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La riqueza de las naciones

Adam Smith La riqueza de las naciones Edici n de Carlos Rodr guez Braun T tulo original: An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations Adam Smith, 1776 Traducci n: Carlos Rodr guez Braun Editor digital: Titivillus ePub base Estudio preliminar Aunque hubo pensamiento econ mico desde la m s remota antig edad, la econom a no se desarrolla como disciplina cient fica hasta el siglo XVIII. El libro que tiene el lector entre sus manos, y cuya versi n original fue publicada en dos vol menes en Londres a comienzos de marzo de 1776, es una suerte de partida de nacimiento de la ciencia econ mica. No s lo fue la referencia fundamental de la escuela cl sica de econom a, que agrupa a figuras como Malthus, Say, Ricardo, John Stuart Mill e incluso Karl Marx. Desde entonces hasta hoy los economistas lo han le do y existe un amplio consenso en que el primero y m s ilustre de sus colegas fue el escoc s Adam Smith, el autor de Una investigaci n sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones tal el t tulo completo de la obra.

Los escritos de Smith pueden verse como un gran conjunto, inspirado por el programa de filosofía moral de Hutcheson y el suyo propio. Y es un conjunto incompleto. En la última página de la Teoría de los sentimientos moralesde 1759 . escribió Smith: «en otro estudio procuraré explicar los principios generales de la

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1 Adam Smith La riqueza de las naciones Edici n de Carlos Rodr guez Braun T tulo original: An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations Adam Smith, 1776 Traducci n: Carlos Rodr guez Braun Editor digital: Titivillus ePub base Estudio preliminar Aunque hubo pensamiento econ mico desde la m s remota antig edad, la econom a no se desarrolla como disciplina cient fica hasta el siglo XVIII. El libro que tiene el lector entre sus manos, y cuya versi n original fue publicada en dos vol menes en Londres a comienzos de marzo de 1776, es una suerte de partida de nacimiento de la ciencia econ mica. No s lo fue la referencia fundamental de la escuela cl sica de econom a, que agrupa a figuras como Malthus, Say, Ricardo, John Stuart Mill e incluso Karl Marx. Desde entonces hasta hoy los economistas lo han le do y existe un amplio consenso en que el primero y m s ilustre de sus colegas fue el escoc s Adam Smith, el autor de Una investigaci n sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones tal el t tulo completo de la obra.

2 Esto solo ya bastar a para que el libro mereciese un lugar en la biblioteca de cualquier persona medianamente culta. Pero hay algo m s. Adam Smith no es solamente el padre de una ciencia sino tambi n de una doctrina: el liberalismo econ mico. Es en este segundo aspecto donde se cimenta la fama de Smith m s all del c rculo de los economistas. Probablemente muy pocos pol ticos han le do La riqueza de las naciones , pero muchos hablan del liberalismo smithiano y todos saben que fue Adam Smith el autor de la m s c lebre met fora econ mica, seg n la cual el mercado libre act a como una mano invisible que maximiza el bienestar general el lector curioso podr encontrar la cita apenas comenzado el cap tulo II del Libro Cuarto; la expresi n aparece solamente una vez en esta obra y Smith la hab a empleado antes en s lo dos oportunidades, una en la Teor a de los sentimientos morales y otra en un temprano ensayo sobre la historia de la astronom a.

3 Adam Smith naci en Kirkcaldy, un pueblo de la costa este de Escocia, cerca de Edimburgo, en enero de 1723. Nunca conoci a su padre, llamado tambi n Adam Smith, juez e inspector de aduanas, que muri pocas semanas antes de que naciera su hijo. Entre esta traum tica circunstancia y la d bil salud del ni o, se anud una estrech sima relaci n entre Adam Smith y su madre: vivi siempre con ella, nunca se cas y de hecho la sobrevivi apenas seis a os. Smith ha sido llamado el primer economista acad mico. En efecto, con anterioridad quienes escrib an sobre econom a fueron con frecuencia hombres de negocios o profesionales o intelectuales que s lo marginalmente abordaban cuestiones econ micas. Incluso en el siglo XIX habr a grandes economistas que ni estudiaron en la universidad ni fueron despu s profesores, como sucedi con David Ricardo y John Stuart Mill, quiz s las dos mentes m s importantes de la escuela cl sica despu s del propio Smith, que fue un universitario.

