Example: air traffic controller

1. Segunda carta-relación de Hernán Cortés al Emperador ...

Hern n Cort s (1485-1547) 1. Segunda carta-relaci n de Hern n Cort s al Emperador Carlos V. 2003 - Reservados todos los derechos Permitido el uso sin fines comerciales Hern n Cort s (1485-1547) 1. Segunda carta-relaci n de Hern n Cort s al Emperador Carlos V. Segura de la Frontera 30 de octubre de 1520 Enviada a su sacra majestad del Emperador nuestro se or, por el ca- pit n general de la Nueva Espa a, llamado don Fernando Cort s, en la cual hace relaci n de las tierras y provincias sin cuento que ha descubierto nuevamente en el Yucat n del a o de diez y nueve a esta parte, y ha sometido a la corona real de Su Majestad. En especial hace relaci n de una grand sima provincia muy rica, llamada Cul a, en la cual hay muy grandes ciudades y de maravillosos edificios y de grandes tratos y riquezas, entre las cuales hay una m s maravi- llosa y rica que todas, llamada Tenustitlan, que est , por maravi- lloso arte, edificada sobre una grande laguna; de la cual ciudad y provincia es rey un grand simo se or llamado Mutezuma; donde le acae- cieron al capit n y a los espa oles espantosas cosas de o r.

Hernán Cortés (1485-1547) 1. Segunda carta-relación de Hernán Cortés al Emperador Carlos V. Segura de la Frontera 30 de octubre de 1520 Enviada a su sacra majestad del …

Information

Domain:

Source:

Link to this page:

Please notify us if you found a problem with this document:

Other abuse

Transcription of 1. Segunda carta-relación de Hernán Cortés al Emperador ...

1 Hern n Cort s (1485-1547) 1. Segunda carta-relaci n de Hern n Cort s al Emperador Carlos V. 2003 - Reservados todos los derechos Permitido el uso sin fines comerciales Hern n Cort s (1485-1547) 1. Segunda carta-relaci n de Hern n Cort s al Emperador Carlos V. Segura de la Frontera 30 de octubre de 1520 Enviada a su sacra majestad del Emperador nuestro se or, por el ca- pit n general de la Nueva Espa a, llamado don Fernando Cort s, en la cual hace relaci n de las tierras y provincias sin cuento que ha descubierto nuevamente en el Yucat n del a o de diez y nueve a esta parte, y ha sometido a la corona real de Su Majestad. En especial hace relaci n de una grand sima provincia muy rica, llamada Cul a, en la cual hay muy grandes ciudades y de maravillosos edificios y de grandes tratos y riquezas, entre las cuales hay una m s maravi- llosa y rica que todas, llamada Tenustitlan, que est , por maravi- lloso arte, edificada sobre una grande laguna; de la cual ciudad y provincia es rey un grand simo se or llamado Mutezuma; donde le acae- cieron al capit n y a los espa oles espantosas cosas de o r.

2 Cuenta largamente del grand simo se or o del dicho Mutezuma, y de sus ri- tos y ceremonias y de c mo se sirven. Muy alto y poderoso y muy cat lico pr ncipe, invict simo Emperador y se or nuestro: En una nao que de esta Nueva Espa a de vuestra sacra majestad des- pach a diez y seis d as de julio del a o de quinientos y diez y nueve, envi a vuestra Alteza muy larga y particular relaci n de las cosas hasta aquella saz n, despu s que yo a ella vine, en ella suce- didas. La cual relaci n llevaron Alonso Hern ndez Portocarrero y Francisco de Montejo, procuradores de la Rica Villa de la Vera Cruz, que yo en nombre de vuestra alteza fund . Y despu s ac , por no ha- ber oportunidad, as por falta de nav os y estar yo ocupado en la conquista y pacificaci n de esta tierra, como por no haber sabido de la dicha nao y procuradores, no he tornado a relatar a vuestra majestad lo que despu s se ha hecho; de que Dios sabe la pena que he tenido.

3 Porque he deseado que vuestra alteza supiese las cosas de esta tierra, que son tantas y tales que, como ya en la otra re- laci n escrib , se puede intitular de nuevo Emperador de ella, y con t tulo y no menos m rito que el de Alema a, que por la gracia de Dios vuestra sacra majestad posee. Y porque querer de todas las cosas de estas partes y nuevos reinos de vuestra alteza decir todas las particularidades y cosas que en ellas hay y decir se deb an, se- r a casi proceder a infinito. 2. [ Segunda carta] Que a ocho leguas de esta ciudad de Churultecal est n dos sierras muy altas y muy maravillosas, porque en fin de agosto tienen tanta nieve que otra cosa de lo alto de ellas si no la nieve, se parece. Y de la una que es la m s alta sale muchas veces, as de d a como de noche, tan grande bulto de humo como una gran casa, y sube encima de la sierra hasta las nubes, tan derecho como una vira, que, seg n parece, es tanta la fuerza con que sale que aunque arriba en la sie- rra andaba siempre muy recio viento, no lo puede torcer.

