Example: confidence

La cultura en México: avances en la investigación ...

Tiempo 1 laberiNto Qu utilidad tienen las ciencias sociales para examinar y valorar las pol ticas culturales? Un vasto grupo interna-cional de antrop logos, soci logos y comunic logos viene analizando los debates culturales: clasifica las posiciones que intervienen, su consistencia interna y las razones de la confrontaci n para comprender la l gica de la poca. En esta ocasi n quiero hacer algo m s complicado: ocuparme de un debate que no existe. En efecto, en los ltimos a os se ha desvanecido la discusi n sobre qu pol ticas culturales necesitamos en M xico. No obstante, s existen posiciones respecto del asunto, desde las que consideran que lo mejor es ignorarlo hasta las de quienes argumentan por qu ste no es el momento para debatir y lo mejor es que todo quede como est desde hace d cadas. La hip tesis que impulsa mi an lisis es que esta pol mica eludida contiene algunas claves de la encrucijada sociocultural de M xico a comienzos del siglo comprender y valorar el significado de las posiciones en este no-debate hay que recordar primero, brevemente, algunos datos sobre las transformaciones de M xico regis-tradas por las ciencias sociales y por los estudios culturales en las ltimas d pa s que se mud a las ciudadesEl primer cambio destacable es el demogr fico y urbano.

tiempo 1 laberiNto en la literatura, los tatuajes y los grafitis o en los videos y las canciones, coexisten pirámides y autopistas, la virgen de Guadalupe y los emblemas del rock, el hip hop y el rap.

Information

Domain:

Source:

Link to this page:

Please notify us if you found a problem with this document:

Other abuse

Transcription of La cultura en México: avances en la investigación ...

1 Tiempo 1 laberiNto Qu utilidad tienen las ciencias sociales para examinar y valorar las pol ticas culturales? Un vasto grupo interna-cional de antrop logos, soci logos y comunic logos viene analizando los debates culturales: clasifica las posiciones que intervienen, su consistencia interna y las razones de la confrontaci n para comprender la l gica de la poca. En esta ocasi n quiero hacer algo m s complicado: ocuparme de un debate que no existe. En efecto, en los ltimos a os se ha desvanecido la discusi n sobre qu pol ticas culturales necesitamos en M xico. No obstante, s existen posiciones respecto del asunto, desde las que consideran que lo mejor es ignorarlo hasta las de quienes argumentan por qu ste no es el momento para debatir y lo mejor es que todo quede como est desde hace d cadas. La hip tesis que impulsa mi an lisis es que esta pol mica eludida contiene algunas claves de la encrucijada sociocultural de M xico a comienzos del siglo comprender y valorar el significado de las posiciones en este no-debate hay que recordar primero, brevemente, algunos datos sobre las transformaciones de M xico regis-tradas por las ciencias sociales y por los estudios culturales en las ltimas d pa s que se mud a las ciudadesEl primer cambio destacable es el demogr fico y urbano.

2 Mientras en 1900 el % de la poblaci n viv a en ciu-dades, ahora es 75 %. La ciudad de M xico, que contaba con 1 664 921 habitantes en 1940, lleg a cinco millones en 1960 y supera los veinte millones al comenzar el siglo xxi. La expansi n de muchas ciudades mexicanas, grandes y medianas, en las ltimas d cadas gener cambios en los ejes del desarrollo cultural. En s ntesis, podemos decir que las artesan as y fiestas campesinas siguen vivas en muchas regiones, pero la producci n industrial de cultura y su comu-nicaci n masiva son ahora la principal fuente de informaci n y entretenimiento para los p blicos urbanos formados en el estilo audiovisual de los mensajes medi enorme transferencia de poblaci n del campo a las ciudades no ocurri s lo hacia las grandes urbes del territorio mexicano. El censo de 2000 en Estados Unidos identific a diez millones de mexicanos que resid an legalmente en aquel pa s, y se estima que superaran los tres millones los migrantes indocumentados, con un promedio de 340 000 traslados al a o, sobre todo a ciudades como Chicago y a los estados de California, Texas y Nueva York.

