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PREFACIO - Iglesia Reformada

1 PREFACIO As como los payasos aspiran a representar el papel de Hamlet, yo he deseado escribir un tratado sobre Dios. No obstante, este libro no es dicho tratado. Su extensi n quiz pueda hacer pensar en que intenta serlo, pero el que lo tome as saldr defraudado. Cuando m s se trata de una sarta de cuentas: una serie de peque os estudios sobre grandes temas, la mayor parte de los cuales aparecieron primeramente en el Evangelical Magazine. En su origen constitu an mensajes independientes, pero se presentan reunidos ahora que parecen fusionarse en un solo mensaje acerca de Dios y de nuestra manera de vivir. Es su objetivo pr ctico el e explica tanto la selecci n como la omisi n de t picos y modo en que est n tratados. En A Preface of Christian Theology ( PREFACIO a la teolog a cristiana), Juan Mackay ilustr dos tipos de inter s en cuestiones cristianas con personas sentadas en el balc n del alto de una casa espa ola que observan el paso de la gente en la calle abajo.

PREFACIO . Así como los payasos aspiran a representar el papel de Hamlet, yo he deseado escribir un tratado sobre Dios. No obstante, este libro no es dicho tratado.

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1 1 PREFACIO As como los payasos aspiran a representar el papel de Hamlet, yo he deseado escribir un tratado sobre Dios. No obstante, este libro no es dicho tratado. Su extensi n quiz pueda hacer pensar en que intenta serlo, pero el que lo tome as saldr defraudado. Cuando m s se trata de una sarta de cuentas: una serie de peque os estudios sobre grandes temas, la mayor parte de los cuales aparecieron primeramente en el Evangelical Magazine. En su origen constitu an mensajes independientes, pero se presentan reunidos ahora que parecen fusionarse en un solo mensaje acerca de Dios y de nuestra manera de vivir. Es su objetivo pr ctico el e explica tanto la selecci n como la omisi n de t picos y modo en que est n tratados. En A Preface of Christian Theology ( PREFACIO a la teolog a cristiana), Juan Mackay ilustr dos tipos de inter s en cuestiones cristianas con personas sentadas en el balc n del alto de una casa espa ola que observan el paso de la gente en la calle abajo.

2 Los "balconeros" pueden o r lo que hablan los que pasan y pueden charlar con ellos; pueden comentar cr ticamente la forma en que caminan los que pasan; o pueden tambi n cambiar ideas acerca de la calle, de la existencia misma de la calle o a d nde conduce, lo que de verse a lo largo de la misma, y as por el estilo; pero son espectadores, y sus problemas son te ricos nicamente. Los que pasan, en cambio, enfrentan problemas que, aunque tienen su lado te rico, son esencialmente pr cticos: problemas del tipo de "qu camino tomar" y "c mo hacer llegar", problemas que requieren no solamente comprensi n sino tambi n decisi n y acci n. Tanto los balconeros como los viajeros pueden pensar sobre los mismos asuntos, pero sus problemas difieren. As , por ejemplo, en relaci n con el mal, el problema del balconero es encontrar una explicaci n te rica de c mo conciliar el mal con la soberan a y la bondad de Dios, mientras que el problema del viajero es c mo vencer el mal y hacer que redunde en beneficio.

3 De modo semejante, en relaci n con el pecado, el balconero se pregunta si la pecaminosidad de la raza y la perversidad individual son realmente conceptos aceptables, mientras que el viajero, que conoce el pecado desde dentro, se pregunta qu esperanza hay de liberaci n. O tomemos el problema de la Deidad: mientras el balconero se est preguntando c mo es posible que un Dios sea tres, qu clase de unidad pueden representar tres, y c mo tres que hacen uno pueden ser personas, el viajero quiere saber c mo hacer honor, y mostrar amor y confianza como corresponde, a las tres personas que est n ahora mismo obrando juntas para sacarlo del pecado y llevarlo a la gloria. Y as podr amos seguir. Ahora bien, este es un libro para viajeros, y trata cuestiones de viajeros. La convicci n que sustenta a este libro es la de que la ignorancia de Dios -ignorancia tanto de sus caminos como de la pr ctica de la comuni n con l- est a la ra z de buena parte de la debilidad de la Iglesia en la actualidad.

4 Dos tendencias desafortunadas parecen haber producido este estado de cosas. La primera tendencia es la de que la mentalidad del cristiano se ha conformado al esp ritu moderno: el esp ritu, vale decir, que concibe grandes ideas sobre el hombre y s lo deja lugar para ideas peque as en cuantos Dios. La tendencia moderna para con Dios es la de mantenerlo a la distancia, sino a negarlo totalmente; y lo ir nico est en que los cristianos modernos, preocupados por la conservaci n de pr cticas religiosas en un mundo irreligioso, han permitido ellos mismos que Dios se haga remoto. Las 2personas con visi n clara, .al ver esto, se sienten tentadas a retirarse de las iglesias con una especie de disgusto, a fin de proseguir la b squeda de Dios por su cuenta. Y no es posible culparlos del todo; porque la gente de Iglesia que mira a Dios por el extremo opuesto del telescopio, por as decirlo, de tal modo que queda reducido al tama o de un pigmeo, no pueden menos que terminar siendo ellos mismos cristianos pigmeos; y naturalmente la gente con visi n clara quiere algo mejor que esto.

