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Historia general de la República del Ecuador - Biblioteca

Historia general de la Rep blica del Ecuador Tomo primero Federico Gonz lez Su rez Libro primero: Tiempos antiguos o el Ecuador antes de la conquista -I- Pr logo Cuando hace ya veinte a os sali a luz en Lima el Tomo primero del Resumen de la Historia del Ecuador , nos consagramos a su lectura con verdadera ansia, estimulados por el anhelo de sabor las cosas de nuestra patria: lo mismo hicimos con cada uno de los cuatro tomos siguientes, devor ndolos conforme los iba publicando su respetable autor, ese benem rito de las letras ecuatorianas, el se or doctor don Pedro Ferm n Cevallos; pero, confesamos que lo que en el Resumen encontramos en punto a las antiguas razas ind genas ecuatorianas no nos dej satisfechos; echamos de menos, adem s, la parte que -II- el elemento religioso no pod a menos de tener en nuestra Historia , en la que no era posible pasar en silencio la participaci n que la Iglesia hab a tenido y la influencia que hab a ejercido en el descubrimiento, conquista y colonizaci n de estas comarcas.

Historia general de la República del Ecuador . Tomo primero . Federico González Suárez . Libro primero: Tiempos antiguos o el Ecuador antes de la conquista -I- Prólogo . Cuando hace ya veinte años salió a luz en Lima el Tomo primero del Resumen de la Historia del Ecuador, nos consagramos a su lectura con verdadera ansia, estimulados

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1 Historia general de la Rep blica del Ecuador Tomo primero Federico Gonz lez Su rez Libro primero: Tiempos antiguos o el Ecuador antes de la conquista -I- Pr logo Cuando hace ya veinte a os sali a luz en Lima el Tomo primero del Resumen de la Historia del Ecuador , nos consagramos a su lectura con verdadera ansia, estimulados por el anhelo de sabor las cosas de nuestra patria: lo mismo hicimos con cada uno de los cuatro tomos siguientes, devor ndolos conforme los iba publicando su respetable autor, ese benem rito de las letras ecuatorianas, el se or doctor don Pedro Ferm n Cevallos; pero, confesamos que lo que en el Resumen encontramos en punto a las antiguas razas ind genas ecuatorianas no nos dej satisfechos; echamos de menos, adem s, la parte que -II- el elemento religioso no pod a menos de tener en nuestra Historia , en la que no era posible pasar en silencio la participaci n que la Iglesia hab a tenido y la influencia que hab a ejercido en el descubrimiento, conquista y colonizaci n de estas comarcas.

2 Con la m s viva curiosidad y con el entusiasmo propio de la juventud, nos dedicamos, pues, inmediatamente a la lectura de cuantas obras trataran no s lo del Ecuador sino de todos los pueblos que hab an sido antes colonias espa olas, a fin de investigar sus antig edades y adquirir conocimiento cabal de su Historia . Pens bamos que era imposible estudiar a fondo la Historia del Ecuador , si carec amos de instrucci n en la de los dem s pueblos americanos, principalmente aquellos con quienes el Ecuador hab a tenido estrechas relaciones. Estas lecturas, estos estudios, estas investigaciones, continuadas pacientemente por alg n tiempo, nos proporcionaron -III- un no despreciable caudal de conocimientos relativos a la Historia de Am rica y muy especialmente a la del Ecuador en particular.

3 Nuestro primer prop sito fue aprovecharnos de esas noticias, para escribir notas o ap ndices al Resumen de la Historia del Ecuador ; mas, cuando pusimos en orden nuestros apuntes, vimos que eran tantos, que con ellos pod amos formar un libro aparte. El a o de 1878, dimos a luz el Estudio hist rico sobre los Ca aris, antiguos pobladores de la provincia del Azuay, como fruto de nuestras investigaciones sobre las razas ind genas o abor genes del Ecuador . El trabajo que despu s sali al p blico con el t tulo de Historia Eclesi stica del Ecuador (Tomo primero), fue s lo un ensayo o muestra de la obra, que, con mayores proporciones y m s vasto plan, hab amos emprendido sobre toda la poca de la dominaci n colonial en nuestra tierra.

4 Ese ensayo es imperfecto y tiene no pocos vac os: nosotros lo conoc amos -IV- y est bamos convencidos de ello; pero, a pesar de esas imperfecciones, a pesar de esos vac os, nos vimos en el caso de publicarlo, para complacer a una persona, a quien profes bamos sincero cari o, respeto profundo y el m s entra able reconocimiento. Esa persona nos estimul , nos estrech , a que public ramos, y hasta nos impuso el precepto de dar a la estampa nuestra Historia Eclesi stica del Ecuador . Obedecimos, y la literatura patria cont con un libro m s, merced al celo o inter s del venerable se or Toral, el insigne Obispo de Cuenca, entonces nuestro prelado. Publicado ese primer tomo, resolvimos no continuar la obra, porque conoc amos que aqu , en el Ecuador , no exist an documentos para continuar escribi ndola concienzudamente.

