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La vida en las aulas - Terras

La vida en las aulasPHILIP W. JACKSONS egunda Edici n1990 by Teachers College, ColumbiaUniversity, Nueva York. (Reimpresi nde la edici n de 1968 con una nuevaintroducci n del autor.)Primera edici n, 1991 Segunda edici n, 1992 FUNDACION PAIDEIAR iego de Agua, 13-15. 15001-LaCoru a(1) de la presente edici n:EDICIONES MORATA, S. A. (1992)Mej a Lequerica, 12. 28004 MadridDirector de la colecci n: Jurjo TorresSantom Estos materiales se utilizan con un finexclusivamente did ctico2 ContenidoPr logo a la edici n espa ola:La pr ctica reflex va y la comprensi n de lo que aconte-ce en las aulas , por Jurjo TORRES SANTOM .. 11La incertidumbre y la pr ctica, 1 6. -La necesidad de re-plantearla formaci n del profesorado, a, n .. 27 Prefacio .. 39 Cap tulo Primero: Los afanes 43 Cap tulo II: Los sentimientos de los alumnos hacia la 79 Cap tulo III: Participaci n y absentismo en la 121 Cap tulo IV: Opiniones de los 149 Cap tulo V: La necesidad de nuevas 189 Indice de materias.

(1) de la presente edición: EDICIONES MORATA, S. A. (1992) Mejía Lequerica, 12. 28004 Madrid Director de la colección: Jurjo Torres Santomé Estos materiales se utilizan con un …

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1 La vida en las aulasPHILIP W. JACKSONS egunda Edici n1990 by Teachers College, ColumbiaUniversity, Nueva York. (Reimpresi nde la edici n de 1968 con una nuevaintroducci n del autor.)Primera edici n, 1991 Segunda edici n, 1992 FUNDACION PAIDEIAR iego de Agua, 13-15. 15001-LaCoru a(1) de la presente edici n:EDICIONES MORATA, S. A. (1992)Mej a Lequerica, 12. 28004 MadridDirector de la colecci n: Jurjo TorresSantom Estos materiales se utilizan con un finexclusivamente did ctico2 ContenidoPr logo a la edici n espa ola:La pr ctica reflex va y la comprensi n de lo que aconte-ce en las aulas , por Jurjo TORRES SANTOM .. 11La incertidumbre y la pr ctica, 1 6. -La necesidad de re-plantearla formaci n del profesorado, a, n .. 27 Prefacio .. 39 Cap tulo Primero: Los afanes 43 Cap tulo II: Los sentimientos de los alumnos hacia la 79 Cap tulo III: Participaci n y absentismo en la 121 Cap tulo IV: Opiniones de los 149 Cap tulo V: La necesidad de nuevas 189 Indice de materias.

2 208 Nota sobre el 212 Tabla del Sistema Educativo en Estados 213 Otras obras de Ediciones Morata de inter s .. 2143 CAP TULO PRIMEROLos afanes cotidianosEl orden , las trivialidades de la instituci n, es en t rminos humanos undesorden y como tal debe ser verdaderamente un signo de salud ps quica el hecho de queel peque o sea ya consciente de ROETHKE, On the Poet and His CraftCada ma ana de los d as laborables entre septiembre y junio, unos 35 millones denorteamericanos se despiden con un beso de sus seres queridos, recogen la bolsa con elalmuerzo y los libros y parten a pasar el d a en esa serie de recintos (que sumanaproximadamente un mill n) conocidos como aulas de la escuela primar a. Este xodo masivodel hogar a la escuela se realiza con un m nimo de alboroto y fastidio. Son escasas las l grimas(excepto quiz de los muy peque os) y pocos los gritos de j bilo.

3 La asistencia de los ni os ala escuela es, en nuestra sociedad, una experiencia tan corriente que pocos de nosotros nosdetenemos apenas a considerar lo que sucede cuando est n all . Desde luego, nuestraindiferencia desaparece ocasionalmente. Cuando algo va mal o se nos informa de un logroimportante, podemos reflexionar, por un instante al menos, sobre el significado de laexperiencia para el ni o en cuesti n. Pero la mayor parte del tiempo simplemente advertimosque nuestro Johnny se dirige a la escuela y que ha llegado el momento para una segunda taza decaf .Desde luego, los padres se interesan por lo bien que Johnny realice todo all . Cuandoregrese al hogar, es posible que le pregunten c mo le fueron hoy las cosas o, en t rminos m sgenerales, c mo va. Pero tanto las preguntas como las respuestas se centran en los hitos de laexperiencia escolar -sus aspectos infrecuentes- m s que en los hechos vanos y aparentementetriviales que constituyeron el conjunto de sus horas escolares.

4 En otras palabras, los padres sepreocupan por el condimento de la vida escolar m s que por su propia n los profesores se interesan s lo por un aspecto muy limitado de la experienciaescolar de un peque o. Es probable adem s que se concentren en actos espec ficos de malaconducta o de logros como representaci n de lo que un determinado alumno hizo ese d a en laescuela, aunque los actos en cuesti n supusieran tan s lo una peque a fracci n del tiempo delestudiante. Como los padres, los profesores rara vez reflexionan sobre el significado de losmillares de acontecimientos fugaces que se combinan para formar la rutina del propio alumno no se muestra menos selectivo. Incluso si alguien se molestara enpreguntarle por los detalles de su d a escolar, probablemente ser a incapaz de formular unarelaci n completa de lo que hizo.