3 Un tercio de las familias mexicanas tiene al menos un familiar en Estados Unidos. Como revelan muchos estudios (Arizpe, 2004; Besserer, 2000; Valenzuela, 2002), la mayor a de los migrantes no pierden su identidad, siguen vinculados con la vida en M xico enviando remesas de dinero e informaci n, visitan a sus familiares, participan en fiestas tradicionales y modernas, y se conectan a trav s de los medios masivos e Internet. Esto no significa que la cultura mexicana simplemente siga reproduci ndose en el extranjero. Debemos repensar las nuevas formas en que se reorganiza en comunidades transnacionales (Smith, 2001), en procesos de transculturaci n , biling ismo y triling ismo (cuando se incluyen espa ol, ingl s y lenguas ind genas): en estos intercambios las tradiciones interact an con bienes y mensajes medi ticos producidos industrialmente. Varios estudios sobre j venes mexicanos en M xico y en Estados Unidos muestran que en sus producciones culturales, ya sea La cultura en M xico: avances en la investigaci n, pol ticas postergadasN stor Garc a Canclini tiempo 1 laberiNtoen la literatura, los tatuajes y los grafitis o en los videos y las canciones, coexisten pir mides y autopistas, la virgen de Guadalupe y los emblemas del rock, el hip hop y el xico se industrializ material y simb licamenteEs sabido que la actual conversaci n cultural del pa s no se limita a los intercambios artesanales, los espect culos locales y la comunicaci n cara a cara.

4 Las familias divididas, debido a las migraciones, por dos mil o tres mil kil metros de distan-cia son las evidencias m s notorias de la importancia adqui-rida por el tel fono, la radio, la televisi n, el cine e Internet para todos los mexicanos. La cultura no tiene que ver s lo con territorios particulares, sino tambi n con el acceso a redes. Este reordenamiento cultural se vincula con transforma-ciones en el desarrollo educativo. Al pasar de una sociedad dispersa en miles de comunidades campesinas homog neas, poco comunicadas y con alto porcentaje ind gena, a una trama mayoritariamente urbana, creci la educaci n: los tres millones de alumnos de primaria existentes en 1950 llegaron a quince millones tres d cadas m s tarde, y los 29 000 de educaci n superior subieron a m s de 120 000 al fin del mismo periodo. Es cierto que a n la mitad de los que inician la primaria no la termina, lo cual habla de la persistente desigualdad y la baja calificaci n de la mayor a para trabajos intelectualmente calificados.

5 Esa desventaja fue destacada en una evaluaci n educativa de la Organizaci n para la Cooperaci n y el Desa-rrollo Econ mico (ocde), que ubic a M xico en pen ltimo lugar entre sus pa ses miembros, y atribuy el rezago a que s lo se invierten once mil d lares por alumno mientras el promedio de la ocde es de cuarentais is mil d lares. Sin embargo, el pa s se ha modernizado de manera acelerada. Si M xico se ubica entre las diez primeras econo-m as mundiales no es por la agricultura deprimida por la competencia con la econom a estadunidense en los diez a os que lleva el Tratado de Libre Comercio de Am rica del Norte (tlc) sino por el crecimiento de industrias de autom viles, petroqu micas, textiles y tur sticas. En esta modernizaci n ocupa un lugar destacado la industrializaci n de la cultura . La vida de las ciudades se mueve en torno de salas de cine y tiendas de discos y videos, conciertos masivos con rock en ingl s y grupos de salsa, y por supuesto las telenovelas, exportadas a unas 150 naciones.

6 Las culturas ind genas siguen manifest ndose en artesan as y fiestas, en la vida cotidiana de muchas regiones, sobre todo en el centro y el sur del pa s. Pero son las irrupciones medi ticas del subcomandante Marcos y los movimientos tnicos lo que m s hace presente las tradiciones en la agenda pol tica y n de papeles entre Estado e iniciativa privadaEn M xico la historia ha tenido una importancia social y un reconocimiento p blico mayor que en otros pa ses latinoa-mericanos. Asimismo, el papel del Estado como gestor de la producci n tradicional, promotor de la alta cultura y de la popular, fue formando durante los siglos xix y xx un fuerte sistema p blico de gesti n de los bienes y las instituciones culturales. Son signos de este desarrollo la existencia de ocho millones de artesanos, 6 600 bibliotecas, un sistema de 1 058 museos de antropolog a, historia y arte, en suma un conjunto de organismos estatales m s vastos que en el resto de Am rica Latina. Pero la mayor a de estas instituciones fueron creadas hace cuarenta o cincuenta a os.

7 En las dos ltimas d cadas se est n reestructurando las fuentes de producci n y comunicaci n cultural, sin que se desarrollen organismos apropiados a su escala y expansi n. Algunos cambios son semejantes a los que suceden en los campos art sticos y culturales de otros pa ses, pero en M xi-co resultan m s notorios por el papel casi exclusivo que ha tenido el Estado como administrador y gestor del patrimonio hist rico y art stico, mecenas, proveedor de subsidios y becas para la creaci n, propietario de la mayor parte de los museos y, hasta hace pocos a os, de muchas salas de apertura a bienes y mensajes importados desde la d cada de 1980 favoreci las inversiones extranjeras, entre otros campos en las industrias culturales. La aplicaci n del tlc desde 1994, que estrech las relaciones con Estados Unidos, aument la presencia de esa naci n en la distribuci n y la exhibici n del cine, la televisi n, la edici n de discos y videos, incluso de la m sica mexicana.

