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Las figuritas de Federico, de Guillermo Saccomanno

"Las figuritas de federico ", de Guillermo Saccomanno en Animales dom sticos. Grupo Editorial Planeta Guillermo Saccomanno Dise o de tapa y colecci n: Plan Lectura 2008. Colecci n: Escritores en escuelas . Ministerio de Educaci n Secretar a de Educaci n Unidad de Programas Especiales Plan Lectura 2008. Pizzurno 935. (C1020 ACA) Ciudad de Buenos Aires. Tel: (011) 4129-1075/1127. - Rep blica Argentina, 2008. Las figuritas de federico Guillermo Saccomanno W ALTER, EL ENCARGADO DEL EDIFICIO, apenas pasa los treinta, pero parece menor porque tiene facciones ani adas y un cuerpo macizo y fibroso que mueve con el desgarbo de un ado- lescente, vestido siempre de buzo, vaqueros y zapatillas. Si alguien le habla, antes de contestar con su voz aflautada y sumi- sa, Walter frunce las cejas y, al desviar la mirada, se vuelve un chico t mido y asustado que se ve venir un castigo.

2 acapara todas sus atenciones. Gladys lo mima, lo consiente y le habla con diminutivos, infantilizándose. Para ella, Federico es una mascota. Y Walter un …

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Transcription of Las figuritas de Federico, de Guillermo Saccomanno

1 "Las figuritas de federico ", de Guillermo Saccomanno en Animales dom sticos. Grupo Editorial Planeta Guillermo Saccomanno Dise o de tapa y colecci n: Plan Lectura 2008. Colecci n: Escritores en escuelas . Ministerio de Educaci n Secretar a de Educaci n Unidad de Programas Especiales Plan Lectura 2008. Pizzurno 935. (C1020 ACA) Ciudad de Buenos Aires. Tel: (011) 4129-1075/1127. - Rep blica Argentina, 2008. Las figuritas de federico Guillermo Saccomanno W ALTER, EL ENCARGADO DEL EDIFICIO, apenas pasa los treinta, pero parece menor porque tiene facciones ani adas y un cuerpo macizo y fibroso que mueve con el desgarbo de un ado- lescente, vestido siempre de buzo, vaqueros y zapatillas. Si alguien le habla, antes de contestar con su voz aflautada y sumi- sa, Walter frunce las cejas y, al desviar la mirada, se vuelve un chico t mido y asustado que se ve venir un castigo.

2 Como ahora federico , acorralado contra la pared de la cocina, con las figuritas apretadas en un pu o que esconde en la espalda. Dame las figuritas le sonr e Walter . D melas federico . Y federico se pega a la pared: No, pa porque cada vez que su padre lo llama federico y no Fede pone alerta. La sonrisa de Walter es d cil, la misma sonrisa que logra que el consorcio piense que Walter es un portero macanudo, cumplidor y dispuesto. Pero a federico no lo confunde. Walter piensa que ese chico no sale a l. M s bien, sale a la madre; tiene su car cter, sus nfulas. Y, como ella, es enga ador y pretensioso. Morocho, cetrino, con ojos impasibles de gato y, cuando le conviene, con los gestos tan r pidos y veloces como leng etazos de un sapo, federico atrapa lo que desea y despu s vuelve a su quietud imperturbable.

3 Cuando est en el departa- mento, en especial si est su madre, federico es un mu eco que 1. acapara todas sus atenciones. Gladys lo mima, lo consiente y le habla con diminutivos, infantiliz ndose. Para ella, federico es una mascota. Y Walter un actor secundario que entr por equivocaci n en una escena que no le correspond a. Al pensar en estas cosas, Walter piensa tambi n que no olvi- dar esa vez que federico le dijo a unos chicos que su padre era el due o del edificio. En eso, piensa, sale, a la madre, que haces unos meses se hizo la cirug a est tica y se ti de rubio. Aunque tiene la edad de su marido, Gladys parece su hermana mayor. La operaci n y la tintura, en lugar de rejuvenecerla, le agrega- ron a os. Prefiero ser una mujer atractiva y no una chica boba. dice Gladys. El matrimonio vino de uruguay hace unos a os.

4 Vio en este bal- neario de la costa la oportunidad de ahorrar y progresar. Teniendo la vivienda, se puede, pensaron. Y se gasta menos que en una ciu- dad como Buenos Aires. Walter tiene trabajo m s fuerte en los meses de verano, con los propietarios y los inquilinos de la temporada. Entonces, adem s del mantenimiento del edificio, Walter se encarga de proveer las garrafas de gas, los sifones y los diarios, y de cumplir cualquier otro pedido que le hagan, por caprichoso que sea. En enero y febrero Walter duerme cuatro horas al d a porque de noche se emplea como sereno en un hotelito de la vuelta. Hay que exprimir la temporada, dice. Reci n en marzo respira tranquilo. Se permite bajar a la playa, tomar sol y hacer alg n asado en la parrilla del consorcio, en el jard n trasero del edificio.

