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Colección - Formarse Un sitio para Crecer

Colecci nNovelasFrankenstein o el moderno PrometeoMary Direcci n General: Marcelo PerazoloDirecci n de Contenidos: Ivana BassetDise o de Tapa: Patricio OliveraArmado de Interiores: Andr s Bel usteguiEst prohibida la reproducci n total o parcial de este libro, su tratamiento inform tico, la transmisi n de cualquier forma o de cualquier medio, ya sea electr nico, mec nico, por fotocopia, registro u otros m todos, sin el permiso previo escrito de los titulares del edici n en espa ol en versi n digital LibrosEnRed, 2004 Una marca registrada de Amertown International Para encargar m s copias de este libro o conocer otros libros de esta colecci n visite NDICEVOLUMEN I 5Pr logo 6 Carta 1 8 Carta 2 12 Carta 3 15 Carta 4 16 Cap tulo 1 23 Cap tulo 2 30 Cap tulo 3 35 Cap tulo 4 41 Cap tulo 5 46 Cap tulo 6 53 Cap tulo 7 62 VOLUMEN II 69 Cap tulo 1 70 Cap tulo 2 75 Cap tulo 3 80 Cap tulo 4 86 Cap tulo 5 91 Cap tulo 6 96 Cap tulo 7 100 Cap tulo 8 107 Cap tulo 9 114 VOLUMEN III 119 Cap tulo 1 120 Cap tulo 2 126 Cap tulo 3 132 Cap tulo 4 140

Frankenstein o el moderno Prometeo 7 LibrosEnRed convicciones mías; ni se debe extraer de las páginas que siguen conclusión alguna que prejuicie ninguna doctrina filosófica del tipo que fuera.

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1 Colecci nNovelasFrankenstein o el moderno PrometeoMary Direcci n General: Marcelo PerazoloDirecci n de Contenidos: Ivana BassetDise o de Tapa: Patricio OliveraArmado de Interiores: Andr s Bel usteguiEst prohibida la reproducci n total o parcial de este libro, su tratamiento inform tico, la transmisi n de cualquier forma o de cualquier medio, ya sea electr nico, mec nico, por fotocopia, registro u otros m todos, sin el permiso previo escrito de los titulares del edici n en espa ol en versi n digital LibrosEnRed, 2004 Una marca registrada de Amertown International Para encargar m s copias de este libro o conocer otros libros de esta colecci n visite NDICEVOLUMEN I 5Pr logo 6 Carta 1 8 Carta 2 12 Carta 3 15 Carta 4 16 Cap tulo 1 23 Cap tulo 2 30 Cap tulo 3 35 Cap tulo 4 41 Cap tulo 5 46 Cap tulo 6 53 Cap tulo 7 62 VOLUMEN II 69 Cap tulo 1 70 Cap tulo 2 75 Cap tulo 3 80 Cap tulo 4 86 Cap tulo 5 91 Cap tulo 6 96 Cap tulo 7 100 Cap tulo 8 107 Cap tulo 9 114 VOLUMEN III 119 Cap tulo 1 120 Cap tulo 2 126 Cap tulo 3 132 Cap tulo 4 140 Cap tulo 5 148 Cap tulo 6 156 Cap tulo 7 162 Acerca de la Autora 183 Editorial LibrosEnRed 184 VOLUMEN I6 LibrosEnRedPR LOGOEl suceso en el cual se fundamenta este relato

2 Imaginario ha sido conside-rado por el doctor Darwin y otros fisi logos alemanes como no del todo imposible. En modo alguno quisiera que se suponga que otorgo el m nimo grado de credibilidad a semejantes fantas as; sin embargo, al tomarlo como base de una obra fruto de la imaginaci n, no considero haberme limitado simplemente a enlazar, unos con otros, una serie de terrores de ndole sobrenatural. El hecho que hace despertar el inter s por la historia est exento de las desventajas de un simple relato de fantasmas o encan-tamientos. Me vino sugerido por la novedad de las situaciones que desa-rrolla, y, por muy imposible que parezca como hecho f sico, ofrece para la imaginaci n, a la hora de analizar las pasiones humanas, un punto de vista m s comprensivo y autorizado que el que puede proporcionar el relato corriente de acontecimientos reales.

3 As pues, me he esforzado por mante-ner la veracidad de los elementales principios de la naturaleza humana, a la par que no he sentido escr pulos a la hora de hacer innovaciones en cuanto a su combinaci n. La Il ada, el poema tr gico de Grecia; Shakespeare en La tempestad y El sue o de una noche de verano; y sobre todo Milton en El para so perdido se ajustan a esta regla. As pues, el m s humilde novelista que intente proporcionar o recibir alg n deleite con sus esfuerzos puede, sin presunci n, emplear en su narrativa una licencia, o, mejor dicho, una regla, de cuya adopci n tantas exquisitas combinaciones de sentimientos humanos han dado como fruto los mejores ejemplos de poes circunstancia en la cual se basa mi relato me fue sugerida en una con-versaci n trivial.

