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La dialéctica de Hegel - maraserrano.com

Colecci n Teorema Hans-Georg Gadamer La dial ctica de Hegel Cinco ensayos hermen uticos QUINTA EDICI N C TEDRA TEOREMA [Nota a la edici n digital: se han introducido entre corchetes la paginaci n y los n meros de las notas a pie de p gina (que siguen una numeraci n independiente en cada ensayo) de la edici n original] T tulo de la obra: Hegels Dialektik. F nf hermeneutische Studien Traducci n de Manuel Garrido Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra est protegido por la Ley, que establece penas de prisi n y/o multas, adem s de las correspondientes indemnizaciones por da os y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren p blicamente, en todo o en parte, una obra literaria, art stica o cient fica, o su transfo

[9] Prólogo La dialéctica de Hegel es una fuente constante de irritación. Incluso a aquellas personas que han sabido atravesar el torbellino lógico del Parménides de Platón, les produce una mezcla de decepción lógica y entusiasmo especulativo.

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1 Colecci n Teorema Hans-Georg Gadamer La dial ctica de Hegel Cinco ensayos hermen uticos QUINTA EDICI N C TEDRA TEOREMA [Nota a la edici n digital: se han introducido entre corchetes la paginaci n y los n meros de las notas a pie de p gina (que siguen una numeraci n independiente en cada ensayo) de la edici n original] T tulo de la obra: Hegels Dialektik. F nf hermeneutische Studien Traducci n de Manuel Garrido Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra est protegido por la Ley, que establece penas de prisi n y/o multas, adem s de las correspondientes indemnizaciones por da os y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren p blicamente, en todo o en parte, una obra literaria, art stica o cient fica, o su transformaci n, interpretaci n o ejecuci n art stica fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a trav s de cualquier medio, sin la preceptiva autorizaci n.

2 Verlag J. C. B. Mohr (Paul Siebeck) Ediciones C tedra (Grupo Anaya, S. A.), 2000 Juan Ignacio Luca de Tena, 15; 28027-Madrid Dep sito legal: M. ISBN: 84-376-0216-5 Printed in Spain Impreso en Fern ndez Ciudad, S. L. Catalina Su rez, 19. 28007 Madrid ndice PR 9 CAP TULO I Hegel y la dial ctica de los fil sofos 11 CAP TULO II Hegel y el mundo 49 CAP TULO III La idea de la l gica de 75 CAP TULO IV Hegel y el romanticismo de 109 CAP TULO V Hegel y 125 [9] Pr logo La dial ctica de Hegel es una fuente constante de irritaci n.

3 Incluso a aquellas personas que han sabido atravesar el torbellino l gico del Parm nides de Plat n, les produce una mezcla de decepci n l gica y entusiasmo especulativo. Yo me cuento entre esa clase de personas. Y desde el principio de mi carrera me propuse la tarea de poner en mutua relaci n la dial ctica antigua y la dial ctica hege-liana, de modo que se aclarasen una a otra. Pero no por eso fue mi intenci n ponerme a reflexionar sobre este m todo, o si se quiere no-m todo, del pensamiento para obtener un juicio definitivo sobre l, sino para no dejar inexhausto el reino de intuiciones que este enigm tico modo de conocimiento permite extraer con la mediaci n de los conceptos.

4 Por mucho que pueda decirse sobre las cavilacio-nes l gicas de la dial ctica, por mucho que pueda, asimismo, preferirse la l gica de la investiga-ci n a la l gica del concepto , la verdad es que la filosof a no es simplemente investigaci n. La filosof a ha de incorporar, dentro de s misma, la anticipaci n de la totalidad que impulsa a nuestra voluntad de saber y que se plasma en la totalidad de nuestro acceso al mundo por medio del lengua-je, y debe dar cuenta de ello por la v a del pensamiento. sta es una necesidad insoslayable de la raz n humana, incluso en la era de la ciencia y de la particularizaci n de la misma, que prolifera en todas las direcciones de la investigaci n especia-[10]-lizada.

5 La filosof a no puede, pues, desde ar la oferta del pensamiento dial ctico. Habi ndome educado en el bien montado taller conceptual de la fenomenolog a, y tras haber si-do llevado primero por Nicolai Hartmann y despu s por Martin Heidegger a una confrontaci n con la l gica de Hegel , me ha estimulado el desamparo que se siente al tener que encararse con la preten-si n hegeliana de restaurar la idea de demostraci n filos fica. As , a lo largo de decenios, me ha acompa ado la tarea de introducir claridad en la productiva oscuridad del pensamiento dial ctico y aprender a exhibir la sustancia de su contenido.

6 A pesar de estos decenios de esfuerzos, el resultado fue s lo discreto. Entre el Escila de la pedante clarificaci n l gica y el Caribdis de la incontrolada entrega al juego dial ctico, era dif cil mantenerse en el punto medio. Pero inmensamente m s dif cil resultaba poder comunicar lo que hab a logrado verificar, siguiendo el curso del pensamiento es-peculativo, sin volver a convertirlo en enigma. Sin la ayuda que puede ofrecer el sustrato griego que hay en el pensamiento de Hegel , mi fracaso hubiera sido a n mayor.

7 Por esta raz n presento los siguientes ensayos, que espero que puedan ayudar a aprender a deletrear a Hegel . Los tres primeros, que constituyen el n cleo de este breve volumen y son fragmentos de un libro no escrito, analizan algunas partes de la Fenomenolog a del esp ritu y de la Ciencia de la l gica. Les sigue el texto de una conferencia en que trat de los a os de Hegel en Heidelberg, una poca que ha sido decisiva para la formaci n del sistema hegeliano. El cap tulo final lo constituye un trabajo, has-ta ahora in dito, que contempla las diferencias y semejanzas entre Hegel y Heidegger, y es repro-ducci n de una conferencia que el pasado invierno pronunci en Italia.

8 [11] CAP TULO PRIMERO Hegel y la dial ctica de los fil sofos griegos1 El m todo, desarrollado por los fil sofos antiguos, de extraer las consecuencias de hip tesis contrarias entre s m todo que pod a, como se ala Arist teles2, ser practicado incluso sin saber el qu de las cosas de las que se estuviese tratando , fue restaurado en el siglo XVIII por la dial c-tica trascendental kantiana de la raz n pura, en la medida en que Kant reconoci la necesidad que arrastra a la raz n a enredarse en contradicciones.

9 Los seguidores de Kant: Fichte, Schelling, Schlei-ermacher y Hegel se adhirieron a la demostraci n de la necesidad de tal dial ctica, superaron la valo-raci n negativa de la misma y reconocieron en ella una posibilidad peculiar de la raz n humana para trascender los l mites del entendimiento. Todos ellos eran conscientes del origen cl sico de la dial c-tica; as , por ejemplo, Schleiermacher hizo suyo el arte plat nico de conducir un di logo. Pero la dial ctica de Hegel , si se la compara con el uso que sus contempor neos hacen de dicho m todo, ocupa una posici n enteramente propia.

10 [12] Hegel se percat de la ausencia de un verdadero rigor met dico en el uso que sus contem-por neos hac an de la dial ctica, y, de hecho, su procedimiento dial ctico es enteramente distinto y peculiar. Se trata de una progresi n inmanente, que no pretende partir de ninguna tesis impuesta, sino m s bien seguir el automovimiento de los conceptos, y exponer, prescindiendo por entero de toda transici n designada desde fuera, la consecuencia inmanente del pensamiento en continua pro-gresi n. Encarecidamente insiste en que las introducciones, divisiones de cap tulos, ep grafes, etc.


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