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El Arte de TENER raz n. Arthur Schopenhauer - 1 - DIAL CTICA ER STICA O EL ARTE DE TENER RAZ N Expuesta en 38 estratagemas Arthur Schopenhauer El Arte de TENER raz n. Arthur Schopenhauer - 2 - El Arte de TENER raz n. Arthur Schopenhauer - 3 - DIAL CTICA ER STICA O EL ARTE DE TENER RAZ N Expuesta en 38 estratagemas Arthur Schopenhauer La dial ctica er stica1 es el arte de discutir, pero discutir de tal manera que se tenga raz n tanto l cita como il citamente por fas y por nefas-2. Puede tenerse ciertamente raz n objetiva en un asunto y sin embargo, a ojos de los presentes y algunas veces tambi n a los 1 Por lo general , los antiguos, usaron l gica y dial ctica como sin nimo; tambi n los modernos.

1 Por lo general, los antiguos, usaron lógica y dialéctica como sinónimo; ... primero tendría que pensar y luego hablar. Pero junto a la vanidad natural también se hermanan, en la mayor parte de los seres ... 5 Por otra parte, en el libro De elenchis sophistices, Aristóteles se esfuerza de

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1 El Arte de TENER raz n. Arthur Schopenhauer - 1 - DIAL CTICA ER STICA O EL ARTE DE TENER RAZ N Expuesta en 38 estratagemas Arthur Schopenhauer El Arte de TENER raz n. Arthur Schopenhauer - 2 - El Arte de TENER raz n. Arthur Schopenhauer - 3 - DIAL CTICA ER STICA O EL ARTE DE TENER RAZ N Expuesta en 38 estratagemas Arthur Schopenhauer La dial ctica er stica1 es el arte de discutir, pero discutir de tal manera que se tenga raz n tanto l cita como il citamente por fas y por nefas-2. Puede tenerse ciertamente raz n objetiva en un asunto y sin embargo, a ojos de los presentes y algunas veces tambi n a los 1 Por lo general , los antiguos, usaron l gica y dial ctica como sin nimo; tambi n los modernos.

2 2 Er stica ser a s lo una palabra m s severa para designar lo mismo. Arist teles (seg n Di genes Laercio, V, 28) coloc juntas a la ret rica y a la dial ctica, cuyo prop sito es la persuasi n, t pizan n; as tambi n, la anal tica y la filosof a, cuya meta es la verdad. [ Dial ctica es el arte del discurso con el que afirmamos refutar o probar alguna cosa por medio de la pregunta y la respuesta de los interlocutores ] (Di genes Laercio, III, 48, en Vita Platonis). Arist teles distingue 1) la l gica anal tica, como la teor a o instrucci n para obtener los silogismos verdaderos o apod cticos; 2) la dial ctica o la instrucci n para obtener los silogismos probables, los que corrientemente se tienen por verdaderos, probabilia (T picos I, 1-12) - Silogismos a prop sito de los cuales no est establecido que sean falsos, pero tampoco verdaderos (en s y para s ), no siendo esto lo importante.

3 Qu es esto m s que el arte de TENER raz n, independientemente de que de verdad se tenga o no se tenga? Por lo tanto, es el arte de conseguir que algo pase por verdadero, sin preocuparse si en realidad lo es. Arist teles divide los silogismos en l gicos y dial cticos, como hemos dicho; 3) en er sticos (er stica), en los que la forma del silogismo es correcta pero las proposiciones, la materia, no lo son, sino s lo lo parecen; y finalmente 4) en sof sticos (sof stica) en los que la forma del silogismo es falsa, pero parece correcta. Estas tres especies, pertenecen propiamente a la dial ctica er stica, puesto que no atienden a la verdad objetiva, y sin preocuparse de ella s lo estiman su apariencia y el hecho de TENER raz n.

4 El libro sobre silogismos sof sticos fue editado s lo m s tarde. Era el ltimo libro de la Dial ctica. El Arte de TENER raz n. Arthur Schopenhauer - 4 - de uno mismo, parecer falto de ella. A saber, cuando el adversario refuta mi prueba y esto sirve como refutaci n misma de mi afirmaci n, la cual hubiese podido ser defendida de otro modo. En este caso, como es natural, para l la relaci n es inversa, pues le asiste la raz n en lo que objetivamente no la tiene. En efecto, la verdad objetiva de una tesis y su validez en la aprobaci n de los contrincantes y los oyentes son dos cosas distintas. (Hacia lo ltimo se dirige la dial ctica.) Cu l es el origen de esto?

