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La cenicienta - Biblioteca Virtual Universal

Grimm La cenicienta Un hombre rico ten a a su mujer muy enferma, y cuando vio que se acercaba su fin, llam a su hija nica y la dijo: -Querida hija, s piadosa y buena, Dios te proteger desde el cielo y yo no me apartar de tu lado y te bendecir . Poco despu s cerr los ojos y espir . La ni a iba todos los d as a llorar al sepulcro de su madre y continu siendo siempre piadosa y buena. Lleg el invierno y la nieve cubri el sepulcro con su blanco manto, lleg la primavera y el sol dor las flores del campo y el padre de la ni a se cas de nuevo. La esposa trajo dos ni as que ten an un rostro muy hermoso, pero un coraz n muy duro y cruel; entonces comenzaron muy malos tiempos para la pobre hu rfana. No queremos que est ese pedazo de ganso sentada a nuestro lado, que gane el pan que coma, v yase a la cocina con la criada. -La quitaron sus vestidos buenos, la pusieron una basqui a remendada y vieja y la dieron unos zuecos.

Grimm La cenicienta Un hombre rico tenía a su mujer muy enferma, y cuando vio que se acercaba su fin, llamó a su hija única y la dijo: -Querida hija, sé piadosa y

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1 Grimm La cenicienta Un hombre rico ten a a su mujer muy enferma, y cuando vio que se acercaba su fin, llam a su hija nica y la dijo: -Querida hija, s piadosa y buena, Dios te proteger desde el cielo y yo no me apartar de tu lado y te bendecir . Poco despu s cerr los ojos y espir . La ni a iba todos los d as a llorar al sepulcro de su madre y continu siendo siempre piadosa y buena. Lleg el invierno y la nieve cubri el sepulcro con su blanco manto, lleg la primavera y el sol dor las flores del campo y el padre de la ni a se cas de nuevo. La esposa trajo dos ni as que ten an un rostro muy hermoso, pero un coraz n muy duro y cruel; entonces comenzaron muy malos tiempos para la pobre hu rfana. No queremos que est ese pedazo de ganso sentada a nuestro lado, que gane el pan que coma, v yase a la cocina con la criada. -La quitaron sus vestidos buenos, la pusieron una basqui a remendada y vieja y la dieron unos zuecos.

2 - Qu sucia est la orgullosa princesa! -dec an ri ndose, y la mandaron ir a la cocina: ten a que trabajar all desde por la ma ana hasta la noche, levantarse temprano, traer agua, encender lumbre, coser y lavar; sus hermanas la hac an adem s todo el da o posible, se burlaban de ella y la vert an la comida en la lumbre, de manera que ten a que bajarse a recogerla. Por la noche cuando estaba cansada de tanto trabajar, no pod a acostarse, pues no ten a cama, y la pasaba recostada al lado del hogar, y como siempre estaba, llena de polvo y ceniza, la llamaban la cenicienta . Sucedi que su padre fue en una ocasi n a una feria y pregunt a sus hijastras lo que quer an las trajese. -Un bonito vestido -dijo la una. -Una buena sortija, -a adi la segunda. -Y t cenicienta , qu quieres? la dijo. Padre, traedme la primera rama que encontr is en el camino. -Compr a sus dos hijastras hermosos vestidos y sortijas adornadas de perlas y piedras preciosas, y a su regreso, al pasar por un bosque cubierto de verdor, tropez con su sombrero en una rama de zarza, y la cort.

3 Cuando volvi a su casa dio a sus hijastras lo que le hab an pedido y la rama a la cenicienta , la cual se lo agradeci ; corri al sepulcro de su madre, plant la rama en l y llor tanto que regada por sus l grimas, no tard la rama en crecer y convertirse en un hermoso rbol. La cenicienta iba tres veces todos los d as a ver el rbol, lloraba y oraba y siempre iba a descansar en l un pajarillo, y cuando sent a alg n deseo, en el acto la conced a el pajarillo lo que deseaba. Celebr por entonces el rey unas grandes fiestas, que deb an durar tres d as, e invit a ellas a todas las j venes del pa s para que su hijo eligiera la que m s le agradase por esposa. Cuando supieron las dos hermanastras que deb an asistir a aquellas fiestas, llamaron a la cenicienta y la dijeron. -P inanos, l mpianos los zapatos y ponles bien las hebillas, pues vamos a una boda al palacio del rey. La cenicienta las escuch llorando, pues las hubiera acompa ado con mucho gusto al baile, y suplic a su madrastra se lo permitiese.