4 Hasta ten a las se as personales casi caricaturescas del profesor distra do: hablaba solo, se abstra a, sal a a pasear y se perd a, etc. En 1737 ingres en la Universidad de Glasgow, y recibi la influencia de la escuela hist rica escocesa, al estudiar con Francis Hutcheson y otros. Hutcheson era catedr tico de Filosof a Moral; en su asignatura hab a una parte dedicada a moral pr ctica, que abordaba los cuatro temas siguientes: justicia, defensa, finanzas p blicas y lo que llamaban entonces polic a , es decir, organizaci n social o pol tica. All est el germen de buena parte de la riqueza de las naciones . En 1740 obtiene una beca para ir a estudiar en el Balliol College de Oxford, una universidad entonces decadente, como apunta Smith en el Libro Quinto de la riqueza . Seis a os m s tarde regresa a casa y dedica un par de a os a escribir ensayos sobre ret rica y literatura, astronom a, f sica y filosof a.

5 En 1748 es invitado por un grupo de amigos a dictar una serie de conferencias sobre literatura y otros temas en Edimburgo. La experiencia resulta un xito de p blico y en 1751 es nombrado catedr tico en la Universidad de Glasgow, primero de L gica y despu s de Filosof a Moral, y traba una firme amistad con el gran fil sofo e historiador David Hume, que tambi n iba a escribir p ginas extraordinarias sobre econom a. Smith destruy los originales de sus notas y manuscritos; por fortuna, sin embargo, en 1896 y en 1963 se publicaron unos juegos de apuntes de clase tomados por dos alumnos suyos de los cursos de 1762 y 1763. En 1759 aparece su primer libro: La teor a de los sentimientos morales, que volver a Smith muy conocido dentro y fuera de su pa s; hubo seis ediciones en vida del autor y tres traducciones francesas y dos alemanas antes de que acabara el siglo XVIII. El libro tuvo un xito inmediato y de hecho cambiar a por completo la vida de Smith puesto que dio lugar a su siguiente y muy redituable empleo.

6 Charles Townshend, que llegar a a ser ministro de Econom a con el gobierno de William Pitt padre y cuyas medidas fiscales avivar an la lucha por la independencia norteamericana qued fascinado con la Teor a y decidi que su autor deb a ser el mentor de su hijastro, el duque de Buccleugh; se lo propuso en 1763 y el pensador escoc s acept . En 1764 Smith abandona la universidad y durante tres a os se convierte en el preceptor del joven duque de Buccleuch, con quien viaja a Francia. Smith, que en el cap tulo I del Libro Quinto de la riqueza iba a despotricar contra la costumbre de hacer viajar a los j venes al extranjero, aprovecha su estancia en el Continente para ir a Ginebra, donde conoce a Voltaire, y a Par s, donde su amigo David Hume terminaba su periodo como secretario de la embajada inglesa. En Par s iba a trabar relaci n con la flor y nata del pensamiento galo, por ejemplo con el notable economista y pol tico Turgot, y con Fran ois Quesnay, l der de primera escuela econ mica propiamente dicha, llamada hoy fisiocracia y conocida entonces como escuela de los economistas.