8 Entre tanto, el Esta-do ha venido reduciendo los fondos para cultura , ciencia y educaci n. A trav s de conaculta, se mantiene el apoyo a museos hist ricos y de arte, sitios arqueol gicos, el Canal 22 y las becas para el Sistema Nacional de Creadores, pero en general su acci n est retray ndose a los campos cl sicos de la acci n cultural. Unas de las pocas excepciones es el programa e-M xico, destinado a crear una megarred de interconexi n en el pa s colocando centros comunitarios digitales en cada cabecera municipal. Sin embargo, varios especialistas se alan que la instalaci n de computadoras no est acompa ada por programas efectivos de capacitaci n masiva para que los tiempo 1 laberiNtovirtuales usuarios utilicen los nuevos medios y los relacionen con necesidades locales (Malvido, 2004). Hace muchos a os que el Estado no crea nuevos museos, ni compra obras de arte, se achica el financiamiento al cine y a los programas de innovaci n cultural. En tanto, algunas empresas desarrollan las telecomunicaciones s lo como negocio y generan espect culos (Televisa, Telmex), forman colecciones de arte contempor neo (Jumex), crean nuevos museos o contribuyen a su financiamiento (marco en Mon-terrey, muro en Cuernavaca) y se hacen cargo de proyectos internacionales dentro de M xico: en Guadalajara, se prepara una filial del Museo Guggenheim y dos megaconjuntos cul-turales; en Monterrey adoptaron el F rum Cultural Mundial de Barcelona para 2007, con la cooperaci n del gobierno y las empresas avance del conocimiento sobre nuestra contradictoria modernidadUno de los cambios notorios en el M xico de las ltimas d cadas es que los estudios culturales sobre ind genas, campe-sinos y culturas tradicionales, si bien conservan importancia, comparten su lugar protag nico con an lisis de cuestiones urbanas, de industrializaci n de las comunicaciones y sobre procesos de transnacionalizaci n de los bienes simb licos.

9 Conocer el patrimonio hist rico y sus usos se ha vuelto tan significativo como estudiar los medios masivos, el consumo cultural, las migraciones y la reubicaci n de M xico en las redes transnacionales. Entre los varios centenares de libros, art culos y tesis especializados en estos nuevos campos que trazan un pano-rama distinto del M xico contempor neo, deseo destacar dos investigaciones publicadas en 2004. Uno es el libro de Ernesto Piedras Cu nto vale la cultura ?, primera investiga-ci n econ mica de las industrias culturales en nuestro pa s: ya otros trabajos hab an revelado que estas industrias, con infraestructura productiva y personal calificado en M xico, ser an uno de los recursos m s valiosos para que crezca la econom a, se generen m s empleos y exportaciones. Existe capacidad editorial, f lmica y fonogr fica para producir bienes y espect culos para el mercado de casi quinientos millones de hispanohablantes (incluidos los cuarenta millones residen-tes en Estados Unidos).

10 Pero el estudio de Ernesto Piedras calcula, adem s, en % del pib nacional lo que genera la m sica ( ), el cine ( ), las editoriales ( ), otras industrias audiovisuales y las artes pl sticas, o sea que el sector cultural representa un porcentaje mayor que la construcci n y el sector otra investigaci n, tambi n novedosa, es la Encuesta nacional de pr cticas y consumos culturales, encomendada por conaculta a la Unidad de Estudios sobre la Opini n del Instituto de Investigaciones Sociales de la unam. Si bien varios acad micos hab amos realizado desde la d cada de 1980 investigaciones en ciudades grandes y medianas de M xico sobre el consumo cultural (Garc a Canclini, 1991, 1993 y 1994; Gonz lez, 1993; Iglesias Prieto, 1992; Jim nez L pez, 1993, 1994 y 2000; Nieto, 1998; Niv n, 1993 y 1998; Orozco, 1993; Rosas Mantec n, 2000; Schmilchuk, 1996; Winocur, 1998 y 2002), la encuesta conaculta-unam aplicada en 2003 ofrece por primera vez un panorama de las 27 entidades federativas, incluyendo 144 municipios.


Related search queries