4 - cenicienta , la dijo: est s llena de polvo y ceniza y quieres ir a una boda? No tienes vestidos ni zapatos y quieres bailar? -Pero como insistiese en sus s plicas, la dijo por ltimo: -Se ha ca do un plato de lentejas en la ceniza, si las recoges antes de dos horas, vendr s con nosotras: -La joven sali al jard n por la puerta trasera y dijo: -Tiernas palomas, amables t rtolas, p jaros del cielo, venid todos y ayudadme a recoger. Las buenas en el puchero, las malas en el caldero. Entraron por la ventana de la cocina dos palomas blancas, y despu s dos t rtolas y por ltimo comenzaron a revolotear alrededor del hogar todos los p jaros del cielo, que acabaron por bajarse a la ceniza, y las palomas picoteaban con sus piquitos diciendo pi, pi, y los restantes p jaros comenzaron tambi n a decir pi, pi, y pusieron todos los granos buenos en el plato. Aun no hab a trascurrido una hora, y ya estaba todo concluido y se marcharon volando.

5 Llev entonces la ni a llena de alegr a el plato a su madrastra, creyendo que le permitir a ir a la boda, pero la dijo: -No, cenicienta , no tienes vestido y no sabes bailar, se reir an de nosotras; mas viendo que lloraba a adi : -Si puedes recoger de entre la ceniza dos platos llenos de lentejas en una hora, ir s con nosotras. -Creyendo en su interior, que no podr a hacerlo, verti los dos platos de lentejas en la ceniza y se march , pero la joven sali entonces al jard n por la puerta trasera y volvi a decir: -Tiernas palomas, amables t rtolas, p jaros del cielo, venid todos y ayudadme a recoger. Las buenas en el puchero, las malas en el caldero. Entraron por la ventana de la cocina dos palomas blancas, despu s dos t rtolas, y por ltimo comenzaron a revolotear alredor del hogar todos los p jaros del cielo que acabaron por bajarse a la ceniza y las palomas picoteaban con sus piquitos diciendo pi, pi, y los dem s p jaros comenzaron a decir tambi n pi, pi, y pusieron todas las lentejas buenas en el plato, y aun no hab a trascurrido media hora, cuando ya estaba todo concluido y se marcharon volando.

6 Llev la ni a llena de alegr a el plato a su madrastra, creyendo la permitir a ir a la boda, pero la dijo: -Todo es in til, no puedes venir, porque no tienes vestido y no sabes bailar; se reir an de nosotras. -La volvi entonces la espalda y se march con sus orgullosas hijas. En cuanto qued sola en casa, fue la cenicienta al sepulcro de su madre, debajo del rbol, y comenz a decir: Arbolito peque o, dame un vestido; que sea, de oro y plata, muy bien tejido. El p jaro la dio entonces un vestido de oro y plata y unos zapatos bordados de plata y seda; en seguida se puso el vestido y se march a la boda; sus hermanas y madrastra no la conocieron, creyendo ser a alguna princesa extranjera, pues les pareci muy hermosa con su vestido de oro, y ni aun se acordaban de la cenicienta , creyendo estar a mondando lentejas sentada en el hogar. Sali a su encuentro el hijo del rey, la tom de la mano y bail con ella, no permiti ndola bailar con nadie, pues no la solt de la mano, y si se acercaba alg n otro a invitarla, le dec a: -es mi pareja.