4 Lo comenc en parte como diversi n y en parte como pre-texto para ejercitar cualquier recurso de mi mente que a n tuviera intacto. A medida que avanzaba la obra, otros motivos se fueron a adiendo a stos. En modo alguno me siento indiferente ante c mo puedan afectar al lector los principios morales que existan en los sentimientos o caracteres que con-tiene la obra. Sin embargo, mi principal preocupaci n en este punto se ha centrado en la eliminaci n de los efectos enervantes de las novelas de hoy en d a, y en exponer la bondad del amor familiar, as como la excelencia de la virtud universal. Las opiniones que l gicamente surgen del car cter y situaci n del h roe en modo alguno deben considerarse siempre como Frankenstein o el moderno Prometeo7 LibrosEnRedconvicciones m as; ni se debe extraer de las p ginas que siguen conclusi n alguna que prejuicie ninguna doctrina filos fica del tipo que adem s de gran inter s para la autora el hecho de que esta historia se comenzara en la majestuosa regi n donde se desarrolla la obra principal-mente, y rodeada de personas cuya ausencia no cesa de el verano de 1816 en los alrededores de Ginebra.

5 La temporada era fr a y lluviosa, y por las noches nos agrup bamos en torno a la chimenea. Ocasionalmente nos divert amos con historias alemanas de fantasmas, que casualmente ca an en nuestras manos. Aquellas narraciones despertaron en nosotros un deseo juguet n de emularlos. Otros dos amigos (cualquier relato de la pluma de uno de ellos resultar a bastante m s grato para el lector que nada de lo que yo jam s pueda aspirar a crear) y o nos compro-metimos a escribir un cuento cada uno, basado en alg n acontecimiento embargo, el tiempo de repente mejor , y mis dos amigos partieron de viaje hacia los Alpes donde olvidaron, en aquellos magn ficos parajes, cual-quier recuerdo de sus espectrales visiones.

6 El relato que sigue es el nico que se 1A la se ora Saville, InglaterraSan Petersburgo, 11 de diciembre de alegrar s de saber que ning n percance ha acom-pa ado el comienzo de la empresa que t contemplabas con tan malos presagios. Llegu aqu ayer, y mi primera obligaci n es tranquilizar a mi querida hermana sobre mi bienestar y comunicarle mi creciente confianza en el xito de mi encuentro ya muy al norte de Londres, y andando por las calles de Petersburgo noto en las mejillas una fr a brisa norte a que azuza mis nervios j me llena de ale-gr a. Entiendes este sentimiento? Esta brisa, que viene de aquellas regiones hacia las que yo me dirijo, me anticipa sus climas helados. Animado por este viento prometedor, mis esperanzas se hacen m s fervientes y reales.

7 Intento en vano convencerme de que el Polo es la morada del hielo y la desolaci n. Sigo imagin ndomelo como la regi n de la hermosura y el deleite. All , Margaret, se ve siempre el sol, su amplio c rculo rozando justo el horizonte y difundiendo un perpetuo resplandor. All pues con tu permiso, hermana m a, conceder un margen de confianza a anteriores nave-gantes, all , no existen ni la nieve ni el hielo y navegando por un mar sereno se puede arribar a una tierra que supera, en maravillas y hermosura, cualquier regi n descubierta hasta el momento en el mundo habitado. Puede que sus productos y paisaje no tengan precedente, como sin duda sucede con los fen menos de los cuerpos celestes de esas soledades inexploradas.

8 Hay algo que pueda sorprender en un pa s donde la luz es eterna? Puede que all encuen-tre la maravillosa fuerza que mueve la br jula; podr a Frankenstein o el moderno Prometeo9 LibrosEnRedincluso llegar a comprobar mil observaciones celestes que requieren s lo este viaje para deshacer para siempre sus aparentes contradicciones. Saciar mi ardiente curiosidad viendo una parte del mundo jam s hasta ahora visitada y pisar una tierra donde nunca antes ha dejado su huella el hombre. Estos son mis se uelos, y son suficientes para vencer todo temor al peligro o a la muerte e inducirme a emprender este laborioso viaje con el placer que siente un ni o cuando se embarca en un bote con sus compa eros de vacaciones para explorar su r o natal.

9 Pero, suponiendo que todas estas conjeturas fueran falsas, no puedes negar el inestimable bien que podr transmitir a toda la huma-nidad, hasta su ltima generaci n, al descubrir, cerca del Polo, una ruta hacia aquellos pa ses a los que actualmente se tarda muchos meses en llegar; o al desvelar el secreto del im n, para lo cual, caso de que esto sea posible, s lo se necesita de una empresa como la m pensamientos han disipado la agitaci n con la que empec mi carta y siento arder mi coraz n con un entu-siasmo que me transporta; nada hay que tranquilice tanto la mente como un prop sito claro, una meta en la cual el alma pueda fiar su aliento intelectual. Esta expedici n ha sido el sue o predilecto de mis a os j venes.

10 Apasionada-mente he le do los relatos de los diversos viajes que se han hecho con el prop sito de llegar al Oc ano Pac fico Norte a trav s de los mares que rodean el Polo. Quiz recuerdes que la totalidad de la biblioteca de nuestro buen t o Thomas se reduc a a una historia de todos los viajes realizados con fines exploradores. Mi educaci n estuvo un poco descui-dada, pero fui un lector estos vol menes d a y noche y, al familiari-zarme con ellos, aumentaba el pesar que sent cuando, de ni o, supe que la ltima voluntad de mi padre en su lecho de muerte prohib a a mi t o que me permitiera seguir la vida de visiones se desvanecieron cuando entr en contacto por primera vez con aquellos poetas cuyos versos llenaron mi alma y la elevaron al cielo.


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