Example: barber

El rey Midas - Cuentos infantiles

el rey Midas Autor: rase una vez un rey muy rico cuyo nombre era Midas . Ten a m s oro que nadie en todo el mundo, pero a pesar de eso no le parec a suficiente. Nunca se alegraba tanto como cuando obten a m s oro para sumar en sus arcas. Lo almacenaba en las grandes b vedas subterr neas de su palacio, y pasaba muchas horas del d a cont ndolo una y otra vez. Midas ten a una hija llamada Cal ndula. La amaba con devoci n, y dec a: "Ser la princesa m s rica del mundo". Pero la peque a Cal ndula no daba importancia a su fortuna. Amaba su jard n, sus flores y el brillo del sol m s que todas las riquezas de su padre. Era una ni a muy solitaria, pues su padre siempre estaba buscando nuevas maneras de conseguir oro, y contando el que ten a, as que rara vez le contaba Cuentos o sal a a pasear con ella, como deber an hacer todos los padres. Un d a el rey Midas estaba en su sala del tesoro. Hab a echado la llave a las gruesas puertas y hab a abierto sus grandes cofres de oro. Lo apilaba sobre mesa y lo tocaba con adoraci n.

www.soncuentosinfantiles.com El rey Midas Autor: Érase una vez un rey muy rico cuyo nombre era Midas. Tenía más oro que nadie en todo el mundo, pero a pesar de eso no le parecía suficiente.

Tags:

  El rey

Information

Domain:

Source:

Link to this page:

Please notify us if you found a problem with this document:

Other abuse

Transcription of El rey Midas - Cuentos infantiles

1 el rey Midas Autor: rase una vez un rey muy rico cuyo nombre era Midas . Ten a m s oro que nadie en todo el mundo, pero a pesar de eso no le parec a suficiente. Nunca se alegraba tanto como cuando obten a m s oro para sumar en sus arcas. Lo almacenaba en las grandes b vedas subterr neas de su palacio, y pasaba muchas horas del d a cont ndolo una y otra vez. Midas ten a una hija llamada Cal ndula. La amaba con devoci n, y dec a: "Ser la princesa m s rica del mundo". Pero la peque a Cal ndula no daba importancia a su fortuna. Amaba su jard n, sus flores y el brillo del sol m s que todas las riquezas de su padre. Era una ni a muy solitaria, pues su padre siempre estaba buscando nuevas maneras de conseguir oro, y contando el que ten a, as que rara vez le contaba Cuentos o sal a a pasear con ella, como deber an hacer todos los padres. Un d a el rey Midas estaba en su sala del tesoro. Hab a echado la llave a las gruesas puertas y hab a abierto sus grandes cofres de oro. Lo apilaba sobre mesa y lo tocaba con adoraci n.

2 Lo dejaba escurrir entre los dedos y sonre a al o r el tintineo, como si fuera una dulce m sica. De pronto una sombre cay sobre la pila del oro. Al volverse, el rey vio a un sonriente desconocido de reluciente atuendo blanco. Midas se sobresalt . Estaba seguro de haber atrancado la puerta! Su tesoro no estaba seguro! Pero el desconocido se limitaba a sonre r. - Tienes mucho oro, rey Midas -dijo. "S -respondi el rey -, pero es muy poco comparado con todo el oro que hay en el mundo." " Qu ? No est s satisfecho?" -pregunt el desconocido. " Satisfecho? -exclam el rey -. Claro que no. Paso muchas noches en vela planeando nuevos modos de obtener m s oro. Ojal todo lo que tocara se transformara en oro." " De veras deseas eso, rey Midas ?". "Claro que s . Nada me har a m s feliz." "Entonces se cumplir tu deseo. Ma ana por la ma ana, cuando los primeros rayos del sol entren por tu ventana, tendr s el toque de oro." Apenas hubo dicho estas palabras, el desconocido desapareci . el rey Midas se frot los ojos.