7 Bail hasta el amanecer y entonces decidi marcharse; el pr ncipe la dijo: -Ir contigo y te acompa ar : -pues deseaba saber qui n era aquella joven, pero ella se despidi y salt al palomar, entonces aguard el hijo del rey a que fuera su padre y le dijo que la doncella extranjera hab a saltado al palomar. El anciano crey que deb a ser la cenicienta ; trajeron una piqueta y un martillo para derribar el palomar, pero no hab a nadie dentro, y cuando llegaron a la casa de la cenicienta , la encontraron sentada en el hogar con sus sucios vestidos y un turbio candil ard a en la chimenea, pues la cenicienta hab a entrado y salido muy ligera en el palomar y corrido hacia el sepulcro de su madre, donde se quit los hermosos vestidos que se llev el p jaro y despu s se fue a sentar con su basqui a gris a la cocina. Al d a siguiente; cuando lleg la hora en que iba a principiar la fiesta y se marcharon sus padres y hermanas, corri la cenicienta junto al arbolito y dijo: Arbolito peque o, dame un vestido; que sea, de oro y plata, muy bien tejido.

8 Diola entonces el p jaro un vestido mucho m s hermoso que el del d a anterior y cuando se present en la boda con aquel traje, dej a todos admirados de su extraordinaria belleza; el pr ncipe que la estaba aguardando la cogi de la mano y bail toda la noche con ella; cuando iba alg n otro a invitarla, dec a: -Es mi pareja. Al amanecer manifest deseos de marcharse, pero el hijo del rey la sigui para ver la casa en que entraba, m s de pronto se meti en el jard n de detr s de la casa. Hab a en l un hermoso rbol muy grande, del cu l colgaban hermosas peras; la cenicienta trep hasta sus ramas y el pr ncipe no pudo saber por d nde hab a ido, pero aguard hasta que vino su padre y le dijo: -La doncella extranjera se me ha escapado; me parece que ha saltado el peral. El padre crey que deb a ser la cenicienta ; mand traer una hacha y derrib el rbol, pero no hab a nadie en l, y cuando llegaron a la casa, estaba la cenicienta sentada en el hogar, como la noche anterior, pues hab a saltado por el otro lado el rbol y fue corriendo al sepulcro de su madre, donde dej al p jaro sus hermosos vestidos y tom su basqui a gris.

9 Al d a siguiente, cuando se marcharon sus padres y hermanas, fue tambi n la cenicienta al sepulcro de su madre y dijo al arbolito: Arbolito peque o, dame un vestido; que sea, de oro y plata, muy bien tejido. Diola entonces el p jaro un vestido que era mucho m s hermoso y magn fico que ninguno de los anteriores, y los zapatos eran todos de oro, y cuando se present en la boda con aquel vestido, nadie ten a palabras para expresar su asombro; el pr ncipe bail toda la noche con ella y cuando se acercaba alguno a invitarla, le dec a: -Es mi pareja. Al amanecer se empe en marcharse la cenicienta , y el pr ncipe en acompa arla, mas se escap con tal ligereza que no pudo seguirla, pero el hijo del rey hab a mandado untar toda la escalera de pez y se qued pegado en ella el zapato izquierdo de la joven; levantole el pr ncipe y vio que era muy peque o, bonito y todo de oro.

10 Al d a siguiente fue a ver al padre de la cenicienta y le dijo: -He decidido sea mi esposa a la que venga bien este zapato de oro. -Alegr ronse mucho las dos hermanas porque ten an los pies muy bonitos; la mayor entr con el zapato en su cuarto para prob rsele, su madre estaba a su lado, pero no se le pod a meter, porque sus dedos eran demasiado largos y el zapato muy peque o; al verlo la dijo su madre alarg ndola un cuchillo: -C rtate los dedos, pues cuando seas reina no ir s nunca a pie: -La joven se cort los dedos; meti el zapato en el pie, ocult su dolor y sali a reunirse con el hijo del rey, que la subi a su caballo como si fuera su novia, y se march con ella, pero ten a que pasar por el lado del sepulcro de la primera mujer de su padrastro, en cuyo rbol hab a dos palomas, que comenzaron a decir. No sigas m s adelante, detente a ver un instante, que el zapato es muy peque o y esa novia no es su due o.


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