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Documento de Puebla. III Conferencia General del ...

Documento de Puebla III Conferencia General del Episcopado LatinoamericanoCarta del Santo Padre a los Obispos Diocesanos de Am rica LatinaAmados hermanos en el Episcopado:El intenso trabajo de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que me fue dado inaugurar personalmente y que con particular dilecci n e inter s para con la iglesia de ese Continente acompa en las distintas etapas de su desarrollo, se condensa en estas p ginas que hab is puesto en mis vivo el grat simo recuerdo de mi encuentro con vosotros, unido en el mismo amor y solicitud por vuestros pueblos, en la Bas lica de Nuestra Se ora de Guadalupe y luego en el seminario de Documento , fruto de asidua oraci n, de reflexi n profunda y de intenso celo apost lico.

Conferencias Episcopales. La Iglesia de América Latina ha sido fortalecida en su vigorosa unidad, en su identidad propia, en la voluntad de responder a las necesidad y a los desafíos atentamente considerados a lo largo de vuestra asamblea. Representa, en verdad, un gran paso adelante en la misión esencial de la Iglesia, la de evangelizar.

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1 Documento de Puebla III Conferencia General del Episcopado LatinoamericanoCarta del Santo Padre a los Obispos Diocesanos de Am rica LatinaAmados hermanos en el Episcopado:El intenso trabajo de la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, que me fue dado inaugurar personalmente y que con particular dilecci n e inter s para con la iglesia de ese Continente acompa en las distintas etapas de su desarrollo, se condensa en estas p ginas que hab is puesto en mis vivo el grat simo recuerdo de mi encuentro con vosotros, unido en el mismo amor y solicitud por vuestros pueblos, en la Bas lica de Nuestra Se ora de Guadalupe y luego en el seminario de Documento , fruto de asidua oraci n, de reflexi n profunda y de intenso celo apost lico.

2 Ofrece as os lo propusisteis un denso conjunto de orientaciones pastorales y doctrinales, sobre cuestiones de suma importancia. Ha de servir, con sus v lidos criterios, de luz y est mulo permanente para la evangelizaci n en el presente y el futuro de Am rica is sentiros satisfechos y optimistas de los resultados de esta Conferencia , preparada esmeradamente por el CELAM, con la participaci n corresponsable de todas las Conferencias Episcopales. La iglesia de Am rica Latina ha sido fortalecida en su vigorosa unidad, en su identidad propia, en la voluntad de responder a las necesidad y a los desaf os atentamente considerados a lo largo de vuestra asamblea.

3 Representa, en verdad, un gran paso adelante en la misi n esencial de la iglesia , la de experiencias, pautas, preocupaciones y anhelos, en la fidelidad al Se or, a su iglesia y a la Sede de Pedro, deben convertirse en vida para las comunidades a las que serv ello deber is proponeros en todas vuestras Conferencias Episcopales e Iglesias Particulares planes con metas concretas, en los niveles correspondientes y en armon a con el CELAM en el mbito quiera que en breve tiempo todas las comunidades eclesiales est n informadas y penetradas del esp ritu de Puebla y de las directrices de esta hist rica Se or Jes s, Evangelizador por excelencia y Evangelio l mismo, os bendiga con a Sant sima, Madre de la iglesia y Estrella de la evangelizaci n, gu e vuestros pasos, en un renovado impulso evangelizador del Continente , 23 de Marzo de 1979, en la conmemoraci n de Santo Toribio de Mogrovejo.

4 Joannes Paulus PP. II Discurso Inaugural pronunciado en el Seminario Palafoxiano de Puebla de los ngeles, M Juan Pablo II 28 de enero de 1979 Amados hermanos en el episcopado:Esta hora que tengo la dicha de vivir con vosotros, es ciertamente hist rica para la iglesia en Am rica Latina. De esto es consciente la opini n p blica mundial, son conscientes los fieles de vuestras Iglesias locales, sois conscientes sobre todo vosotros que ser is protagonistas y responsables de esta tambi n una hora de gracia, se alada por el paso del Se or, por una particular sima presencia y acci n del Esp ritu de Dios. Por eso hemos invocado con confianza a este Esp ritu, al principio de los trabajos.