5 La maldad natural del g nero humano. Si no fuese as , si fu semos honestos por naturaleza, intentar amos simplemente que la verdad saliese a la luz en todo debate, sin preocuparnos en absoluto de si sta se adapta a la opini n que previamente mantuvimos, o a la del otro; eso ser a indiferente o en cualquier caso, algo muy secundario. Pero ahora es lo principal. La vanidad innata, que tan susceptible se muestra en lo que respecta a nuestra capacidad intelectual, no se resigna a aceptar que aquello que primero formulamos resulte ser falso, y verdadero lo del adversario. Tras esto, cada cual no tendr a otra cosa que hacer m s que esforzase por juzgar rectamente, para lo que primero tendr a que pensar y luego hablar.

6 Pero junto a la vanidad natural tambi n se hermanan, en la mayor parte de los seres humanos, la charlataner a y la innata improbidad. Hablan antes de haber pensado y aun cuando en su fuero interno se dan cuenta de que su afirmaci n es falsa y que no tienen raz n, debe parecer, sin embargo, como si fuese lo contrario. El inter s por la verdad, que por lo general muy bien pudo ser el nico motivo al formular la supuesta tesis verdadera, se inclina ahora del todo al inter s de la vanidad: lo verdadero debe parecer falso y lo falso verdadero. Sin embargo, esa improbidad misma, el empe o en mantener tozudamente una tesis incluso cuando nos parece falsa, todav a tiene una excusa.

7 Con frecuencia al comienzo de la discusi n estamos firmemente convencidos de la verdad de nuestra tesis, pero ahora el contraargumento del adversario parece refutarla; dando ya el asunto por perdido, solemos encontrarnos El Arte de TENER raz n. Arthur Schopenhauer - 5 - m s tarde con que, a pesar de todo, ten amos raz n; nuestra prueba era falsa, pero pod a haber habido una adecuada para defender nuestra afirmaci n: el argumento salvador no se nos ocurri a tiempo. De ah que surja en nosotros la m xima de luchar contra el razonamiento del adversario incluso cuando parece correcto y definitivo, pues, precisamente, creemos que su propia correcci n no es m s que ilusoria y que durante el curso de la discusi n se nos ocurrir otro argumento con el que podremos oponernos a aqu l, o incluso alguna otra manera de probar nuestra verdad.

8 De ah que casi nos veamos obligados a actuar con improbidad en las disputas o, cuando menos, tentados a ello con gran facilidad. De esta forma se amparan mutuamente la debilidad de nuestro entendimiento y la versatilidad de nuestra voluntad. Esto ocasiona que, por regla general , quien discute no luche por amor de la verdad, sino por su tesis como pro ara et focis [por el altar y el hogar] y por fas o por nefas puesto que como ya se ha mostrado, no puede hacerlo de otro modo. Lo habitual ser , pues, que todos quieran que sea su afirmaci n la que prevalezca sobre las otras, aunque moment neamente llegue incluso a parecerles falsa o dudosa"3. Los 3 Maquiavelo escribi al pr ncipe que aprovechase cada instante de debilidad de su vecino para atacarle, porque de lo contrario aqu l se aprovechar a a su vez de los suyos.

9 Si dominasen la fidelidad y la franqueza, seria muy distinto: pero como su uso no es frecuente, tambi n est permitido dejar de utilizarlas, o de lo contrario uno se ver mal pagado. Lo mismo ocurre en la discusi n; si le doy la raz n al adversario mientras parece que la tiene, ser dif cil que l lo haga en el caso inverso; m s bien proceder por nefas; por eso tengo yo que hacer lo mismo. Se dice f cilmente que debe buscarse nicamente la verdad, sin el prejuicio del amor a la propia opini n; pero no hay que anticipar que el otro tambi n lo haga; sta es la causa por la que tenemos que abstenernos de pretenderlo. Adem s, puede suceder que al renunciar a mi argumento por parecerme que el adversario ten a raz n, ocurra que, inducido por la impresi n moment nea, haya renunciado a la verdad a cambio del error.

10 El Arte de TENER raz n. Arthur Schopenhauer - 6 - medios para conseguirlo son, en buena medida, los que a cada uno le proporciona su propia astucia y malignidad; se adiestran en la experiencia cotidiana de la discusi n. En efecto, as como todo el mundo tiene su propia dial ctica natural, tambi n tiene su propia l gica innata. S lo la primera, no le conducir ni tan lejos ni con tanta seguridad como la segunda. No es f cil que alguien piense o infiera contradiciendo las leyes de la l gica; si los juicios falsos son numerosos, muy rara vez lo son las conclusiones falsas. Una persona no muestra corrientemente carencia de l gica natural; en cambio, s falta de dial ctica.


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