7 De vuelta a Kirkcaldy en 1767, y gracias a una pensi n vitalicia que le asign el duque, Smith dedica los diez a os siguientes los dos ltimos en Londres a escribir la riqueza de las naciones , que ve la luz en 1776. El economista escoc s no pens que su obra iba a tener mucho xito, pero al cabo de poco tiempo lo tuvo: inspir las reformas liberalizadoras comerciales y fiscales de William P tt hijo, un admirador declarado de Smith, y es el libro por el cual la posteridad lo iba a reconocer hasta hoy. Hubo cinco ediciones en vida de Smith. La primera versi n espa ola apareci en 1794. En 1778 este padre del libre comercio fue designado Comisario de Aduanas de Escocia en Edimburgo donde hab an trabajado tanto su padre como otros antepasados suyos. Smith cumpli con sus tareas a conciencia hasta el final de su vida, tareas que ciertamente no eran contradictorias con su doctrina econ mica, puesto que l no fue partidario de la desaparici n de los aranceles sino de su moderaci n y su reforma seg n los c nones de la tributaci n que expone en el cap tulo II del Libro Quinto de la riqueza .

8 Tres a os antes de su muerte recibi Adam Smith un honor que lo llen de emoci n: fue nombrado en 1787 Rector de su antigua casa acad mica, donde hab a estudiado y ense ado, la Universidad de Glasgow. No ten a dudas Smith sobre cu l hab a sido la etapa m s feliz de su vida: los trece a os en que fue profesor. Muri en Edimburgo en julio de 1790. Ten a 67 a os. Es curioso que con frecuencia sea Adam Smith caracterizado como la imagen del capitalismo salvaje, desconsiderado y brutal. El primero que se indignar a ante semejante descripci n ser a sin duda l mismo, que era despu s de todo un profesor de moral y que se preocup siempre por las reglas ticas que limitan y constri en la conducta d los seres humanos. La base de su teor a es la simpat a y el amor propio. Dentro de cada persona hay un espectador imparcial que juzga la medida en que las acciones son beneficiosas para el individuo o para su entorno.

9 Es normal que las personas asignen m s importancia a su ambiente inmediato, ellas mismas y sus familias, que al m s lejano, su ciudad, el pa s, el mundo. Pero que las personas est n interesadas m s en s mismas no quiere decir que no les importe lo que suceda con los dem s. El cap tulo I de la Teor a de los sentimientos morales se abre con la siguiente afirmaci n: Por m s ego sta que se pueda suponer al hombre, existen evidentemente en su naturaleza algunos principios que lo mueven a interesarse por la suerte de otros, y a hacer que la felicidad de stos le resulte necesaria, aunque no derive de ella nada m s que el placer de contemplarla . La simpat a hacia los dem s y el propio inter s, por lo tanto, coinciden en todas las personas y son dos emociones genuinas. Para compatibilizarlas se podr a decir que est la conciencia humana, o lo que Smith llama el espectador imparcial , una especie de desdoblamiento de la personalidad que hace no s lo que podamos ver nuestra conducta y juzgarla individualmente, sino tambi n que podamos evaluar los condicionamientos y resultados sociales de nuestro comportamiento, en particular c mo nos juzgar n los dem s, algo importante porque la opini n de los otros es determinante para nuestros actos.

10 No nos precipitamos hacia un individualismo ego sta porque nos lo impide la presencia de lazos familiares, de amistad, vecindad, nacionalidad. Como todas las personas afrontan el mismo contexto, de esa mezcla ponderada de simpat a y atenci n por los dem s y de amor propio emergen reglas morales que hacen posible, como consecuencia no deseada, una sociedad ordenada. Esto es t picamente smithiano: en la riqueza de las naciones la conducta econ mica fundada en el propio inter s desencadena a trav s de la mano invisible del mercado, siempre que haya un Estado que garantice la paz y la justicia, un resultado que no entraba en los planes de cada individuo: el desarrollo econ mico y la prosperidad general. Es en este sentido en el que emplea la expresi n mano invisible en el cap tulo I, Parte Cuarta, de su libro sobre moral. El que la persecuci n del propio inter s sea moralmente leg timo y econ micamente beneficioso para la sociedad no es una noci n original de Smith, pero nadie la hab a expuesto antes con tanto rigor y detalle.


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