5 Por esto tambi n quiero ahora suplicaros como un hermano a hermanos muy queridos: todos los d as de esta Conferencia y en cada uno de sus actos, dejaos conducir por el Esp ritu, abr os a su inspiraci n y a su impulso; sea El y ning n otro esp ritu el que os gu e y este Esp ritu, por tercera vez en los veinticinco ltimos a os, obispos de todos los pa ses, representando al episcopado de todo el continente latinoamericano, os congreg is para profundizar juntos el sentido de vuestra misi n ante las exigencias nuevas de vuestros Conferencia que ahora se abre, convocada por el venerado Pablo VI, confirmada por mi inolvidable predecesor Juan Pablo I y reconfirmada por m como uno de los primeros actos de mi pontificado, se conecta con aquella, ya lejana, de R o de Janeiro, que tuvo como su fruto m s notable el nacimiento del CELAM.

6 Pero se conecta a n m s estrechamente con la II Conferencia de Medell n, cuyo d cimo aniversario estos diez a os, cu nto camino ha hecho la humanidad, y con la humanidad y a su servicio, cu nto camino ha hecho la iglesia . Esta III Conferencia no puede desconocer esta realidad. Deber , pues, tomar como punto de partida las conclusiones de Medell n, con todo lo que tienen de positivo, pero sin ignorar las incorrectas interpretaciones a veces hechas y que exigen sereno discernimiento, oportuna cr tica y claras tomas de posici servir de gu a en vuestros debates el Documento de Trabajo, preparado con tanto cuidado para que constituya siempre el punto de tendr is tambi n entre las manos la exhortaci n apost lica Evangelii nuntiandi de Pablo VI.

7 Con qu complacidos sentimientos el gran Pont fice aprob como tema de la Conferencia : El presente y el futuro de la evangelizaci n en Am rica Latina !Lo pueden decir los que estuvieron cerca de l en los meses de preparaci n de la Asamblea. Ellos podr n dar testimonio tambi n de la gratitud con la cual l supo que el tel n de fondo de toda la Conferencia seria este texto, en el cual puso toda su alma de Pastor, en el ocaso de su vida. Ahora que l cerr los ojos a la escena de este mundo (cf. Testamento de Pablo VI), este Documento se convierte en un testamento espiritual que la Conferencia habr de escudri ar con amor y diligencia para hacer de l otro punto de referencia obligatoria y ver c mo ponerlo en pr ctica.

8 Toda la iglesia os est agradecida por el ejemplo que dais, por lo que hac is, y que quiz otras Iglesias locales har n a su Papa quiere estar con vosotros en el comienzo de vuestros trabajos, agradecido al Padre de las , de quien desciende todo don perfecto (Sant 1,17), por haber podido acompa aros en la solemne misa de ayer, bajo la mirada materna de la Virgen de Guadalupe, as como en la misa de esta ma ana. Muy a gusto me quedar a con vosotros en oraci n, reflexi n y trabajo: permanecer , estad seguros, en esp ritu, mientras me reclama en otra parte la sollicitudo omnium Ecclesiarum preocupaci n por todas las Iglesias (2 Cor 11,28).

9 Quiero al menos, antes de regresar a Roma, dejaros como prenda de mi presencia espiritual algunas palabras, pronunciadas con ansias de pastor y afecto de padre, eco de las principales preocupaciones m as respecto a la vida de la iglesia en estos queridos pa Maestros de la verdadEs un gran consuelo para el Pastor universal constatar que os congreg is aqu , no como un simposio de expertos, no como un parlamento de pol ticos, no como un congreso de cient ficos o t cnicos, por importantes que puedan ser esas reuniones, sino como un fraterno encuentro de pastores de la iglesia . Y como pastores ten is la viva conciencia de que vuestro deber principal es el de ser maestros de la verdad.

10 No de una verdad humana y racional, sino de la verdad que viene de Dios; que trae consigo el principio de la aut ntica liberaci n del hombre: Conocer is la verdad y la verdad os har libres (Jn 8,32); esa verdad que es la nica en ofrecer una base s lida para una praxis Vigilar por la pureza de la doctrina, base en la edificaci n de la comunidad cristiana, es, pues, junto con el anuncio del Evangelio, el deber primero e insustituible del pastor, del maestro de la fe. Con cu nta frecuencia pon a esto de relieve San Pablo, convencido de la gravedad en el cumplimiento de este deber (cf. 1 Tim 1,3-7. 18-20; 11,16; 2 Tim 1,4-14). Adem s de la unidad en la caridad, nos urge siempre la unidad en la verdad.


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