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JOHN steinbeck LA Perla Libro digitalizado por 1 La Perla John steinbeck Este libro electr nico que tienes en tus manos, es el 2 libro digitalizado por PIDETULIBRO, tras la digitalizaci n de VERONIKA DECIDE MORIR, de Paulo COELHO. PIDETULIBRO Es un proyecto sociocultural para difundir la cultura libremente. Creemos que OTRO MUNDO ES POSIBLE. Y que el primer paso para conseguir un mundo libre, es adquirir un pensamiento libre. Y que mejor forma que con la lectura. PORQUE LEER IMPLICA PENSAR. DIFUNDE ESTE LIBRO LIBREMENTE POR TODO LO ANCHO y LARGO DE LA RED. As ayudaras a difundir el proyecto de PIDETULIBRO disfruta de la lectura!!!JOHN steinbeck LA Perla Libro digitalizado por 2 I Kino se despert casi a oscuras.

JOHN STEINBECK – LA PERLA Libro digitalizado por www.pidetulibro.cjb.net 3 El alba llegaba rápida ya, un destello, un relámpago y luego una explosión

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1 JOHN steinbeck LA Perla Libro digitalizado por 1 La Perla John steinbeck Este libro electr nico que tienes en tus manos, es el 2 libro digitalizado por PIDETULIBRO, tras la digitalizaci n de VERONIKA DECIDE MORIR, de Paulo COELHO. PIDETULIBRO Es un proyecto sociocultural para difundir la cultura libremente. Creemos que OTRO MUNDO ES POSIBLE. Y que el primer paso para conseguir un mundo libre, es adquirir un pensamiento libre. Y que mejor forma que con la lectura. PORQUE LEER IMPLICA PENSAR. DIFUNDE ESTE LIBRO LIBREMENTE POR TODO LO ANCHO y LARGO DE LA RED. As ayudaras a difundir el proyecto de PIDETULIBRO disfruta de la lectura!!!JOHN steinbeck LA Perla Libro digitalizado por 2 I Kino se despert casi a oscuras.

2 Las estrellas luc an a n y el d a solamente hab a tendido un lienzo de luz en la parte baja del cielo, al este. Los gallos llevaban un rato cantando y los madrugadores cerdos ya empezaban su incesante b squeda entre los le os y matojos para ver si algo comestible les hab a pasado hasta entonces inadvertido. Fuera de la casa edificada con haces de ramas, en el plant o de tunas, una bandada de pajarillos temblaban estremeciendo las alas. Los ojos de Kino se abrieron, mirando primero al rect ngulo de luz de la puerta, y luego a la cuna port til donde dorm a Coyotito. Por ltimo volvi su cabeza hacia Juana, su mujer, que yac a a su lado en el jerg n, cubri ndose con el chal azul la cara hasta la nariz, el pecho y parte de la espalda.

3 Los ojos de Juana tambi n estaban abiertos. Kino no recordaba haberlos visto nunca cerrados al despertar. Las estrellas se reflejaban muy peque as en aquellos ojos oscuros. Estaba mir ndolo como lo miraba siempre al despertarse. Kino escuchaba el suave romper de las olas ma aneras sobre la playa. Era muy agradable, y cerr , los ojos para escuchar su m sica. Tal vez s lo l hac a esto o puede que toda su gente lo hiciera. Su pueblo hab a tenido grandes hacedores de canciones capaces de convertir en canto cuanto ve an, pensaban, hac an u o an. Esto era mucho tiempo atr s. Las canciones perduraban; Kino las conoc a, pero sab a que no hab an seguido otras nuevas. Esto no quiere decir que no hubiese canciones personales.

4 En la cabeza de Kino hab a una melod a' clara y suave, y si hubiese podido hablar de ella, la habr a llamado la Canci n Familiar. - Su manta le cubr a hasta la nariz para protegerlo del aire desagradablemente h medo. Sus ojos se movieron al o r un rumor a su lado. Era Juana levant ndose casi sin ruido. Descalza se acerc a la cuna de Coyotito, se inclin sobre l y pronunci una palabra de cari o. Coyotito mir un momento hacia arriba, cerr los ojos y volvi a dormirse. Juana fue hacia el fog n, extrajo un tiz n y lo aire para reavivarlo mientras dejaba caer sobre l algunas astillas. Kino se hab a levantado envuelto en su manta. Desliz los pies en sus sandalias y sali a ver la aurora. Al traspasar la puerta se inclin para rodear mejor sus piernas con el borde de la manta.

