumpen en 1942 cuando se une a la 9 Resistencia, tras la invasi n nazi de Francia. Su estilo de resistente no lo abandonar en el resto de su vida, ex-pres ndose tanto en su tendencia a no dejarse abarcar pordiscursos totalizantes, como en sus enfrentamientos conlos establishments de disciplinas diversas que lo han visto siempre como ajeno , como extra o , al no poder aceptarsu estilo transgresor de fronteras disciplinarias, de libredisposici n de conceptos para ser usados en contextos dife-rentes, de rigor acompa ado, como quer a Gregory Bate-son.

4 Por una imaginaci n al servicio de su praxis cotidianade complejizaci n de los discursos te ricos y las pr cticasen el campo de las ciencias sociales. Al terminar la guerra se une al ej rcito estacionadoen la Alemania derrotada y, testigo de la hecatombe de ese imperio que hab a pretendido persistir por mil a os, escribe su primer libro, editado en 1946 como L'An z ro de l'Allemagne*. Casi cuarenta a os despu s, es interesante volver a ese texto primero, en el cual la atenci n no se cen-tra en lo que tanto los medios como la intelectualidad de la poca consideraban central, sino en aspectos m s margi-nales para el inter s del momento, como ser el futuro deesa tierra demonizada que segu a, sin embargo, siendoparte de Europa, la influencia de la cat strofe a m ltiples niveles en la cultura europea y mundial, el mapa mentalque para alemanes y europeos iba a se alar la evoluci nde las identidades nacionales.

5 Al enfocar estos temas Morin muestra ya una inusual capacidad para ver a los procesos sociales en movimiento, para iluminar aspectos ge-neralmente soslayados, cuestionar presuposiciones dadaspor evidentes y entroncar sus observaciones con procesospasados y aperturas hacia el futuro, incluyendo siemprelas preocupaciones ticas como centrales para la observa- * Los t tulos de las obras de Edgar Morin aparecen en franc s cuando no hay traducci n disponible en espa ol. Las fechas se corresponden siem-pre a las de publicaci n de la edici n original francesa.

6 Consultar la lista de obras de Edgar Morin al final del texto. 10 ci n de procesos sociales, entendiendo que la tica tam-bi n evoluciona, en s misma, como un proceso social. Comienza luego su inter s sobre el tema de la muerte desde una perspectiva m ltiple, que va de lo biol gico a lo mitol gico. La experiencia de la guerra, la resistencia y las im genes del hundimiento alem n juegan, quiz s, un papel en ese inter s. Es ste, tal vez, el primer ejercicio de articulaci n de nociones provenientes de disciplinas diver-sas para abordar un tema que le permite establecer puen-tes entre lo humano a nivel biofisico con los niveles antropo-sociales y psico-mitol gicos.

7 Lo social se abre, por una parte, al cuerpo en su materialidad f sica y, por la otra, a lo imaginario en sus expresiones individuales (psi-col gicas en sentido tradicional) y sociales (mitol gicas). En 1951 se publica El hombre y la muerte, producto de esas meditaciones tempranas. Es tambi n en ese a o 1951 que Morin entra en el Centre National de la Recherche Scientifique como inves- t igador. Los cinco a os siguientes los pasa estudiando lo que l denominar el hombre imaginario . La relaci n, dif cil de abarcar en t rminos tradicionales, entre lo ima-ginario y lo real, que ya fuera centro de su inter s en su es-tudio sobre la muerte, contin a ahora siendo explorada en su aproximaci n al mundo del cine.

8 Tambi n aqu , rompe las barreras que lo obligar an a utilizar s lo discursos pro-venientes del mundo de las artes y se interesa por el cine desde una perspectiva m ltiple, no s lo social y antropol -gica, sino tambi n mitol gica (el cine aparece aqu como una oportunidad para estudiar lo m tico en su hacerse, corno mitopoyesis , y no s lo como producto terminado, aparentemente intemporal) y econ mico-cultural (como producto de consumo de una sociedad de masas). El cine o H hombre imaginario, publicado en 1956 lleva ya por sub-t tulo Ensayo de Antropolog a, mostrando una conciencia temprana de que su indagaci n supera ya, en su intenci n, a n a-met dica, las fronteras tradicionales que debieran 11 restringir su pertenencia a ciertas tradiciones intelectua-les y culturales.

9 La problem tica abierta por esta inten-ci n innovadora le plantea ciertas dificultades metodol gi-cas y lo comienza a lanzar en la direcci n de una b squedamucho m s., abarcativa. De su inter s por el cine es tambi n producto su obraLas stars, publicada en 1957. Es en ese mismo a o que Morin funda la revista Arguments, donde esa discusi n m s amplia a la que se ve llevado comienza a tomar lugar, a trav s de art culos que muestran un hilo conductor en su iconoclastia, producto, en buena parte, del desencanto porlos discursos hegem nicos, heredera del proceso que lo lle-va a romper con el marxismo, un proceso parcialmente de-sencadenado por la reflexi n, pero tambi n por sus choques con una izquierda dogm tica, a la que no vacila en calificarde estalinista, en los medios intelectuales franceses.

10 Su libro Autocr tica, publicado en 1959, es testimonio del doloroso proceso personal de ruptura con el marxismo, as como de meditaciones fecundas sobre el totalitarismo y,nuevamente, la estrechez de los discursos cuidado especial por resistir los cantos de sirena dem ltiples revoluciones intelectuales y cient ficas, que nunca lo encuentran como un seguidor ciego, sino como un entusiasta cr tico, va a ser la herencia perdurable de eseproceso. L'Esprit du temps, publicado en 1962, es quiz la ltima obra de su per odo temprano, donde todos sus inte-reses mayores se delinean, sin terminar de organizarse, en torno a la intenci n de articular lo f sico con lo biol gico yambos con lo antropol gico, psicol gico y mitol gico.


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