5 Tambi n para l se ha reducido el d a en la memoria a unpeque o n mero de acontecimientos se alados ( Saqu una buena nota en el examen deortograf a ; Lleg un chico nuevo y se sent a mi lado ) o a actividades recurrentes ( Fuimosa gimnasia , Hemos tenido m sica ). Su recuerdo espont neo de los detalles no es muysuperior a lo exigido para responder a nuestras preguntas el punto de vista del inter s humano resulta comprensible la concentraci n en loshitos de la vida escolar. Se opera un proceso similar de selecci n cuando investigamos otrostipos de actividad cotidiana o hacemos una relaci n de ellos. Cuando se nos pregunta sobrenuestro viaje al centro de la ciudad o nuestra jornada en la oficina, rara vez nos molestamos endescribir el desplazamiento en autob s o el tiempo que pasamos frente a la m quina del caf.

6 Desde luego resulta m s probable que digamos que nada sucedi en vez de contar los hechosrutinarios que se desarrollaron desde que salimos de casa hasta que regresamos. A no ser quehubiera ocurrido algo interesante, no tiene sentido hablar de nuestra embargo, desde el punto de vista de dar forma y significado a nuestras vidas, estoshechos sobre los que rara vez hablamos pueden ser tan importantes como los que retienen laatenci n de quien nos escucha. Ciertamente representan una porci n de nuestra experienciamucho m s grande que la de aquellos que nos sirven como tema de conversaci n. La rutinacotidiana, la carrera de las ratas y los tediosos afanes cotidianos pueden quedar iluminadosde vez en cuando por acontecimientos que proporcionan color a una existencia por lo dem sgris; pero esa monoton a de nuestra vida cotidiana tiene un poder abrasivo peculiar.

7 Losantrop logos lo entienden as mejor que la mayor a de los restantes cient ficos sociales y susestudios de campo nos han ense ado a apreciar el significado cultural de los elementosmon tonos de la existencia humana. Esta es la lecci n que debemos tener en cuenta cuandotratamos de comprender la vida en las aulas de escuela es un lugar donde se aprueban o suspenden ex menes, en donde sucedencosas divertidas, en donde se tropieza con nuevas perspectivas y se adquieren destrezas. Peroes tambi n un lugar en donde unas personas se sientan, escuchan, aguardan, alzan la mano,entregan un papel, forman cola y afilan l pices. En la escuela hallamos amigos y enemigos; all se desencadena la imaginaci n y se acaba con los equ vocos. Pero es tambi n un sitio en dondese ahogan bostezos y se graban iniciales en las superficies de las mesas, en donde se recoge eldinero para algunos art culos necesarios y se forman filas para el recreo.

8 Ambos aspectos de lavida escolar, los celebrados y los inadvertidas, resultan familiares a todos nosotros pero estos ltimos, aunque s lo sea por el caracter stico desd n de que son objeto, parecen merecer m satenci n que la obtenida hasta la fecha por parte de los interesados en la educaci apreciar el significado de los hechos triviales del aula es necesario considerar lafrecuencia de su aparici n, la uniformidad del entorno escolar y la obligatoriedad de laasistencia diaria. Hemos de reconocer, en otras palabras, que los ni os permanecen en laescuela largo tiempo, que el ambiente en que operan es muy uniforme y que est n all tanto siles gusta como si no. Cada uno de estos tres hechos, aunque aparentemente obvio, merece unacierta reflexi n porque contribuye a que comprendamos la forma en que los alumnos sienten suexperiencia escolar y la cantidad de tiempo que los ni os pasan en la escuela puede ser se alada con unaprecisi n considerable, aunque el significado psicol gico de los n meros en cuesti n seamateria enteramente distinta.

9 En la mayor a de los Estados de la Uni n el a o escolarcomprende legalmente ciento ochenta d as. Una jornada completa de cada uno de esos d assupone unas 6 horas (con un descanso para el almuerzo), que comienza hacia las 9 de la ma anay concluye hacia las 3 de la tarde. De este modo, si un alumno no falta un s lo d a del a o,pasar poco m s de mil horas bajo la asistencia y tutela de los profesores. Si ha asistido a laescuela infantil y tambi n lo ha hecho regularmente durante la ense anza primaria, totalizar poco m s de horas de clase cuando ingrese en la escuela dif cil captar la magnitud de esas horas a lo largo de 6 7 a os de la vida de unni o. Por un lado, no resulta muy grande en comparaci n con el n mero total de horas vividaspor el ni o durante esos a os; ligeramente poco m s de una d cima parte de su vida (cerca deun tercio de las horas en que ha permanecido durmiendo en ese tiempo).

10 Por otro lado, almargen del sue o y quiz del juego, no existe otra actividad que ocupe tanto tiempo del ni ocomo la que supone su asistencia a la escuela. Aparte del dormitorio (en donde tiene los ojoscerrados durante la mayor parte del tiempo) no existe un recinto en que pase tanto tiempo comoen el aula . Desde los 6 a os, la visi n del profesor le resultar m s familiar que la de su padre yposiblemente incluso que la de su modo de estimar lo que significan todas esas horas en clase consiste en preguntarcu nto costar a acumularlas en otra actividad familiar y recurrente. La asistencia a la iglesiapermite una comparaci n interesante. Para sumar tanto tiempo en la iglesia como el que hapasado un chico de sexto curso en las aulas , deber amos permanecer en el templo los domingoscompletos durante m s de veinticuatro a os.


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