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]oseph Ratzinger MI VIDA. ENCUENTRO. NDICE. Pr logo para la presente edici n Allector 7. Introducci n: Un hijo genuino del cat lico pueblo b varo 15. MIVIDA. Infancia entre el Inn y el Salzach 41. Los primeros a os escolares en el pueblo de Aschau, a la sombra del Tercer Reich 49. A os de bachillerato en Traunstein 59. Servicio Militar y Prisi n 71. En el seminario de Frisinga 85. Estudios de Teolog a en Munich 91. Ordenaci n sacerdotal - Labor pastoral- Doctorado 111. El drama de la libre docencia y los a os de Frisinga 119. Profesor en Bonn 135.

AL LECTOR El CardenalJoseph Ratzinger, en el año 1977, publicaba este pequeño escrito en el que se recogían Recuerdos de los primeros cincuenta años de su vida 0927-1977).Con toda seguridad

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1 ]oseph Ratzinger MI VIDA. ENCUENTRO. NDICE. Pr logo para la presente edici n Allector 7. Introducci n: Un hijo genuino del cat lico pueblo b varo 15. MIVIDA. Infancia entre el Inn y el Salzach 41. Los primeros a os escolares en el pueblo de Aschau, a la sombra del Tercer Reich 49. A os de bachillerato en Traunstein 59. Servicio Militar y Prisi n 71. En el seminario de Frisinga 85. Estudios de Teolog a en Munich 91. Ordenaci n sacerdotal - Labor pastoral- Doctorado 111. El drama de la libre docencia y los a os de Frisinga 119. Profesor en Bonn 135.

2 El comienzo del Concilio y el traslado a M nster 141. M nster y Tubinga 157. Los a os de Ratisbona 167. Arzobispo de Munich y Frisinga 183. PR LOGO. Antonio M Rauco Vare1a AL LECTOR. El Cardenal Joseph Ratzinger, en el a o 1977, publicaba este peque o escrito en el que se recog an Recuerdos de los primeros cincuenta a os de su vida 0927-1977). Con toda seguridad que, en aquel entonces no barruntaba que, en el a o 200S, ser a elegido Obispo de Roma y suce- sor de Pedro. Un a o antes, en 1976, en Sal de la tierra -una de las obras del cardenal Ratzinger m s le das que mejor expresan su vida y pensamiento- hab a anticipado muchas de las referencias que ahora en Mi vida aparecen orde- nadamente expuestas.

3 Mi vida y Sal de la tierra ponen en las manos del lector los hechos m s importantes en la vida del que fue reconocido profesor de teolog a cat lica en Frisinga, Bonn, M nster, Tubinga y Ratisbona -ciudades en las que dej una singu- lar impronta acad mica y eclesial-, y ponen las claves de la existencia del que fue Cardenal- Arzobispo de Munich y, desde el 1981, Prefecto de la Congregaci n para la Doctrina de la Fe, y el m s cercano colaborador de Juan Pablo lI. Mi vida trae a la memoria los Apuntes para una autobiograf a escritos poco antes de su sexag simo cumplea os, en los a os 1943-1945, por Romano Guardini, uno de los autores m s admirados por Benedicto XVI.

4 El Cardenal). Ratzinger escribir a estas Anotaciones sobre su vida al cumplir los setenta a os con la mirada puesta en un bien mere- cido descanso entregado a la meditaci n y al estu- dio sosegado. La Providencia ten a dispuesto otros caminos. Con la sencilla austeridad y claridad --caracte- r sticas de la pluma del Cardenal ). Ratzinger- estas p ginas nos ofrecen no tanto una autobio- graf a completa, al estilo del repetido, y a veces cansino, g nero literario de las Memorias tan abun- dantes en nuestros d as, sino que trazan las l neas que permiten descubrir la unidad de toda una exis- tencia.

5 M s que acumulaci n de datos se nos des- vela la interioridad de su autor, poniendo, como de golpe, ante nuestra mirada, el centro de su exis- tencia; nos abre su alma y nos hace ver, desde los primeros a os de su infancia hasta su nombra- miento como Arzobispo de Munich, un sugestivo y sugerente mapa social, cultural y religioso de los a os m s cruciales de la Europa del siglo XX. Y en el marco de Europa dibuja, con trazos magistrales, la realidad y situaci n de la Iglesia y de Alemania en ese per odo de tiempo que abraza los decenios de los a os treinta y cuarenta del pasado siglo.

6 En pocas pero densas y sencillas p ginas se perciben los perfiles de la familia en la que nacen y crecen los hermanos Ratzinger. Al calor de una fin sima espiritualidad familiar, de la madre y del padre, se enra za en el coraz n el amor a la Iglesia Cat lica y a la belleza que se hace ver en la litur- gia; amor y belleza que crecen con el alma del ni o y tendr n su acabada expresi n en los a os de su juventud y madurez. La infancia y adolescencia est n marcados por el dolor y por el sacrificio impuestos por el III. Reich y el nacionalsocialismo.

7 El ni o y joven J. Ratzinger toc con su mano esa terrible expe- riencia que fortalecer a su esp ritu y dejar a una huella imborrable, al igual que no se borrar a jam s la sencillez de la vida en el pueblo, la pre- sencia de la Iglesia, el domingo y los cantos, y la grandiosidad de lo peque o que acrecentaba el amor a la Verdad. Del pueblo a la peque a ciudad, de la escuela al Seminario, de los cursos de bachillerato al estu- dio de las Humanidades, son pasos que van abriendo horizontes nuevos con el descubrimien- to del mundo cl sico. El lat n y el griego se le har n familiares para que, a os despu s, pudiese beber directamente en el manantial de la Gran Tradici n Cat lica.

8 Las dificultades en los a os j venes no le impi- dieron que experimentase la grandeza de la liber- tad en la desesperada realidad de la guerra: "loco de alegr a -escribe- me encontr en mis manos con la hoja de la libertad: el fin de la guerra se hac a tambi n realidad para m . Los a os en el Seminario y los cursos de filoso- f a y teolog a son un tiempo en el que crec a la escasez y la esperanza. En el alma del estudioso Ratzinger anidaba la gratitud por el deseo de rena- cer y trabajar por la Iglesia y por la Humanidad, por poder saciar el hambre de conocimiento lle- vado de la mano de los grandes maestros, exege- tas e historiadores, del ayer y del presente, 10 que l llama las voces cercanas.

9 Los a os de formaci n le abrieron la mirada al pensamiento, al arte --especialmente a la m sica religiosa- y a las ciencias naturales. La Jerusal n celeste no le hubiera parecido m s bella que los conciertos de m sica sacra. Nada le era ajeno a sus ansias de aprender y nada le era extra o a su sed de saber. Entre las p ginas m s vibrantes de esta testimo- nial y mod lica autobiograf a habr a que escoger las que narran su itinerario hacia el sacerdocio y el d a de su ordenaci n sacerdotal en la catedral de Frisinga y en la fiesta de los santos ap stoles san Pedro y san Pablo del a o 1951.

10 Es un relato lleno de unci n que deja traslucir la emoci n con que vivi este acontecimiento que orientar a todo el futuro quehacer en la c tedra de Teolog a. Ser a dif cil describir con m s exactitud la situaci n de la Universidad al filo de lo que supuso la elaboraci n del trabajo de habilitaci n para la ense anza universitaria. Las p ginas que dejan constancia de las dificultades que fueron superadas gracias a la paciencia y grandiosidad de nimo servir an al profesor Ratzinger para establecer, posteriormente, una singular relaci n con sus alumnos.


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