5 Ve a las nubes sobre el Golfo como hogueras en el firmamento. Una cabra se acerc a l resoplando y -mir ndolo con sus ojos fr os y ambarinos. A su espalda el fuego de Juana llameaba lanzando flechas de luz entre las rendijas de la pared de ramaje y haciendo de la puerta un cuadro de luz oscilante. Una polilla lo atraves en busca del fuego. La Canci n Familiar sonaba ahora detr s de Kino, y su ritmo era el de la muela de piedra que Juana mov a para triturar el grano de las tortas matinales. JOHN steinbeck LA Perla Libro digitalizado por 3 El alba llegaba r pida ya, un destello, un rel mpago y luego una explosi n gnea al surgir el sol del fondo del Golfo. Kino mir al suelo para librar sus ojos del resplandor.

6 O a el batir de la masa de las tortas y su aroma sobre la batea del horno. En el suelo las hormigas se apresuraban, divididas en dos castas: grandes y relucientes, peque as y parduscas, mucho m s veloces. Kino las observ con la indiferencia de un dios mientras una de las peque as trataba fren ticamente de, escapar a la trampa de arena que una hormiga-le n hab a preparado para ella. Un perro flaco y t mido se aproxim y a una suave llamada de Kino se acurruc , coloc el extremo de la cola sobre sus patas y apoy delicadamente su hocico sobre una estaca hundida en el suelo. Era negro, con manchas amarillentas donde debiera tener las cejas. Aquella era una ma ana como otras y sin embargo perfecta entre todas.

7 Oy el leve crujir de las cuerdas al sacar Juana a Coyotito de su cuna, lavarlo y envolverlo en su chal de modo que quedara muy cerca de su seno. Kino pod a ver todo esto sin mirarlo. Juana cantaba en voz baja una vieja canci n que s lo ten a tres notas y, no obstante, interminable variedad de pausas. Esto tambi n formaba parte de la Canci n Familiar, como todo. A veces llegaba a ser un acorde doloroso que pon a nudos en la garganta, musitando: esto es certeza, esto es calor, esto lo es TODO . Al otro lado de la empalizada hab a otras casas de ramas, de las que tambi n sal a humo y los rumores previos al desayuno, pero aquellas eran otras canciones, los cerdos otros cerdos, las esposas unas distintas de Juana.

8 Kino era joven y fuerte y su cabello- negro ca a sobro su morena frente. Sus ojos eran c lidos y fieros y su bigote exiguo y spero. Libr su nariz de la manta, porque el aire oscuro y venenoso hab a huido y la luz dorada del sol ca a sobre la casa. Junto a la cerca dos gallos se encaraban con las alas combadas y las plumas del cuello erizadas. Su lucha era torpe; no eran gallos de pelea. Kino los mir un momento y luego sus ojos se alzaron hacia una bandada de palomas silvestres que se dirig an hacia las monta as, al interior, recogiendo luz sobre sus cuerpos blancos. El mundo ya estaba despierto, y Kino se incorpor y entr en su choza. Cuando atraves la puerta, Juana estaba en pie, algo apartada del centelleante fog n.

9 Devolvi a Coyotito a su cuna y empez a peinarse la negra cabellera hasta formar dos trenzas a cuyos extremos at dos cintas verdes. Kino se agach junto al hogar, extrajo una tortilla caliente, la moj en salsa y se la comi . Luego bebi un poco de pulque y dio por terminado su desayuno, el nico que hab a conocido exceptuando los d as de fiesta y un incre ble banquete de pastelillos que hab a estado a punto de matarlo. Cuando Kino hubo acabado, Juana regres al fuego y desayun . En una ocasi n hab an hablado, pero no hay necesidad de palabras cuando se act a por h bito. Kino suspiraba satisfecho, y sta era suficiente conversaci n. El sol caldeaba la caba a, atravesando sus paredes discontinuas. Uno de los delgados rayos cay sobre la cuna de Coyotito y las cuerdas que la sosten an.

10 Fue un instante en que dirigieron sus miradas a la cuna, y entonces ambos se quedaron r gidos. Por la cuerda que sosten a el lecho infantil en la pared JOHN steinbeck LA Perla Libro digitalizado por 4 un escorpi n descend a lentamente. Su venenosa cola estaba extendida tras l pero pod a encogerla en un segundo. La respiraci n de Kino se hizo silbante y tuvo que abrir la boca para impedirlo. Su expresi n hab a perdido el aire de sorpresa y su cuerpo ya no estaba r gido. A su cerebro acud a una nueva canci n, la Canci n del Mal, la m sica del enemigo, una melod a salvaje, secreta, peligrosa, bajo la cual la Canci n Familiar parec a llorar y lamentarse. El escorpi n segu a bajando por la cuerda hacia el peque o. En su interior, Juana repet a una vieja f rmula m gica para guardarse del peligro, y, m s audible, un Avemar a entre dientes.


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