4 Y porque yo siempre he deseado de todas las cosas de esta tierra poder hacer a vuestra alteza muy particular relaci n, quise de sta, que me pare- ci algo maravillosa, saber el secreto, y envi diez de mis com- pa eros, tales cuales para semejante negocio eran necesarios, y con algunos naturales de la tierra que los guiasen, y les encomend mucho procurasen de subir la dicha sierra y saber el secreto de a- quel humo, de d nde y c mo sal a. Los cuales fueron y trabajaron lo que fu posible para la subir, y jam s pudieron, a causa de la mu- cha nieve que en la sierra hay y de muchos torbellinos que de la ceniza que de all sale andan por la sierra, y tambi n porque no pudieron sufrir la gran frialdad que arriba hac a, pero llegaron muy cerca de lo alto, y tanto que estando arriba comenz a salir aquel humo, y dicen que sal a con tanto mpetu y ruido que parec a que toda la sierra se ca a abajo, y as se bajaron y trajeron mucha nieve y car mbanos para que los vi semos, porque nos parec a cosa muy nueva en estas partes a causa de estar en parte tan c lida, se- g n hasta ahora ha sido opini n de los pilotos, especialmente, que dicen que esta tierra est en veinte grados, que es en el paralelo de la isla Espa ola, donde continuamente hace muy gran calor.

5 3. [ Segunda carta] Pasada esta puente, nos sali a recibir aquel se or Mutezuma con hasta doscientos se ores, todos descalzos y vestidos de otra librea o manera de ropa asimismo bien rica a su uso, y m s que la de los otros, y ven an en dos procesiones muy arrimados a las paredes de la calle, que es muy ancha y muy hermosa y derecha, que de un cabo se parece el otro y tiene dos tercios de legua, y de la una parte y de la otra muy buenas y grandes casas, as de aposentamientos co- mo de mezquitas, y el dicho Mutezuma ven a por medio de la calle con dos se ores, el uno a la mano derecha y el otro a la izquierda, de los cuales el uno era quel se or grande que dije que hab a salido a hablar en las andas y el otro era su hermano del dicho Mutezuma, se or de aquella ciudad de Ixtapalapa de donde yo aquel d a hab a partido, [..]. Y all me tom de la mano y me llev a una gran sala que estaba fron- tera del patio por donde entramos, y all me hizo sentar en un estra- do muy rico que para l lo ten a mandado hacer, y me dijo que le es- perase all , y l se fu.

6 Y dende a poco rato, ya que toda la gente de mi compa a estaba apo- sentada, volvi con muchas y diversas joyas de oro y plata, y pluma- jes, y con hasta cinco o seis mil piezas de ropa de algod n, muy ri- cas y de diversas maneras tejidas y labradas, y despu s de me las haber dado, se sent en otro estrado que luego le hicieron all jun- to con el otro donde yo estaba; y sentado, prepuso en esta manera: "Muchos d as ha que por nuestras escripturas tenemos de nuestros an- tepasados noticia que yo ni todos los que en esta tierra habitamos no somos naturales de ella sino extranjeros, y venidos a ella de par- tes muy extra as; y tenemos asimismo que a estas partes trajo nues- tra generaci n un se or cuyos vasallos todos eran, el cual se volvi a su naturaleza, y despu s torn a venir dende en mucho tiempo, y tanto, que ya estaban casados los que hab an quedado con las mujeres naturales de la tierra y ten an mucha generaci n y hechos pueblos donde viv an, y queri ndolos llevar consigo, no quisieron ir ni me- nos recibirle por se or, y as se volvi ; y siempre hemos tenido que los que de l descendiesen hab an de venir a sojuzgar esta tie- rra y a nosotros como a sus vasallos; y seg n de la parte que vos dec s que ven s, que es a do sale el sol, y las cosas que dec s de ese gran se or o rey que ac os envi , creemos y tenemos por cierto, l sea nuestro se or natural, en especial que nos dec s que l ha muchos d as que ten a noticia de nosotros.