3 "Debo haber so ado -se dijo- , pero qu feliz ser a si eso fuera cierto". A la ma ana siguiente el rey Midas despert cuando las primeras luces aclararon el cielo. Extendi la mano y toc las mantas. Nada sucedi . "Sab a que no pod a ser cierto", suspir . En ese momento los primeros rayos del sol entraron por la ventana. Las mantas donde el rey Midas apoyaba la mano se convirtieron en oro puro. " Es verdad! -exclam con regocijo-. Es verdad!". Se levant y corri por la habitaci n tocando todo. Su bata, sus pantuflas, los muebles, todo se convirti en oro. Mir por la ventana, hacia el jard n de Cal ndula. "Le dar una grata sorpresa", pens . Baj al jard n, tocando todas las flores de Cal ndula y transform ndolas en oro. "Ella estar muy complacida", se dijo. Regres a su habitaci n para esperar el desayuno, y recogi el libro que le a la noche anterior, pero en cuanto lo toc se convirti en oro macizo. "Ahora no puedo leer -dijo-, pero desde luego es mucho mejor que sea de oro". Un criado entr con el desayuno del rey.

4 "Qu bien luce -dijo-. Ante todo quiero ese melocot n rojo y maduro." Tom el melocot n con la mano, pero antes que pudiera saborearlo se hab a convertido en una pepita de oro. el rey Midas lo dej en la bandeja. "Es precioso, pero no puedo comerlo", se lament . Levant un panecillo, pero tambi n se convirti en oro. En ese momento se abri la puerta y entr la peque a Cal ndula. Sollozaba amargamente, y tra a en la mano una de sus rosas." Qu sucede, hijita?", pregunt el rey . " Oh, padre! Mira lo que ha pasado con mis rosas! Est n feas y r gidas!". "Pues son rosas de oro, ni a. No te parecen m s bellas que antes?". "No -gimi la ni a-, no tienen ese dulce olor. No crecer n m s. Me gustan las rosas vivas". "No importa -dijo el rey -, ahora toma tu desayuno". Pero Cal ndula not que su padre no com a y que estaba muy triste. " Qu sucede, querido padre?", pregunt , acerc ndose. Le ech los brazos al cuello y l la bes , pero de pronto el rey grit de espanto y angustia. En cuanto la toc , el adorable rostro de Cal ndula se convirti en oro reluciente.

5 Sus ojos no ve an, sus labios no pod an besarlo, sus bracitos no pod an estrecharlo. Ya no era una hija risue a y cari osa, sino una peque a estatua de oro. el rey Midas agach la cabeza, rompiendo a llorar. " Eres feliz, rey Midas ?", dijo una voz. Al volverse, Midas vio al desconocido. " Feliz! C mo puedes pregunt rmelo? Soy el hombre m s desdichado de este mundo!", dijo el rey . "Tienes el toque de oro -replic el desconocido-. No es suficiente?". el rey Midas no alz la cabeza ni respondi . " Qu prefieres, comida y un vaso de agua fr a o estas pepitas de oro?". el rey Midas no pudo responder. " Qu prefieres, oh rey, esa peque a estatua de oro, o una ni a vivaracha y cari osa?". "Oh, devu lveme a mi peque a Cal ndula y te dar todo el oro que tengo -dijo el rey -. He perdido todo lo que ten a de valioso." "Eres m s sabio que ayer, rey Midas -dijo el desconocido-. Zamb llete en el r o que corre al pie de tu jard n, luego recoge un poco de agua y arr jala sobre aquello que quieras volver a su antigua forma.

6 el rey Midas se levant y corri al r o. Se zambull , llen una jarra de agua y regres deprisa al palacio. Roci con agua a Cal ndula, y devolvi el color a sus mejillas. La ni a abri los ojos azules. Con un grito de alegr a, el rey Midas la tom en sus brazos. Nunca m s el rey Midas se interes en otro oro que no fuera el oro de la luz del sol, o el oro del cabello de la peque a Cal ndula. FIN


Related search queries