5 Durante todo el a o, Gladys trabaja de secretaria en una escri- ban a del pueblo. Tiene estudios secundarios y, a diferencia de su marido, dice que le gusta leer y estar informada. Porque, como ella dice, tiene una preparaci n. Todas las ma anas, para ir a la 2. escriban a, se arregla y se maquilla como si la oficina fuera una fiesta. Al terminar de vestirse y maquillarse, no deja que Walter la toque. Lo esquiva cuando se le acerca para darle un beso. Desde que empez a trabajar en la escriban a, Gladys empez . a fumar. Como Walter le tiene prohibido fumar en el departamen- to, lo hace en el hall del edificio. En las tardes de verano, mientras fuma un cigarrillo tras otro, conversa con las turistas inquilinas, vecinas ocasionales de la temporada. Nosotros somos gente de clase media dice Gladys.

6 Y esto es de momento. Esto alude en particular al trabajo de Walter, el departamento de un ambiente con kitchenette que ocupan en el contrafrente del primer piso, un ambiente h medo y sombr o que Gladys ha divi- dido con un modular cargado de fasc culos encuadernados, jarro- nes, estatuillas y portarretratos que se exhiben como trofeos. El departamento resulta m s estrecho de lo que es por el espacio que ocupan la heladera con freezer cuatro estrellas, el televisor y la videocasettera, la mesa y las sillas de estilo que Gladys compr en un remate de Mar del Plata. En un costado, casi en un rinc n, est . la cama de federico . Del otro lado del modular, la cama matri- monial entre dos mesitas de luz. A sus pies, en cada ngulo, hay dos sillones de algarrobo con almohadones de cuadros verdes y rojos, una oferta que Gladys tampoco dej pasar.

7 El balc n est . protegido detr s de una cortina de voile crema. En los meses de invierno, como ahora, Walter tiene m s tiempo. Y est casi todo el d a en el edificio. Uno siempre encuentra que hacer, dice. Mientras Gladys est en la escriban a, de nueve a una y de tres a ocho, Walter se dedica a las cosas de la casa y a federico . Menos planchar, Walter hace de todo: lava, limpia, cocina, y ayuda con los deberes al chico. El sueldo de Gladys es m s importante que el suyo. De este modo, si l la reemplaza en las cosas de la casa, 3. pueden guardarlo casi ntegro. A Walter no le molesta lavar, lim- piar, cocinar y cuidar a federico . Hasta le encuentra gusto. Y le sirve para probar que, si quisiera, podr a vivir sin Gladys. Si los hombres se ponen, piensa, hacen mejor estas cosas que las muje- res.

8 Por ejemplo, las milanesas. Esta noche Walter va a cocinar milanesas. Las prepara con un aire de ajo y perejil. Le salen menos aceitosas que a su mujer. Pero lo que hizo federico casi le arruina las ganas de cocinar. Esta ma ana vinieron en una camioneta los de la cooperativa de electricidad a cortarle el suministro al inquilino del tercero E. Es un polaco sesent n, alto, huesudo, que suele venir algunos d as todos los meses fuera de temporada. El polaco es un tipo hura o y solitario, lo que explica que venga a la costa cuando est des- ierta. Por las ma anas y las tardes sale a caminar horas por la playa y el pinar, sin importarle ni el viento ni el fr o. Si la temperatura es muy baja, el polaco sale enfundado en un viejo sobretodo negro. Una tarde, Walter se lo cruz en el bosque. Fue como una apari- ci n.

9 Alto, el pelo m s blanco que amarillo, con las solapas anchas de su sobretodo negro levantadas y las manos en los bol- sillos, el polaco ven a hacia l avanzando entre los troncos. Walter lo salud como pidiendo disculpas. El polaco le devolvi el salu- do curvando apenas los labios delgados, clav ndole sus ojos casi transparentes, acuosos, irritados por el fr o, en una mirada pene- trante. Alguna vez el polaco le pidi que le limpiara el departa- mento. Cuando Walter lo hizo se sorprendi con la austeridad en que viv a el inquilino. El departamento era de un ambiente, como el suyo, pero no ten a m s que una cama, una mesa y una silla inc moda. Y sin embargo, parec a una sala enorme. Sobre la mesa hab a una radio port til, una pila de cuadernos, libretas y l pices. Walter curiose . No pudo entender ni la letra ni el idioma.

10 Prendi la radio, sintonizada en Sodre, la de m sica cl sica. La 4. apag de inmediato, con temor, y enseguida dud de que la hubiera encendido. Volvi a dejar los cuadernos como los hab a encontrado y, nervioso, apurado, trat de limpiar el departamento lo m s r pido posible. Todo lo que pudo averiguar Walter sobre el inquilino se lo cont Gladys, que lo supo a trav s de la due a del departamento, una tendera del centro, cuyo hijo va al colegio con federico . Lo que pudo averiguar no fue mucho m s de lo que la due a sab a: el polaco es descendiente de nobles, trabaj en un banco, se reti- r y nadie tiene idea de qu vive. Habla lo m nimo indispensable con un marcado acento extranjero y tono imperativo. Walter pien- sa que por algo el polaco no tiene familia. Todo en l es un miste- rio. Y as como despu s de hab rselo cruzado aquella tarde en el bosque Walter pens que hab a sido una aparici n, no una pre- sencia real, despu s de limpiar su departamento Walter hab a empezado a creer que all habitaba un fantasma, un esp ritu pode- roso y magn tico que vigilaba sus acciones y pensamientos aun cuando Walter no pudiera verlo.


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