7 Y por tanto, vos sed cier- to que os obedeceremos y tendremos por se or en lugar de ese gran se or que vos dec s, y que en ello no habr que yo en mi se or o po- seo, mandar a vuestra voluntad, porque ser obedecido y hecho; y to- do lo que nosotros tenemos es para lo que vos de ello quisi redes disponer. Y pues est is en vuestra naturaleza y en vuestra casa, holgad y descansad del trabajo del camino y guerras que hab is te- nido, que muy bien s todos los que se vos han ofrecido de Puntun- ch n ac , y bien s que los de Cempoal y de Tascaltecal os han di- cho muchos males de m . No cre is m s de lo que por vuestros ojos veredes, en especial de aquellos que son mis enemigos, y algunos de ellos eran mis vasallos y h nseme rebelado con vuestra venida, y por se favorecer con vos lo dicen; [..] 4. [ Segunda carta] Porque para dar cuenta, muy poderoso se or, a vuestra real excelen- cia, de la grandeza, extra as y maravillosas cosas de esta gran ciu- dad de Temixtitan, del se or o y servicio de este Mutezuma, se or de ella, y de los ritos y costumbres que esta gente tiene, y de la orden que en la gobernaci n, as de esta ciudad como de las otras que eran de este se or, hay, ser a menester mucho tiempo y ser muchos relato- res y muy expertos; no podr yo decir de cien partes una, de las que de ellas se podr an decir, mas como pudiere dir algunas cosas de las que vi, que aunque mal dichas, bien s que ser n de tanta admi- raci n que no se podr n creer, porque los que ac con nuestros pro- pios ojos las vemos, no las podemos con el entendimiento comprender.

8 Pero puede vuestra majestad ser cierto que si alguna falta en mi re- laci n hubiere, que ser antes por corto que por largo, as en esto como en todo lo dem s de que diere cuenta a vuestra alteza, porque me parec a justo a mi pr ncipe y se or, decir muy claramente la ver- dad sin interponer cosas que la disminuyan y acrecienten. [..] Esta gran ciudad de Temixtitan est fundada en esta laguna salada, y desde la tierra firme hasta el cuerpo de la dicha ciudad, por cual- quiera parte que quisieren entrar a ella, hay dos leguas. Tiene cua- tro entradas, todas de calzada hecha a mano, tan ancha como dos lan- zas jinetas. Es tan grande la ciudad como Sevilla y C rdoba. Son las calles de ella, digo las principales, muy anchas y muy derechas, y algunas de stas y todas las dem s son la mitad de tierra y por la otra mitad es agua, por la cual andan en sus canoas, y todas las ca- lles de trecho a trecho est n abiertas por do atraviesa el agua de las unas a las otras, y en todas estas aberturas, que algunas son muy anchas, hay sus puentes de muy anchas y muy grandes vigas, jun- tas y recias y bien labradas, y tales, que por muchas de ellas pueden pasar diez de a caballo juntos a la par.

9 Y viendo que si los natura- les de esta ciudad quisiesen hacer alguna traici n, ten an para ello mucho aparejo, por ser la dicha ciudad edificada de la manera que di- go, y quitadas las puentes de las entradas y salidas, nos podr an de- jar morir de hambre sin que pudi semos salir a la tierra. Luego que entr en la dicha ciudad di mucha prisa en hacer cuatro bergantines, y los hice en muy breve tiempo, tales que pod an echar trescientos hombres en la tierra y llevar los caballos cada vez que quisi semos. Tiene esta ciudad muchas plazas, donde hay continuo mercado y tra- to de comprar y vender. Tiene otra plaza tan grande como dos veces la ciudad de Salamanca, toda cercada de portales alrededor, donde hay cotidianamente arriba de sesenta mil nimas comprando y vendiendo; donde hay todos los g neros de mercadur as que en todas las tierras se hallan, as de mantenimientos como de vituallas, joyas de oro y plata, de plomo, de lat n, de cobre, de esta o, de piedras, de hue- sos, de conchas, de caracoles y de plumas.

10 V ndese cal, piedra labra- da y por labrar, adobes, ladrillos, madera labrada y por labrar de diversas maneras. Hay calle de caza donde venden todos los linajes de aves que hay en la tierra, as como gallinas, perdices, codorni- ces, lavancos, dorales, zarcetas, t rtolas, palomas, pajaritos en ca uela, papagayos, b haros, guilas, halcones, gavilanes y cern ca- los; y de algunas de estas aves de rapi a, venden los cueros con su pluma y cabezas y pico y u as. [..] La gente de esta ciudad es de m s manera y primor en su vestir y servicio que no la otra de estas otras provincias y ciudades, por- que como all estaba siempre este se or Mutezuma, y todos los se o- res sus vasallos ocurr an siempre a la ciudad, hab a en ellas m s manera y polic a en todas las cosas. Y por no ser m s prolijo en la relaci n de las cosas de esta gran ciudad, aunque no acabar a tan a na, no quiero decir m s sino que en su servicio y trato10 de la gente de ella hay la manera casi de vivir que en Espa a, y con tanto concierto y orden como all , y que considerando esta gente ser b rbara y tan apartada del conocimiento de Dios y de la comu- nicaci n de otras naciones de raz n, es cosa admirable ver la que tienen en todas las cosas.


Related search queries