5 M s todav a, las ideas sobre la muerte, la eternidad, el juicio, la grandeza del alma, y las consecuencias perdurables de las decisiones temporales, est n todas pasadas de moda para los modernos, y es triste comprobar que la Iglesia cristiana, siguiendo la misma tendencia, en lugar de alzar su voz para recordar al mundo lo que est siendo olvidado, se ha acostumbrado a darle muy poco lugar a estos temas. Pero estas capitulaciones ante el esp ritu moderno resultan suicidas por lo que concierne a la vida cristiana. La segunda tendencia es la de que la mente cristiana ha sido perturbada por el escepticismo moderno. Desde hace m s de tres siglos la levadura naturalista de la perspectiva renacentista viene trabajando como un c ncer en el pensamiento occidental. Los arminianos y los de stas del siglo diecisiete, como los socinianos del siglo diecis is, llegaron a negar, contra la teolog a de la Reforma, que el control que ejerce Dios sobre el mundo sea directo ni completo, y en buena medida la teolog a, la filosof a, y la ciencia se han combinado desde entonces para apoyar esta negaci n.

6 Como resultado, la Biblia ha sido atacada intensamente, como ha ocurrido tambi n con muchas de las posiciones fundamentales del cristianismo hist rico. Los hechos fundamentales de la fe han sido puestos en tela de juicio. Se encontr Dios con Israel en el Sina ? Fue Jes s algo m s que un hombre muy espiritual? Realmente acontecieron los milagros del evangelio? No ser el Jes s de los evangelios una figura mayormente imaginaria?.. Y as por el estilo. Pero es o no es todo. El escepticismo acerca de la revelaci n divina, como tambi n acerca de los or genes del cristianismo, ha dado lugar a un escepticismo m s amplio que abandona toda idea de una unidad de la verdad, y con ello toda esperanza de un conocimiento humano unificado; de modo que en la actualidad se supone com nmente que mis aprehensiones religiosas no tienen nada que ver con mi conocimiento cient fico de las cosas externas a m mismo, por cuanto Dios no est "all afuera" en el mundo, sino solamente "aqu adentro", en mi psique.

7 La incertidumbre y la confusi n en cuanto a Dios que caracteriza a nuestra poca es lo peor que hemos conocido desde que la teosof a gn stica intent tragarse al cristianismo en el siglo dos. Con frecuencia se dice hoy en d a que la teolog a est m s firme que nunca, y en t rminos de erudici n acad mica y de la cantidad y calidad de los libros que se publican probablemente sea cierto; pero hace mucho que la teolog a no ha sido tan d bil y tan torpe en su tarea b sica de mantener a las iglesias dentro de las realidades del evangelio. Hace noventa a os Spurgeon describi los bamboleos que ya ve a entre los bautistas en relaci n con la Escritura, la expiaci n, y el destino humano, como la "cuesta abajo". Si Spurgeon pudiera analizar el pensamiento protestante sobre Dios en la actualidad, supongo que hablar a de la "ca da en picada"!

8 "Paraos en los caminos, y mirad, y. preguntad por las sendas antiguas, cu l sea el buen camino, y andad por l, y hallar is descanso para vuestra alma" (Jer. 6: 16). Esa es la invitaci n que este libro extiende tambi n al lector. No se trata de una cr tica de las sendas nuevas, excepto indirectamente, sino m s bien de un sincero y directo llamado a recordar las antiguas, en el convencimiento de que "el buen camino" sigue siendo el que 3sol a ser. No les pido a mis lectores que supongan que estoy muy seguro de lo que hablo. "Aquellos, como yo -escribi Lewis-, cuya imaginaci n excede con mucho a su obediencia, est n expuestos a un justo castigo; f cilmente imaginamos condiciones mucho m s altas de las que jam s hemos alcanzado. Si describimos lo que hemos imaginado podemos hacer creer a otros, y a nosotros mismos, que realmente hemos estado all.

9 Y de este modo enga ados a ellos y enga amos a nosotros mismos (The Four Laves ['Los cuatro amores), Fontana, p. 128). Todos los que leen y escriben literatura devocional har an bien en reflexionar sobre las palabras de Lewis. Mas "teniendo el esp ritu de fe conforme a lo que est escrito: 'Cre , por lo cual habl '. nosotros tambi n creemos, por lo cual hablamos" (II Cor. 4: 13) .. y si lo que aqu se ha escrito ayuda a alguien en la forma en que las meditaciones que precedieron su redacci n me ayudaron a m , la tarea habr valido con creces la pena. Trinity College, Bristol, Inglaterra julio de 1972 CAPITULO 1: EL ESTUDIO DE DIOS I El 7 de enero de 1855 el pastor de la capilla de New Park Street, Southwark, Inglaterra, inici su serm n matutino con las siguientes palabras: Alguien ha dicho que "el estudio apropiado de la humanidad es el hombre".]

10 No vaya negar este concepto, pero pienso que es igualmente cierto que el estudio apropiado para los elegidos de Dios es Dios mismo; el estudio apropiado para el cristiano es la Deidad. La ciencia m s elevada, la especulaci n m s encumbrada, la filosof a m s vigorosa, que puedan jam s ocupar la atenci n de un hijo de Dios, es el nombre, la naturaleza, la persona, la obra, los hechos, y la existencia de ese gran Dios a quien llama Padre. En la contemplaci n de la Divinidad hay algo extraordinariamente beneficioso para la mente. Es un tema tan vasto que todos nuestros pensamientos se pierden en su inmensidad; tan profundo, que nuestro orgullo se hunde en su infinitud. Cuando se trata de otros temas podemos abarcarlos y enfrentarlos; sentimos una especie de autosatisfacci n al encararlos, y podemos seguir nuestro camino con el pensamiento de que "he aqu que soy sabio".


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