5 Era necesario ver los documentos originales, leerlos y estudiarlos despacio, a la luz de una cr tica ilustrada y severa; pero, para realizar semejante estudio, aunque -V- nos sobraba la mejor voluntad, nos faltaban todos los dem s recursos. Era necesario, indispensable, viajar a Europa, visitar los archivos espa oles, buscar all los documentos de nuestra Historia , y emprender con paciencia la tarea de estudiarlos all , de copiarlos o siquiera extractarlos personalmente. C mo poner por obra semejante prop sito? Otro prelado, otro obispo ecuatoriano, vino en nuestro auxilio. Escriba nuestra Historia , h ganos conocer a nuestros mayores, cu ntenos lo que fue el Ecuador en el tiempo pasado, nos dec a el reverend simo se or arzobispo de Quito, doctor don Jos Ignacio Ord ez; y, con su cooperaci n eficaz y con sus auxilios, tan generosos como oportunos, pudimos realizar nuestro viaje a Espa a, visitar sus riqu simos e inexplotados archivos de documentos americanos, recorrer sus bibliotecas y conferenciar con sus hombres de letras, principalmente con sus doctos americanistas.

6 Preparada ya la Historia , era necesario -VI- publicarla: a esto acudi tambi n la solicitud del ilustr simo Arzobispo de Quito: ech mano el prelado de varios arbitrios, y, a pesar de la escasez de recursos en que se encontraba la curia eclesi stica, hizo venir una imprenta nueva, para que en ella se diera a luz la Historia general del Ecuador , en edici n esmerada y elegante. Este libro, si tiene alg n m rito, se m s que al autor corresponde, pues, a los dos prelados ecuatorianos. De todas cuantas cosas hemos escrito y publicado, solamente una ha sido escrita y dada a luz por un prop sito deliberado nuestro1; en las dem s, principalmente en nuestras primeras publicaciones, hemos cedido a insinuaciones para nosotros muy respetables, y a veces hemos obedecido preceptos terminantes, de quien ten a derecho de darnos rdenes y de imponernos deberes.

7 El ilustr simo se or Toral nos puso -VII- la pluma en las manos; y esta pluma, tan tosca y tan mal cortada, le pareci pluma de oro al bondadoso e indulgente prelado. En su lecho de agon a, pocas horas antes de partir de este mundo, todav a se acord de nosotros y, pr ximo a gozar de la Verdad Eterna, del Bien Sumo y de la Belleza Inefable, todav a se interes por las letras ecuatorianas; y, al enviarnos desde su lecho de muerte un obsequio muy significativo, nos estimul a que continu ramos escribiendo. Su amor de padre para con nosotros le enga aba, y le hac a reconocer m ritos donde en realidad no los hab a; y esa prenda de familia, esa pluma de oro que nos dejaba en legado, era la expresi n, el s mbolo m s bien de su coraz n de oro que de nuestro escaso e insignificante m rito literario.

8 Por esto, si alg n nombre hubi ramos de escribir al frente de este libro, ese nombre no ser a otro sino el del benem rito y modesto Obispo de Cuenca; y si hubi ramos -VIII- de poner esta Historia general del Ecuador a la sombra de alg n mecenas, se no ser a otro sino el ilustr simo se or Ord ez, actual arzobispo de Quito. sta es tambi n la ocasi n m s oportuna, y ste el lugar m s a prop sito, para pagar la deuda de reconocimiento que debemos a las dem s personas que han cooperado a la publicaci n de esta obra. Los amigos, que en el Congreso ordinario de 1885, trabajaron para que se nos auxiliara con algunos recursos, venciendo las dificultades en que tropezaba el escrupuloso patriotismo de algunos diputados y senadores, que tem an malgastar los fondos p blicos y derrocharlos, contribuyendo a la publicaci n de una Historia general del Ecuador ; el docto anticuario ecuatoriano, se or doctor don Pablo Herrera, que siempre nos ha auxiliado con sus consejos, y alentado no s lo con su aprobaci n sino hasta con sus aplausos.

9 Y el distinguido ecuatoriano, se or don Clemente Ball n, para quien no es indiferente nada -IX- de cuanto puede contribuir al adelantamiento de su patria: he aqu las personas, a quienes debemos una muy especial manifestaci n de agradecimiento. En este lugar se la pagamos gustosos. La desinteresada actividad, la paciente diligencia con que el se or Ball n ha tomado a pechos todo cuanto pod a auxiliarnos para la composici n de nuestro libro, era necesario que fuesen conocidas de sus compatriotas. Nosotros agradecemos al amigo y al conciudadano. Expondremos ahora los estudios e investigaciones, que hemos llevado a cabo para escribir esta obra. Hemos recorrido todas las provincias de la Rep blica, visitando m s de una vez los lugares c lebres en nuestra Historia , y examinando con cuidado los monumentos que a n quedan de los antiguos indios, por arruinados que se hallen o por insignificantes que parezcan.

10 Con la m s constante paciencia hemos desempolvado nuestros archivos, los cuales se hallan en un estado de desgre o, -X- de desorden y de abandono tan notable, que hacen casi imposible la investigaci n y estudio de los documentos. Como en el Ecuador no exist a a n la afici n a los estudios arqueol gicos, como el cultivo de las ciencias naturales y de observaci n ha sido tan raro entre nosotros, grand simos trabajos y gastos incre bles nos han sido necesarios para reunir algunos objetos antiguos y para adquirir obras valiosas, que no son para la exigua fortuna de un eclesi stico, y que en otros pa ses se hallan en las bibliotecas p blicas, donde, sin erogaciones enormes de dinero ni graves molestias, pueden leerlas c modamente los particulares.


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